Me dijo que no pasaba nada. Hasta que pasó. Con otra

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  Me dijo que no pasaba nada. Hasta que pasó. Con otra. Me dijo que no me preocupara, que eran amigos, que el amor que sentía por mí era más fuerte que nada. Me dijo que no lo pensara, que me echaba de menos y que tenía ganas de poner las yemas de sus dedos en mi espalda. Me dijo que no me haría daño, que sería lo último que haría, hasta que vi sujetar el revólver en sus manos, y la bala salir dirección mi pecho para romper cada pedacito de dentro como si no hubiera un mañana. Me dijo que no pasaba nada. Hasta que pasó. Con otra. Me dijo que confiara, que no perdería lo que más quería por un pasatiempo de cuarta, que no se iría, que no dejaría mi coraza al descubierto para que otros la dañaran. Me dijo que no pasaba nada. Hasta que vi sus ojos brillar cuando me habló de ella fumándonos un cigarrillo en la terraza. Hasta que sus pupilas me chillaron que ya había otra persona ocupando mi lado en su cama, y que prefería dormir abrazándola, que follarse a cualquiera. Desde entonces no volvió a decirme que no pasaba nada, porque sí dejó que pasara. Ella por su vida y yo yéndome a la deriva por culpa de unas promesas que como no fueron cumplidas se quedaron encerradas entre mis costillas y las mariposas de mi vientre que murieron ahogadas por esas ilusiones que acabaron por matarlas. Me dijo que había dejado que pasara, porque lo que te toca una vez y te eriza la piel, es mejor que se quede qué que se vaya y no supo que desde ese momento, yo llevo una venda en el corazón porque cuando río, se desangra. 

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