Froid comme la neige, mais brûlant comme l'enfer

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Definitivamente Gabriel se había vuelto un experto en inflarme el deseo y bajarmelo de sopetón hasta el piso.

Eso me había quedado claro ayer con el baile, cualquier otro hombre me habría hecho suya en medio del salón, sin embargo el sabía dominarse muy bien, al punto de que parecía más fácil boxear con un canguro que seducirlo.

Sin embargo, pese a su aparente frialdad era un hombre realmente ardiente. Lo notaba en su manera de dirigirse a mí.

En la mañana, mientras preparaba el desayuno de Adrien, me abordó, haciéndome descomponer por completo la masa de los pastelillos.

Ahora diré porqué.

Cuando me encontraba, batidor en mano, se le ocurrió que sería buena idea cogerme por la cintura a la par que me jalaba el cabello, haciéndome perder control sobre el batidor y, con ello, disparando la masa por todos lados.

- Hueles delicioso, Nathalie.

- Gra-gracias Gabriel. Me asustaste.

- Mmmmm me encantaría provocar otro tipo de reacciones en ti pero, aún no es tiempo. Por cierto, ¿que vas a hacer el 24 de diciembre?.

- Pues nada, aquí estaré. Mis padres viven ahora en Provence y no tengo muchas intenciones de ir para allá, mi amiga Kylie está en Australia,de modo que tampoco podré pasarlo con ella, Nadja Chamack, otra amiga que tengo esta lejos por ahora, de modo que es completamente descartable también ella. Por lo tanto, supongo no haré nada. ¿Y usted?

- Nada por el momento, Adrien estas fechas lo va a pasar a casa de André Bourgeois, quien tiene una hija de su edad. De modo que casi siempre estoy solo.

- Mmmmm que caray.- Contesté con una sonrisa maliciosa. La cual me respondió jalando mi cabello y atrayendome hacia sí. Acto seguido me besa y me empuja segundos después. Si algo tiene, es que sabe besar como en las novelas.

Limpie lo que se había ensuciado y seguí preparando los pastelillos de Adrien. Me pidió que le hiciera pastelillos de fresa color negros y verdes. Los cuales estaba preparando desde horas antes. Mientras cocinaba me puse a pensar, en porqué Gabriel quería que el encuentro esperara tanto tiempo. De todos modos lo íbamos a acabar haciendo algún día.

Ya que los saque del horno, los emplate y los dispuse para que el niño pudiera cogerlos cuando el deseara, decidí subir a darme una ducha.

Estaba preparando el agua y, desnudandome en lo que esperaba, me quité mis shorts y mi blusa con estampado de La sirenita.

Ya sé, soy una ridícula, pero tengo 18, tengo permiso de serlo.

Ya que estuve desnuda, me metí al agua caliente, dejando que me empapara el cabello, la cara, el cuerpo, toda yo pronto estuve bañada de pies a cabeza, solo con agua, pues aún no me lavaba.

Puse un poco de shampoo en la palma de mi mano y me lo dispersaba poco a poco por toda mi cabeza, haciendo que mi cabello quedara limpio y con un delicioso aroma. Acostumbraba a ponerme shampoo dos veces, de modo que me di una segunda mano.

En esas me encontraba cuando, mientras quitaba el shampoo de mi cabello, sentí unas manos recorriendome, desde la espalda, nalgas, senos, vientre, incluso un manoseo superficial en mi sexo.

Mmmmmhh siiiii, por fin!!!!

Después empezó a besar mis lóbulos, mi cuello, espalda, haciéndome arquearla despacio hacia atrás, así estuvimos un breve instante.

Después de eso, cogió un poco de jabón líquido, echándolo en mi espalda, cuerpo y mi sexo, ante el cual, ya limpio, se agachó a besar suavemente, hasta que prorrumpi en gemidos de hondo placer.

Justo cuando me encontraba en la cima del cunnilingus, metió dos de sus dedos en mi sexo, dentro, fuera, hasta sacarme un par de squirts.

Cuando subí una de mis piernas para darle mayor alcance y apertura hacia mi sexo, se quitó de súbito y me volvió a besar los labios, el cuello, los ojos incluso.

- Aún no, Nathalie, aún no...

¡¡Maldito seas!!

Salió de la ducha, colocandose una hermosa y elegante bata de baño, dejándome, otra vez, encendida y dispuesta.

Gabriel estaba portándose asi, supuse,para medir mi resistencia.

Era frío al hacerme encender sin siquiera darme oportunidad de aprovechar un poco lo que me hacía.

Sin embargo era ardiente como el infierno mismo al causar todo eso con esa facilidad tan impactante. Era imposible no desearlo tanto. Menos con lo que me hacía día a día para tenerme a fuego alto.

Solo tú me puedes saciar...

De assistant à épouse d'un millionnaireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora