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NUEVE AÑOS ANTES.

— ¿Qué estás haciendo Dallas?

Jimin borraba con una toalla húmeda la "D" en el centro de su pálido pecho frente al tocador. El chico de quince años y cabello rosa claro intentaba encontrarse consigo mismo en el espejo, pero su sonrisa angelical tan característica en él se había convertido en una malograda mueca triste. Se giró sorprendido cuando se dio cuenta de que el señor Dak -ho se estaba refiriendo a él, aún no se había acostumbrado a su nuevo nombre.

— Me estoy cambiando señor.

— ¡Ah, pero si todavía no nos vamos!

— ¿No? Pe- pero si ya no queda nadie...y tengo examen en unas pocas horas...— el chico se encogió, solo quería irse a casa.

Estaba cansado, todo su cuerpo lo estaba y también su mente.

— ¿Ya vas a empezar a quejarte?

— No señor...

— Más te vale— dijo poniéndole las orejas en las manos— Ha venido alguien muy importante especialmente para verte. Vuelve a caracterizarte y no les hagas esperar. Te gustará la sorpresa que tengo preparada para ti.

El padre de Jungkook acercó su atractiva cara a la suya y le dio un suave beso en la frente. A Jimin ya no le gustaba su elegante olor ni el tacto de sus labios sobre él. Ya era imposible que siguiera viéndole como el padre que nunca había tenido aunque no podía evitar sentir una extraña admiración hacia él. Era un hombre exitoso que tenía todo cuanto quería, tan guapo que dolía mirarle y un experto embaucador.

— D-de acuerdo...

El señor Dank-ho le dejó a solas y Jimin contó con sus dedos el tiempo que le quedaría libre suponiendo que tuviese que estar en el Etéreo una hora más. Veinte minutos de viaje hasta casa, media hora para ducharse, vestirse y fingir que desayunaba, diez minutos hasta la escuela y eso le dejaba tan solo una hora y cuarto para repasar el examen si es que no se dormía. Frunció los labios y reprimió las lágrimas, era un examen de recuperación, no pasaría de curso si no lo aprobaba y no había podido estudiarlo apenas. Sus profesores le regañaban por no prestar la suficiente atención y haber bajado el rendimiento. Decían que estaban decepcionados y que esperaban mucho más de él, que después del duro palo que se había llevado debería pensar en su abuela y ser alguien de provecho. Decían que debía dejar de centrarse en su aspecto físico y seguir ejercitando su mente, que de la belleza no se vive.

Los rasgos afilados de su cara de óvalo perfecto se debían a su estómago cerrado y su cuerpo en forma a las muchas horas que le obligaba a practicar baile convirtiendo su pasión en algo obligatorio. Su cabello rosa y de corte moderno no había sido su elección ni tampoco todos los pendientes que le adornaban las orejas, aunque estos últimos le gustaban.

¿Tan ciegos estaban? ¿No es obvio que algo ocurre cuando un estudiante se duerme en clase prácticamente todos los días o deja de lado sus deberes de un día para otro? ¿O es que a nadie le importaba lo suficiente como para hacer algo por él? Bueno, a nadie no... Jungkook estaba pasando un infierno viéndole empeorar día tras día.

Se colocó las largas orejitas de conejo y el rabo en forma de pompón en los vaqueros deshilachados. Volvió a pintar la inicial en su pecho y se relamió los labios hasta hacerlos brillar, el seño Dank-ho decía que era su punto fuerte junto con sus inusuales ojos grandes y rasgados.

Aguantó el aire en sus pulmones antes de abrir la puerta y se colocó el mejor intento de sonrisa que pudo en la cara pero su ceño se frunció en cuanto llegó a la sala.
Las cortinas del escenario estaban cerradas y apenas había un par de personas sin contar al señor Dank-ho ¿Si no iban a hacerle bailar, qué es lo que querían de él?
Retrocedió unos pasos con el corazón bombeándole con fuerza, él era no tan tonto como para no saber lo que hacían los otros chicos que trabajaban allí pero nunca pensó que el señor Dank-ho le haría algo así. Quería creer que se conformaría con el dinero que le hacía ganar con el baile, debería ser suficiente para pagar su manutención y el colegio.

MUÑECOS ROTOS [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora