- 2 -

762 38 2
                                    

–Vaya, has traído a la nueva... ¿vivís cerca? –Laura tenía una lengua viperina, en cuanto nos vio entrar supe en lo que estaba pensando y cuando Sara se fue a su mesa no tardó en acercarse a cotillear.

–Me la encontré de camino y la acerqué –no me parecía apropiado decirle que había pasado la noche en mi casa.

–Que amable... –había un claro escepticismo en su voz –Oye, y no te parece raro que la hayan contratado, es un poco joven, ¿no? Creí que nuestro trabajo era más serio.

–¿Has visto su prueba de selección? Es tres veces mejor que la mía... y unas pocas más que la tuya –aproveché para devolverle alguna pulla... fue un error.

–¿Y tú has visto su ficha? Casualmente cumplió los 18 años unos días antes de la prueba de acceso... eso no se lo cree nadie, apuesto a que no llega a los 17, es una cría.

–O se conserva bien.

–Ay! No se puede hablar contigo, siempre estás defendiendo lo indefendible. Me voy a trabajar a ver si así me olvido un poco de ti y de tu obsesión con la nueva... que ni aunque tuviera los 18 sería apropiada para ti... –eso último lo dijo mientras se alejaba pero dejándome oírlo con bastante claridad. Como suponía los rumores corrían como la pólvora... y sólo era su tercer día en el trabajo.

Sin embargo no hubo tanto problema como pensaba, Sara calló bocas en cuanto empezó a hacer su trabajo, sus porcentajes eran increíbles, trabajaba al 100% más horas que nadie, su eficacia era innegable. Además no parecía preocuparle lo que hablara la gente, es más, apenas hablaba con nadie en el trabajo, con lo que pronto empezaron a ignorarla.

Salimos juntos del trabajo y podía notar la mirada acusadora de Laura en mi nuca.

–¿Qué tal el día? –intenté saber si alguien había hablado con ella en el mismo tono que Laura conmigo –¿ya has conocido a todos tus compañeros de trabajo?

–No lo creo... de todas formas prefiero centrarme en el trabajo, no se me da bien lo de socializar... hago mi trabajo y punto, no busco hacer amigos.

A veces era tan tajante en sus respuestas que parecía sinceramente que no quisiera saber nada del mundo que la rodeaba.

Cuando llegamos a casa intenté sacarle algo más de información sobre ella misma, pero no parecía dispuesta a colaborar. Me ignoró y se puso a fregar la cocina y el baño, pese a que le dije que no hacía falta... pero como dije, me ignoró.

Esta vez preparó ella la cena, y cocina, de lejos, mucho mejor que yo.



Para acallar los rumores en el trabajo dejamos de ir juntos, nos separábamos un poco antes de llegar y yo me paraba a comprar el periódico mientras ella se adelantaba o me quedaba tomando un café o algo así, de forma que siempre hubiera unos minutos de separación... aunque aquello parecía preocuparme más a mí que a ella, en ocasiones hasta me parecía que pensaba que me comportaba como un crío, lo cual era algo humillante, porque ya tenía casi 32 años... y algo cierto. Pero funcionó. Al cabo de unos días ya no se nos relacionaba, y lo único que destacaba de ella era su talento en el trabajo; todo el mundo estaba sorprendidísimo, algunos y algunas celosos y los jefes encantados, yo incluido.

Pese a que vivíamos juntos Sara apenas hablaba, nunca contaba nada de su vida, y si yo le preguntaba respondía con monosílabos o cambiaba de tema. Su tiempo en casa lo pasaba estudiando, limpiando, cocinando o cosiendo; porque al parecer se hacía su propia ropa.

Pese a todo su compañía me era agradable, podía seguir estando cómodo en mi casa y las charlas con ella, aunque escasas y normalmente sobre el trabajo, eran estupendas; si bien físicamente parecía incluso menor de 18 años, si cerrabas los ojos mientras la escuchabas hablar podría pasar por alguien mucho mayor; tenía una madurez sorprendente, poco acostumbrada para los tiempos que corren.

Mi joven empleadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora