Capítulo 8

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Habían pasado dos días desde la última vez que Chat Noir fue a visitar a la joven diseñadora, y dos días en los que Adrien no había asistido a clases, ya que su padre lo prohibió rotundamente al estar enfermo. Por más que el rubio insistiera en que estaba bien, no pudo convencerlo de dejarlo asistir al instituto.

Adrien se la pasó encerrado en su habitación, mas específicamente en su cama, con fiebre y Nathalie no podía entender como es que se había enfermado a tal grado, aunque viéndolo desde otra perspectiva, comenzó a creer que quizás el joven Agreste ya estaba teniendo un colapso por todas las cosas que tenía que hacer en el día. En algún momento tendría que pasar... después de todo sólo era un adolescente de diecisiete años.

El chico, a pesar de sentirse terriblemente mal, no quería faltar a clases, no quería estar lejos de sus amigos y sobretodo quería ver a Marinette como se lo prometió, y agradecerle por haberlo cuidado durante toda esa noche, pero el mismo Plagg le dio tantas evasivas, diciendo que primero debía sanarse, no dando su brazo a torcer por mucho que su portador le rogara.

Ahora se encontraba con un paño húmedo en su frente, viendo el techo en completo aburrimiento y silencio.

—Plagg... —pronunció la vocal con la voz seca y su nariz tapada. Sus ojos estaban entrecerrados y el dolor de cabeza se volvía cada vez más insoportable.— Plagg... — llamó nuevamente y el felino asomó sus orejas desde debajo de las sábanas a su lado.

—Quiero dormir y tu no me dejas.— refunfuñó sentándose sobre las frazadas.— ¿Qué pasa? — preguntó cruzando sus patas.— ¿Quieres agua o algo?

—¿Podemos ir? — preguntó por lo bajo, tosiendo nuevamente.

—¡Otra vez con lo mismo! — exclamó exasperado el kwami.— y no me vengas a echar tus germenes, niño. Ya te dije que primero necesitas recuperarte, no puedes transformarte con lo débil que estás.— frunció el ceño en su dirección, pero el joven no lo miraba... estaba viendo el techo en todo momento formando un puchero.— así como estás podrías fácilmente caerte de un edificio y ser puré de gato.

—Pero debo hablar con ella...

—Ella se molestará contigo si se da cuenta de lo enfermo que estás y que saliste de igual forma.

—¿Crees que esté molesta conmigo por no ir como dije? — tragó con dificultad y el felino respiró profundamente.

—Yo creo que... más que eso está preocupada y... — el sonido del celular de Adrien interrumpió las palabras del kwami, quien guardó silencio al instante.

El rubio estiró su mano por el costado de la cama, para así alcanzar el aparato que estaba en su mesita de noche, se sentó como pudo sobre el lecho, quitando el paño que tenía en su frente y con algo de dificultad enfocó sus verdes en la pantalla del móvil, abriendo más sus ojos notar quien lo llamaba.

—Contesta de una vez, ¿que te pasa? — bufó Plagg, ya harto del tono de llamada.

—¡Es Marinette! — exclamó su portador mostrandole la pantalla demasiado cerca.

—¿Y que esperas?, ¿que te haga una fiesta?. Contestale.—empujó la mano del rubio hacia él.

—¿Pe-pero que le digo? —Plagg no daba crédito a lo que su portador decía. Se pasó los dos días suplicandole transformarse para ir a ver a la azabache y ahora que lo llamaba, no sabía que decirle.

—Dile que la amas, que quieres tener tres hijos juntos y un hámster.— respondió sonriendo burlón, aunque lo decía muy en serio.

—Y otra vez con eso. — rodó los ojos. — yo no estoy enamo... colgó.— miró la pantalla y el kwami golpeó su frente con una pata, quitándole el móvil en el acto para luego marcar a la azabache.

Following The HeartbeatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora