Cuando ya estoy lista para irme, pienso que debería llevarle hoy el obsequio que le debo, esta vez no lo planeo tanto, solo se me viene la idea a la cabeza de obsequiarle un reloj. He elegido el más lindo de toda la tienda, porque él se lo merece.
Antes de retirarme también viene a mi mente enmarcar una de las fotografías de la noche en la que nos hicimos novios. Elegí la fotografía en la que Javier me dice algo al oído que me causa gracia, es la que me pareció más tierna. Espero que le agrade el detalle. Minutos más tarde, me encuentro parada frente a Ely, la asistente de Javier.
- Buen día Ely - le digo amablemente con una sonrisa.
- Buen día ¿cómo le puedo ayudar? - me responde de la misma manera.
- ¿está Javier? - le digo y cuando me escucha, me presta más atención.
- Si, solo que ahora está un poco ocupado ¿cuál es su nombre? - veo como me observa con bastante curiosidad.
- Samantha - le digo y ella de inmediato sonríe.
- Es la novia del señor Javier ¿verdad? - pregunta.
- Si precisamente... pero si está muy ocupado, no lo interrumpas, yo puedo esperar -le digo.
- Bueno, siendo usted su novia, las cosas cambian, porque él me pidió que en cuanto viniera la hiciera pasar, así que no se preocupe ¿gusta que le indique por donde? - pregunta y se pone de pie.
- No, no te preocupes. Ya sé por donde ir - le digo agradecida y comienzo a caminar.
Mientras camino por el pasillo escucho como conversan un poco alterados, con bastante curiosidad me acerco más a la oficina de Javier y justo cuando estoy llegando a la puerta lo escucho gritar.
- ¿cómo es posible que seas tan tonta de decir que ese niño es mío Raquel? - me siento muy confundida al escucharlo decir eso.
- Javier, deberías alegrarte - responde ella.
- Es que no puedes hablarme de un embarazo, después de haber aceptado abortar ¡a mí no me vengas a hablar de embarazos! - mis manos comienzan a temblar por las palabras que escucho.
- Pues te guste o no, voy a tener un hijo tuyo y tienes que hacerte responsable de él - dice ella y en cuestión de segundos abre la puerta, encarándose fijamente conmigo al salir. En ese preciso momento mi mente comienza a recordar las imágenes de cuando descubrí a Roberto engañándome y burlándose de mí con Thara.
- Esto es un chantaje Raquel y no pienso ceder - le grita Javier y viene tras ella, cuando me ve parada en la puerta, con lágrimas en los ojos y un rostro seguramente muy confundido y decepcionado a la vez.
- Mi amor - dice con rostro sorprendido de verme ahí parada. Sin mencionar absolutamente una sola palabra, me doy la vuelta y comienzo a caminar a toda prisa. No espero que me diga nada, en este momento no quiero ni escuchar lo que tenga por inventarse.
- Samantha por favor, hablemos - dice detrás de mí siguiendo mis pasos.
Cuando paso frente a la mesa de su asistente, suelto rápido lo que llevaba para obsequiarle y comienzo a caminar más de prisa.
- Samantha, tienes que escucharme - dice y me toma por el brazo para detener mi marcha.
Otro recuerdo de ese día viene a mi memoria, pareciera como si las cosas se estuvieran repitiendo como la otra vez.
- ¡suéltame Javier! - le grito con mi voz cortada, a punto de explotar en llanto.
- No, tienes que escucharme por favor - dice y me abraza - solo hablemos - dice en petición cerca de mi oído.
Javier toma mi mano y me lleva de nuevo a la oficina, en mi mente hay una total confusión ahora y ni siquiera sé que decirle, solo me hundo en mis pensamientos y guardo silencio.
- Quiero que me trates de comprender y no te precipites a sacar tus conclusiones - me dice con su mirada triste.
- Vas a ser padre - es lo primero que sale de mi boca en un murmuro, y decirlo se me hace muy doloroso.
- Eso es lo que dice Raquel pero...
- ¿La estás manipulando para que aborte Javier? ¿enserio eres tan frío como para permitir que tu hijo muera? - le pregunto con dolor, no quiero aceptar que él sea de ese tipo de personas.
- No Samantha, yo no he mencionado que aborte - me dice él confuso.
- Te escuché decírselo Javier - le digo alterada. Ahora lo que menos quiero es que me mienta.
- No, mal interpretaste el asunto, no es lo que tú crees Samantha - cada vez hace que más recuerdos vengan a mi memoria.
- Tienes que estar con ese niño Javier, tú y yo sabemos lo doloroso que es crecer sin uno de tus padres al lado - le digo sin poder evitar que lágrimas corran por mis mejillas.
- Es que si yo estuviera seguro de que es mío, lo haría sin pensarlo dos veces mi amor - dice y acaricia su rostro con ambas manos en forma de desesperación.
- Javier, estar conmigo no tiene que hacer que dudes acerca de estar al lado de tu hijo - le digo con un nudo en la garganta.
- No, es que ese niño no puede ser mío Sam, estoy seguro que no es mío - me dice y golpea una mesa desesperado.
- ¿Y qué es lo que te hace estar seguro se eso Javier? ¡ese bebé puede ser tu hijo! - le digo inquieta - es mejor que no nos hagamos más daño y que tú pienses que vas a hacer con esta situación que se te vino encima - le digo y me levanto.
- Estoy seguro porque desde hace mucho tiempo que Raquel y yo no tenemos nada que ver - dice fuerte a mis espaldas y hace que me detenga.
- A mí no me consta - le digo y salgo de la oficina.
Justo voy a subir al ascensor, perdida en mis pensamientos cuando Javier aparece detrás de mí, con las llaves de su carro en las manos.
- Tienes razón, a ti no te consta nada de lo que que te diga, pero te voy a demostrar que yo no voy a tener ningún hijo con Raquel - sube conmigo al ascensor.
- ¿qué haces Javier? Ya deja de hacer tonterías - le digo molesta.
- Pues no, no voy a dejar de hacer tonterías. Si ser tonto es no querer perderte, pues soy el tonto más grande del mundo - no baja su mirada de la mía - vamos a ir a la casa de Raquel y te vas a dar cuenta que no te estoy mintiendo - dice observando el marcador de pisos.
- Javier no quiero ir a ninguna parte, solo deja las cosas como están - le digo intentando que se detenga.
- Escúchame Samantha por favor. Si estando allá, no puedo demostrarte que no voy a ser papá, te vas y te prometo no volver a molestarte con esto, pero dame la oportunidad de demostrarlo -me lo pide tan sinceramente que termina convenciéndome y acabo subida en su vehículo en marcha a la casa de Raquel. Ni siquiera sé lo que voy a hacer ahí, pero sí sé que quiero saber la verdad. ¡Necesito saberla!
ESTÁS LEYENDO
Nunca Fui Tan Feliz
RomansaSi la vida se pudiese cambiar, sé que de la mía no cambiaría nada. Cada momento y cada día nos da la certeza que estamos en este mundo para contar nuestra historia, porque en el habitan millones de historias distintas y esta es la mía, llena de mome...