El inicio de una promesa

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—Vamos Marinette, de verdad debes detenerte. Solo la estás lastimando —decía Alya, claramente molesta por las actitudes que tomaba su amiga.

—Pero es más que obvio que no tiene nada. Solo los está usando —recriminó molesta, al cruzarse de brazos.

—Marinette, yo sé que nunca te he caído bien, y no entiendo porqué si yo no te he hecho nada —lamentaba Lila al sobarse las muñecas, expresando tristeza en su rostro y lamento—. Pero en verdad no debes ser tan cruel. Han sido tiempos difíciles desde que volví de Achú, adaptarme a París, ponerme al corriente con todas las clases, mi madre casi nunca está. No podría hacerlo sola.

—¡Agh! ¿Es en serio? ¿Le van a creer?

Los demás expresaron un gesto molesto. Nunca hubieran imaginado que Marinette podría comportarse de tal manera. Lila era ahora su compañera y al igual que todos, merecía apoyo y paciencia.

Para mala suerte de la azabache, relacionaban su mala actitud con el joven de hebras doradas, puesto a que Lila era amable con él, pero en realidad, Lila era amable con todos.

Poco a poco, la figura heroica que tenían de la Dupain, pasó a ser una figura que pintaba intolerancia y recelo, todo por un chico que podría no valerlo todo.

Mari, al ver la expresión del resto de la clase, gruñó y alzó la mano en señal de despedida, necesitaba tomarse un break si es que no quería ser el blanco de Hawk Moth una vez más, pero simplemente no podía evitarlo. Todos estaban siendo muy injustos, pero, sobre todo, ciegos.

Caminó entonces hacia el baño de damas para refrescar su rostro y sobre pesar las cosas. Debía ser realmente paciente porque sabía que el mal no podría durar para siempre y que tarde o temprano doblegaría sus rodillas ante la verdad y el bien, y cuando eso sucediera, lo disfrutaría mucho.

Escuchó la puertilla del baño cerrarse y apreció a la italiana caminar hacia los lavabos, enjuagándose las manos que, hacía unos momentos, juraba no poder mover dado a la artritis y el terrorífico frío que hacía el día de hoy en París.

Eso no provocó más que puro enojo en la azabache, quien buscaba ignorarla mientras ajustaba sus coletas y se miraba en el espejo.

Lila fue por una toalla de papel y la tiró en el cesto de basura, observando a su rival desde su lugar con una amplia sonrisa de victoria. Fue cuando Marinette removió su mano en su bolsillo, activando así la grabación de audio. Sabía que hablaría en cualquier momento y cuando lo hiciera, sería su perdición.

—¿Sabes? —la sacó de sus pensamientos la italiana—. Sé que parezco muy mala, y en realidad puedo serlo, no te imaginas cuánto, pero en realidad, tengo una compasión especial por ti.

Comenzó a caminar en su dirección, a paso decidido y con intención de intimidarla, sin embargo, Marinette permaneció con firmeza en su lugar, sosteniendo la mirada retadora de la muchacha con una sonrisa de lado.

También era obvio que su rodilla no estaba lastimada.

—Así que te daré otra oportunidad antes de que todos terminen por odiarte y alejarte definitivamente de sus vidas, porque cariño, lo único que provocas es una lástima hacia a ti. Adrien está cada vez más cerca de ser mío y tú no podrás hacer nada para evitarlo.

—No creo que Adrien sea muy tonto para caer en tus trampas Lila —habló la azabache— y en cualquier caso, él no merece a una persona tan mentirosa como tú.

—De acuerdo, de acuerdo —habló ella riendo mientras alzaba sus manos declarándose inocente— tú sabes que yo soy la mentirosa aquí, pero para todos los demás, tú lo eres e incluso alguien tan mosquita como Adrien puede creérselo. Las segundas oportunidades no siempre se presentan en la vida, Marinette. Deberías aprovecharlas cuando te llegan porque entonces, la vida ha decidido no ser tan cruel contigo y para que eso te considere debes ser muy afortunado.

Créeme [OneShot - Marichat]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora