Pajarito

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*Historia Original*

***

La llamábamos Pajarito porque su nombre era Alondra.

No recuerdo a quién se le ocurrió, o si alguna vez hubo un tiempo donde Pajarito no fuese Pajarito, pero sí sé que el nombre le venía como anillo al dedo.

Con solo ocho años Pajarito se había ganado el título de la mejor saltadora de columpios de todo el barrio y, con ello, la admiración de varios. Verla saltar por los aires era presenciar promesas de sueños imposibles, saber que algún día, si lo intentábamos con suficientes ganas, llegaríamos a tocar las nubes.

Y aunque sus proezas le valieron más de unos pocos moretones en las rodillas, había algo en todo el espectáculo; quizás en la forma en que su cabello largo flotaba por sobre su cabeza, o en la sonrisa falta de dientes que brillaba como el sol; que evocaba el movimiento de un ave abandonando el nido para conocer todo lo que el mundo tenía para ofrecerle. De algún modo siempre sentí que ese debía ser el destino de Pajarito.

Cumplidos recién los diez años todos quienes la conocíamos estábamos completamente enterados de que el futuro de Pajarito estaba incluso más lejos de lo que nos habíamos imaginado. Astronauta, había declarado, sería su futura profesión. Y había en su mirada tanta determinación que nadie, ni siquiera los mayores, osó jamás cuestionar su decisión.

Recuerdo que me gustaba cerrar los ojos e imaginar a Pajarito flotando allá arriba en búsqueda de mundos desconocidos, desafiando toda incertidumbre con la misma valentía con la que se precipitaba a tierra firme desde el columpio en movimiento. Le tenía tanta fe que a veces, cuando la veía sentada en su pupitre, sentía que ya no estaba ahí con nosotros, sino muchísimo más lejos, allá por los cielos. E incluso podría jurar que una tarde cuando jugábamos le hice prometer que me traería un pedazo de estrella.

A los doce años Pajarito había conseguido por fin todos sus dientes, pero había perdido su sonrisa. El cambio fue tan repentino que a veces me cuesta unir el recuerdo de la mítica Pajarito con la Alondra que apareció esa triste mañana de marzo. Taciturna y seria, llegó a sentarse en su puesto y no volvió a levantarse hasta que acabaron las clases, por más que intentamos sacarla a jugar.

Desde ese día, nunca nadie volvió a verla desafiando los vientos como la intrépida y desafiante muchacha que alguna vez había sido. Muy por el contrario, la nueva Alondra no era siquiera una sombra de lo que fue alguna vez Pajarito. Y había algo en sus ojos, un secreto oscuro; que me inquietaba cada vez que me los topaba. Quizás por ello mismo ninguno tuvo jamás el valor de preguntarle qué le había sucedido en las vacaciones para causar semejante cambio; aunque a mí siempre me dolió ver cómo su luz se extinguía lentamente y sin remedio.

Fue por accidente que la verdad llegó a mis oídos, a medias. Uno de sus tíos, había especulado mi mamá al teléfono, le había hecho algo terrible y seguía haciéndolo. No la dejaban contarle a nadie ni le creían, y nadie hacía nada por ella. Era horroroso, de eso estaba segura; aunque tuvieron que pasar muchos años para que yo por fin pudiera hacerme una idea de qué le pasaba.

Cuando cumplimos quince años supe que Alondra había huido al fin, aunque no muy lejos. 

Los rumores contaban que había encontrado el amor en un chico mayor y que se había escapado con él a un departamento en el centro. En esos tiempos de juventud e inexperiencia admiré mucho a Alondra por su valentía al dejar todo de lado por su propia felicidad, e incluso me atreví a imaginar que los restos de lo que alguna vez había sido Pajarito volvían a aflorar en ella.

Lamentablemente la realidad llegó a mí de golpe unos años después. Recuerdo haber estado disfrutando de una buena dosis de crisis existencial ante mi futuro universitario incierto cuando el nombre Alondra Peña cosquilleó en mis oídos. En el televisor, su foto y la noticia de su desaparición. Su pareja, aquel mismo del que me habían contado tantos años atrás, su constante agresor y principal sospechoso.


El mar de lágrimas que solté esa noche no fue ni un trozo de todo lo que Pajarito se merecía.


Recuerdo que durante esos tiempos de incertidumbre en los que no sabíamos su paradero me gustaba pensar que el viento la había tomado entre sus brazos y la había sacado volando lejos de todo, sobrepasando las nubes y el cielo hasta alcanzar las estrellas que tanto deseaba conocer cuando niña. Incluso llegué a imaginar que volvería algún día con su sonrisa brillante y el cabello bailando al viento, victoriosa, intrépida, perfecta.

Tristemente la tarde de un jueves terminé por enterarme de que Pajarito jamás podría cumplir su destino. Hacía ya unas semanas que le habían cortado definitivamente sus alas, y de Pajarito o de Alondra no quedaba ya nada.



Fue ese mismo día que supe que si ella no me traería un trozo de estrella, algún día yo se la llevaría a ella.


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Hola a todos,

Esta vez quise arriesgarme compartiendo un original (osea todas mis historias son originales, pero, como vieron, esta no es un argchi)

Sé que es una historia cortita, pero la escribí con mucho amor y espero que la hayan disfrutado. Si es así por favor no se olviden de dejar un voto y/o comentario. Apreciaría mucho tener algo de feedback.

¡Un enorme abrazo!

Pajarito | Historia OriginalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora