XI. Silvania

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Intento de suicidio número seis: fallido.

De toda esa noche solo podía recordar que había bebido demasiado, un chico rubio me había ofrecido algo de la blanquita y de repente se me ocurrió la brillante idea de morir por sobredosis.

Cuando desperté estaba en una habitación iluminada, veía todo borroso y sentía la lengua pesada. Sin embargo en cuanto su cara apareció en mi campo visual fui capaz de decir:

—¿Qué me pasó?

—Que casi me matas del maldito susto estúpida. Eso pasó.

Sentía la cabeza palpitante y pesada, así que cerré los ojos y en menos tiempo del que creí logré quedarme dormida, con las maldiciones de Lucas cómo música de fondo.

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—¿En dónde te parece? —me preguntó Jackie abrazándome por detrás y mirando el mapa del mundo pegado en mi pared.

Estábamos planeando a dónde iríamos de vacaciones con el dinero que habíamos reunido desde primer año. Era el viaje de graduación soñado, el único plan en mi vida que no incluía a Walter porque era un sueño solo de las dos.

—En donde sea con tal de que la edad legal para beber sea 18 —contesté riendo.

—¡Lancemos un dardo! Cómo las gemelas Olsen en esa película ¿Sabes?

—Como ordenes, Cruella —ella me golpeó y yo proseguí a hacerlo— ¡ÁMSTERDAM! Seremos con Hazel y Augustus.

—Mientras no terminemos teniendo sexo, todo bien.

Veía esos recuerdos como desde arriba, como si fuera una expectadora externa, pero al mismo tiempo era como sí también estuviera reviviendolo todo. Una sensación muy extraña.

Al mirarme parecía una persona diferente, con una figura más delgada, el cabello más sedoso, la cara maquillada y los ojos brillantes. Jackie estaba como siempre, su piel suave y sus pestañas hermosamente largas. Me sonreía, me sonreía con una complicidad única.

—Ya no haremos este viaje Silvania —murmuró de repente con la voz quebrada— estoy muerta y tú empiezas a olvidarme.

—¿Jackie? —pregunté aferrandome a su mano— No, nunca te olvidaré. Eso sería imposible.

—Sabes que sí.

—Jackie, no sabes que estás diciendo.

—¿Cuál era mi película favorita? ¿Cuál era el lunar que detestaba? ¿De qué color eran mis ojos?

La información estaba ahí, pero no podía acceder a ella y mientras pensaba, el rostro de Jackie empezó a desvanecerse y no podía recordar cómo era. Cómo había sido. Las lágrimas empezaron a caer mientras el grito desgarrador de una madre que acababa de perder a su hija rompía el silencio.

—¡ES TÚ CULPA SILVANIA!

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Me desperté con lágrimas empapando mis mejillas, la luz de la habitación estaba apagada, cuando me incorporé (muy lentamente, ya que cada músculo parecía pesarme unos mil kilos) pude ver a Lucas dormido en una silla junto a mi cama con la cabeza y los brazos apoyados cerca de mis rodillas.

—Lucas —murmuré con la cabeza aún dándome vueltas— Lucas despierta.

—Estúpida —dijo sin levantar la cabeza— pasé la primera mitad de la noche vigilandote en la fiesta y la otra mitad esperando que no te murieras. Déjame dormir.

—¿Qué hora es?

—Deben de ser como las cuatro.

—¿Llamaste a mí papá?

—Saltaba al buzón, así que no. Ya lo haré más tarde. Ahora duérmete que no estoy en condiciones de darte el sermón que te mereces.

Sentí un peso en mi pecho y mis ojos volvieron a llenarse de lágrimas. Jackie, su rostro borroso, ¿Realmente la estaba olvidando? La sola idea se me hacía insoportable.

—Tuve una pesadilla, no quiero dormir —mi voz sonó tan vulnerable que sentí vergüenza de mí misma.

Con un bufido él se incorporó y se frotó los ojos.

—Te lavaron el estómago y te inyectaron adrenalina en el corazón porque casi te mueres. No creo que puedas tener sueños bonitos.

No podía verlo bien por la oscuridad en la que estábamos, solo su contorno. Acercó su mano a mi rostro y limpió una lágrima que se había escapado. Sin decir nada se acostó a mí lado y puso mi cabeza en su pecho.

Si esto fuera una historia de amor les diría que sentí mariposas en el estómago y que ahí fue que nos besamos por primera vez o alguna tontería de esas. Pero ya que no es una historia de amor solo dije:

—Sé que soy irresistible, pero tienes que controlarte un poco Lucas.

—Ni que fuera la primera vez que dormimos juntos —el bufó y enredó sus piernas con las mías— ahora duérmete.

Pero no pude dormir, la ironía de mi situación y el dolor de cabeza no me dejaban. El chico que una vez irrumpió en mi cuarto para matarme había salvado mi vida, se había quedado para asegurarse que estaba bien y, para rematar, se había acostado conmigo para que no tuviera pesadillas.

¿Por qué?

Lucas me intrigaba, demasiado. A pesar de haber matado antes, a pesar de lo insoportablemente egocéntrico que podía llegar a ser, en el fondo era una buena persona. Solo estaba roto, contaminado.

Debía averiguar cómo había terminado así.

Debía leer esa nota lo antes posible.

💀

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Arriba les dejo un meme bien sensual que hice 💕

Tres razones para no matarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora