Paso 2: No te encariñes con las parejas. Jamás.

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—No vamos a reunirnos en mi casa—declaró.—Aún no te tengo tanta confianza. Ni siquiera te creo del todo.

—Del todo—repitió él. Una sonrisa creció exponencialmente en su rostro—. Estás comenzando a dudar.

—No nos reuniremos en mi casa—volvió a decir—. No hemos llegado a ese punto.

Él alza ambas cejas.

—¿A qué punto te estás refiriendo?

—Al punto de que vengas a mi casa—. Y cuando presintió que los colores se le están subiendo al rostro, agrega:— No somos tan amigos.

—Está bien—lo vence.— Podemos vernos de nuevo en el parque.

—Perfecto.

—Pero no tu parque. En el mío.

—Caray. ¿Eres propietario de un parque?

—Espero que seas mejor Cupido que comediante—suelta el chico—. Tus chistes son malísimos.

Al día siguiente salió corriendo disparada al parque a las tres con quince de la tarde. Se fue con lo primero que encontró en su closet porque se le había hecho tarde y había pasado el día entero en pijamas.

—¡Llega antes de las ocho!—le gritó su madre desde la cocina—. Hoy pasan cupcakes wars.

Cuando cerró la puerta tras de sí, Cecilia se preguntó si algún otro chico de su edad también pasaban sus domingos por la noche viendo reality shows con sus padres.

Ella nunca había sido demasiado popular. Y en realidad, nunca intentó serlo. Le iba bien con los amigos que ya tenía, no sentía que necesitara más. Sus compinches de aventuras favoritos eran sus padres. Rara vez la castigaban porque estaban demasiado ocupados riéndose con ella (o de ella) y en sus respectivos trabajos. Fue hasta secundaria que se enteró que no todos los hijos se llevan bien con sus padres. Y que no todos los padres se llevan bien entre ellos tampoco.

No le salió ninguna palabra de la boca cuando en segundo grado, su amiga Naomi le contó a lágrima viva que sus padres iban a separarse. Hizo lo mejor que se le ocurrió: la abrazó. Y le comentó a la psicóloga la situación cinco semanas más tarde cuando Naomi comenzó a faltar y a olvidar hacer sus tareas. No le sabía nada bien contarlo porque sentía que no le correspondía hacerlo, pero cuando notó que su amiga estaba en riesgo de reprobar el año, no vió otra opción.

Al final, Naomi se mudó con su padre a Ensenada. No la había visto desde entonces.

—Hey—le dijo Kendall golpeándole el brazo suavemente con el codo—. Vengo del trabajo. No he comido. ¿Te molesta si me compró algo?

—No.

—¿Quieres algo tú?

—No.

—Menos mal. Me pagan hasta el jueves.

¿A los Cupidos les pagarán en quincenas?

Ella no tenía hambre porque había comido espaguetis en casa, pero de repente se le hizo agua la boca cuando vió que el joven llegaba a su lado con un enorme hot dog. Le dolió cuando le estampó una mordida. Casi del tamaño de su puño.

—¿Segura de que no quieres?

Ella se preguntó si él le habría puesto mostaza, pero negó con la cabeza.

Con la boca llena y las palabras juntas, él soltó de repente:

—Bajo ninguna circunstancia debes encariñarte con las parejas que juntes.

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⏰ Última actualización: Feb 08, 2019 ⏰

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