LIII Último deseo

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Aún no ha amanecido cuando me despierto en la cama de Illumi. Sobo mi vientre, poniéndome de pie con dificultad. No hay rastros de él en el cuarto.

Avanzo lentamente por el pasillo, deteniéndome de tanto en tanto para descansar. El golpe que me dio me ha dejado bastante mal.

Ya no sólo lastima mi corazón, ahora ha empezado a hacerlo también con mi cuerpo.

Al final, esta historia ha acabado como siempre, me lamento deteniéndome en la puerta de mi dormitorio.

—Mmm... Amo Illumi, no se detenga.

Por un momento, mi corazón se salta un latido, cuando la voz de Hakura, rebosante de lascivia, se cuela por la puerta entreabierta, acompañada de algunos gruñidos de Illumi.

Ellos están juntos, me niego a creerlo. Debo verlo con mis propios ojos, por más doloroso que sea. Armándome de valor, empujo lentamente la puerta y me asomo hasta verlos follando en la cama.

Illumi está sentado y la estrecha entre sus brazos, mientras ella sube y baja gimiendo de placer. Ella le acaricia el cabello a la vez que le hunde la cabeza entre sus pechos.

Una mueca de satisfacción se dibuja en su boca cuando abre los ojos y me ve. Sonríe triunfal besando el cuello de Illumi, burlándose de mí, mientras hace suyo lo que antes era mío.

—Hakura... —susurra él entre jadeos, acariciando la roja cabellera de esa mujerzuela, para luego sujetar dulcemente su rostro y besarla.

Aquella imagen y los obscenos sonidos que salen de sus cuerpos terminan por marearme y salgo corriendo del lugar.

Mi corazón desbocado no encuentra consuelo, la traición de Damien ahora se repite en Illumi. Ni siquiera se ha molestado en buscar otro lugar, lo ha hecho bajo el mismo techo, a pocos metros de donde yo dormía.

Ya no le importo, él me ha sacado de su vida, todo se ha terminado. Camino hasta uno de los balcones en busca de aire fresco. El frío de la noche cubre mi rostro húmedo, congelándolo. El sonido de mi llanto se pierde entre el bullicio de una ciudad que no duerme, que ni siquiera sabe que existo.

Intenté ser fuerte, pero este dolor que siento en mi pecho es insoportable. Ya no aguanto un segundo más en este horrible lugar, ya no quiero volver a ver a Illumi nunca.

Maldigo el día que tuve que conocerlo, un día en que sentí el mismo dolor que ahora. Qué ironía. Fue una traición la que nos llevó a encontrarnos y ahora es la misma traición la que nos separa.

Me acerco al borde del balcón, apoyando mis manos en él y suspiro, pensando en todo lo que abandoné por seguir este absurdo sueño. Si hubiera hecho esto antes, me habría ahorrado tanto dolor.

Acaricio mi vientre estéril y vacío. Esta noche todo se acaba, después de esta noche ya no habrá más dolor para mí.

Paso una pierna por sobre el borde del balcón y luego la otra, sujetándome de la orilla. Lo único que lamento es no poder despedirme de Lucy.

Me suelto y cerrando los ojos, caigo al frío de la noche...

Hasta que unas manos frenan mi caída demasiado pronto, asiéndome de la cintura. Pataleo y grito mientras soy devuelta al balcón, cayendo al piso de éste. Un hombre vestido de negro está frente a mí. Lo conozco, es el chofer que condujo desde la estación de policías.

—Al amo Illumi no le gustará esto —sentencia, llevándome a rastras hasta un cuarto donde me encierra.

Grito, frustrada y desecha; destrozada, presa de un ataque de nervios. Jalo mi cabello y golpeo las paredes y la puerta, aventando todo lo que encuentro a mi paso. Minutos más tarde, termino durmiéndome en un rincón, exhausta.

Vidas cruzadas [Illumi Zoldyck] (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora