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Cuando alguien tocó la puerta de su pequeña oficina a la hora del descanso, Min YoonGi jamás se imaginó que al abrirla, iba a tener justo en frente suyo al estudiante modelo de la escuela Jayu, el joven Kim SeokJin. Más alto que él, de cabello espeso, negro y cuidadosamente ordenado, el jovencito hizo una reverencia y sin hablar, lo observó con sumo detalle: sus ojos grandes y oscuros brillaban con vitalidad, tenía las mejillas tenuemente sonrosadas, y sus labios se curvaban en una sonrisa leve.

Kim SeokJin, en serio, era el alumno perfecto.

YoonGi no tenía el honor de conocerlo realmente, nunca había charlado con él o algo similar. Pero sus colegas se lo manifestaban seguido: “Todos los alumnos deberían ser como SeokJin”; “El hijo mayor de los Kim es el adolescente ejemplar”; “Recuerda, YoonGi: ese chico nos hará sentir orgullosos en el futuro”; “En unos años más, seremos conocidos como los profesores de Kim SeokJin”.

YoonGi estaba de acuerdo, en todo caso. Nunca escuchó un reclamo acerca de él por parte de los alumnos, y aunque no había visto sus notas en detalle tampoco, sabía que había quedado entre los mejores diez alumnos de su generación este año. En resumen; el futuro de SeokJin sí que era brillante.

Pero cómo no iba a serlo, si su padre era el CEO de una importante empresa ligada a la tecnología y su madre animaba un programa de televisión. Lamentablemente YoonGi nunca lo había visto porque prefería pasar sus ratos libres leyendo un buen libro. Es más, él ni siquiera tenía un televisor en su mediocre departamento.

Algunos decían que YoonGi era aburrido, mas él pensaba que sólo era un hombre de veintiséis años con gustos simples.

—Buenas tardes —lo saludó, y también hizo reverencia, aunque no tan inclinada como la de SeokJin. El chico en serio tenía muy buenos modales—. ¿Necesitas ayuda, pequeño?

Era gracioso el hecho de que este jovencito “pequeño” fuera mucho más alto que él… y eso que YoonGi no era bajo de estatura, sino promedio.

—Ehm… sí, por favor —respondió el chico de forma tímida. Tenía una voz suave, masculina, pero no profunda—. Hola, me llamo Kim SeokJin— se presentó—, soy de último año.

YoonGi se preguntó si acaso el muchacho era tan consciente de su popularidad como para haberse presentado así. Quizás era solo una actitud humilde propia de su personalidad respetuosa.

Y eso le agradó.

YoonGi, al ser el orientador de la escuela, conocía perfectamente las actitudes estiradas de los alumnos, y a estas alturas se había acostumbrado a eso. Llevaba un año trabajando allí, y aunque no eran alumnos con problemas realmente terribles (o al menos, ninguno había acudido a él por asuntos de extrema gravedad), sí tenían un carácter de lo más desagradable.

No era de extrañar: la escuela era una de las más prestigiosas de Seúl, cuyo alumnado consistía en su totalidad por chicos de estrato social alto, con padres dueños de grandes empresas, políticos, famosos, etc. Es decir, con futuros líderes.

Tal como SeokJin.

—Adelante —le indicó que entrara haciendo una señal con la mano, y el joven enseguida obedeció. Después de eso, YoonGi cerró la puerta y se fue a sentar a su silla giratoria, tras el escritorio en el que solía estar desde el comienzo al fin de su turno, exceptuando el almuerzo—. Siéntate, por favor— dijo apuntando a la silla que había dejado especialmente para que los alumnos se sentaran a explayarse.

SeokJin, como no, le hizo caso, y se quedó mirándolo con una expresión indescifrable.

—¿Entonces? —preguntó YoonGi con tranquilidad. No quería que el joven se sintiera incómodo estando allí, al fin y al cabo buscaba su ayuda.

JAYU #jinsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora