Muchos de los amigos de Roberto, encontraban extraña la forma en que se ganaba la vida, pero al mismo tiempo reconocían su talento, pues era un verdadero artista, realizaba hermosas esculturas, trabajos de herrería inigualables, pero sus obras no se exhibían en ninguna galería, sino en el cementerio, el hombre elaboraba lapidas y construía mausoleos.
Era el mejor en lo que hacía, y muchos en realidad podrían encontrar hermosas sus creaciones, si la imagen de los muertos descansado bajo ellas se les apartara de la mente.
Un día, llegó una mujer desconocida, de muy buna presencia, elegante, misteriosa, transmitiendo en un mismo instante paz y miedo. Y después del saludo, le explicó sus deseos, le pedía el mejor de sus trabajos, su obra maestra, prácticamente su esencia plasmada en una lápida, con la cual las personas le recordarían por siempre. Ofrecía además mucho dinero por adelantado, para que siguiera al pie de la letra las instrucciones.
Lo que a Roberto le extrañó fue que le dio un año exacto para que el trabajo estuviese terminado y no proporcionó nombre alguno para gravar en el mármol. Dijo que eso lo haría al regreso.
El artista fúnebre puso todo su empeño y ciertamente, era ese su mejor trabajo, justo a los 365 días, estaba listo y la elegante mujer bajaba de un auto para recoger su encargo.
Sin decir palabra alguna, tomó asiento mientras Roberto leía una nota que le dio en lugar de la conversación. En el papel estaba escrito su nombre “Roberto Landeros”. Con un gesto de confusión, dirigió su mirada a la cliente, y ella dijo: —Ese nombre haz de colocar en la lápida, yo soy la muerte y esta es tu hora —acto seguido, se despojó de su elegante atuendo dejando que su túnica flotara hasta el cuerpo de Roberto, y le exprimiera la vida.
La muerte estaba encantada, nadie jamás la había representado como un bello ángel tal como lo hizo Roberto y quiso pagarle por ello, dándole al mismo tiempo la oportunidad de realizar la más grandiosa de sus esculturas, la cual nadie podía lucir mejor, que su propio creador.
Los visitantes del cementerio donde descansa Roberto, han dicho que aquel ángel que custodia su tumba, a veces se tira sobre ella y llora, luego se incorpora y emprende el vuelo. Pero extrañamente, cuando voltean nuevamente al sepulcro ahí está la escultura cuidándolo. Tal vez, la señora Muerte viene a visitarlo de vez en cuando, extrañando a aquel hombre, que hizo sus mejores retratos.
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Mitos y leyendas
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