Siento vibrar mi teléfono en mi bolsillo trasero.
–Disculpa un segundo– le digo a quien quiera que sea el hombre que traje esta noche a casa.
Miro la pantalla de mi móvil; cómo no: es Ed.
–Tendremos que dejar esto para otro día...
Me mira con una cara de estupefacción. Ugh. Odio al tipo soy-hermoso-nadie-me-rechaza. Pero eso sí, son bastante buenos en la cama.
–Como quieras– dice al recuperarse, pasándose una mano por el pelo–. De todas maneras tengo esposa–. Sí, claro, se ve en el anillo que no lleva puesto. Además, no tiene más de veinte. Enarco una ceja pero no digo nada, mientras él se viste y se va.
Cuando cierra la puerta de entrada, marco el número de Ed. Atiende al primer tono.
–Hey, Bree, espero no haberte molestado–. Oh, Dios, cómo amo su acento inglés.
–De hecho, Ted, estaba en el medio de algo...
–Oh, vale... bueno, te llamo luego.
–No, tontorrón, que ya lo he echado–. Casi puedo ver su sonrisa. –Dime, ¿qué necesitas? A que adivino: una cama.
–Hah. Exacto. ¡Deberías trabajar de vidente!
–Sí, sí. Bueno, ¿vienes o no?
–Humm... es que... como que ya estoy abajo–. Puedo imaginarlo sonrojándose, al punto de parecer un tomate por su piel tan blanca.
–Oh, Teddy... tú no tienes solución, ¿verdad? Ahora voy.
Cuelgo y voy al baño a quitarme el maquillaje; nunca lo uso con Ed, lo conozco demasiado bien para eso. Hace eso de unos tres años viaja de vez en cuando desde Inglaterra a L.A., para «darse a conocer a más gente» como lo llama él. Pero en serio, el pobre se esfuerza demasiado. El año pasado dio cerca de trescientos conciertos en la calle. Yo le dije, con el talento que tiene, debería ir a una discográfica ya y firmar, en vez de perder el tiempo; pero no, el muy obstinado no me hace caso. Dice que prefiere hacerse conocido así, que por puras promociones. En fin, nos conocimos en uno de sus conciertos, y justo después nos encontramos en un bar. Y luego lo típico: bailamos, bebimos, nos acostamos. Conversamos hasta el amanecer. Al día siguiente, me dejó en claro que no quería ese tipo de relación conmigo, que sólo me quería como amiga (lo cual me dolió, porque para ser sincera, es muy bueno en la cama). Así que desde entonces, cuando viene a L.A., a veces se queda conmigo; yo le hubiera ofrecido un lugar todos los días de su estadía aquí, pero Ed dice que no quiere molestar; él siempre tan caballero...
Abro la puerta y me encuentro con Ed, vestido con una camisa a cuadros, pantalones deshilachados, y la guitarra al hombro. Lleva su pelo naranja revuelto, como es usual, y tiene una sonrisa plasmada en su rostro regordete, que me dan ganas de comer a besos (hagamos como que no dije eso). Y esos ojos azules, brillan hasta en la oscuridad de la noche. Es que el hombre es totalmente hermoso, joder.
–¡Bree!– exclama y me abraza como si no me hubiera visto en años, aunque solo fueron un par de meses.
–Hola, Ted– le digo con una sonrisa–. Guau, ¿qué es eso?– mi corazón se agranda en mi pecho.
Saca de detrás de su espalda unos lirios aplastados, envueltos en plástico transparente, y me los da.
–Las compré con el dinero que gane con el concierto de hoy– juro que parece un osito pelirrojo.
–Oh, Dios, Ed. No debiste, ese dinero te sirve para pagar los viajes– niego con la cabeza.
–Entonces... ¿no te gustan? Pensé que dijiste que los lirios eran tus favoritos... puedo ir a cambiarlas, si quieres. No creo que haya cerrado– se pone aún más rojo que su cabello, si es posible.
–No, no es eso, fosforín– digo, sonriendo. Nunca le gusta que lo llame así–. Me encantan, es sólo que no me gusta que gastes en mí–. Sonríe tímidamente, y le indico con la mano que pase dentro. Pongo las flores en un jarrón, mientras Ed deja su guitarra en el sillón, y se asegura de que no se vaya a caer.
En serio ama su guitarra.
Veo que se dirige a la nevera. –Te compré papas y queso, por cierto.
–Oh, Jesús, Bree, te amo– dice, con la boca llena–. Eres todo lo que necesito.
Me sonrojo, aunque no tanto como él. Me doy la vuelta así no puede verlo.
–Sí, sí. Vale. Cuando quieras ven a la cama–. No es lo que piensan, por cierto. Dormimos juntos, sí, dormimos. No hacemos nada más. Bueno, quizá sí, si charlar, comer y ver TV cuenta. Pero eso es todo. Y es que mi casa no es tan grande, tampoco; está el sofá, pero Ed no es de eso. Su guitarra sí, al parecer.
Luego de ducharme y ponerme una camisa arriba de la ropa interior, voy al baño a lavar mis dientes. Escucho a Ed en la habitación descalzarse y quitarse los pantalones y la camisa. Sí, dormimos bastante desabrigados; pero como ya dije: no hacemos nada.
Aparece en el baño con un par de bóxers (los prefiere porque le dan más "espacio"), y nuestras miradas se encuentran en el espejo.
–¿Te importaría compartir el cepillo de dientes? No traje el mío.
Guau... en serio es hermoso. Su cabello tiene mechones más rojos, y otros más amarillos. Tiene una barba de unos días, que hace que sus ojos destaquen aún más, si es posible; no se afeita el pecho, pero su bello casi no se ve, porque es color rubio. No tiene el mejor físico, pero a mí me encanta así. Es tan cómodo para abrazar, y dormir en él. Sus brazos son más musculosos, por las horas de tocar guitarra sin parar, lo que también le deja las manos ásperas. Es... perfecto. Al menos para mí. Ojalá yo fuera algo más que el revolcón de una noche de algún hombre, algo más que la amiga de L.A. de Ed.
Siento una ola de calor invadirme; muerdo mi labio y le digo a Ed: –Quiero quitarte la ropa–. Luego me le lanzo a sus labios.
Puedo sentir que primero se resiste, pero luego sucumbe. Nos besamos hasta la cama, donde trato de tirarlo, pero me detiene.
–No... no... Bree, para–. Su respiración está entrecortada, y sus bóxers más ajustados de lo usual.
–Pero... ¿es que no me quieres?– le suelto. Y siento lágrimas correr por mis mejillas.
–No, amor, no...– siento sus brazos envolverme.
–Nadie me quiere...–logro decir entre sollozos–. Ni tú, ni los hombres que vienen a casa, ni mi madre, nadie.
Teddy me acaricia la cabeza con dulzura, lo que solo me pone peor.
–Shhh, Aubree. Shh, mírame–. Toma con delicadeza mi barbilla, y la levanta hasta que estoy mirándolo fijamente a los ojos.
–Dulzura, ¿sabes por qué te he dicho que no? ¿Desde un principio?–. Niego con la mirada, y cierro los ojos–. Es porque sabía que me iba a enamorar de ti. Y no quería que me rompieras el corazón. Pero luego... no pude resistirme y regresé la siguiente noche, y luego la siguiente, y la siguiente. Te digo que no... porque no quiero que pienses que eres sólo un revolcón. Cariño, eres mucho más que algo de una sola noche–. Abro mis ojos y me encuentro con la mirada más dulce que jamás me han dado.
–Te quiero, te necesito, Bree. Te amo.
Y nos besamos de nuevo. Pero no con lujuria, si no con amor.
ESTÁS LEYENDO
One Night {Ed Sheeran One Shot}
FanfictionBasado en la canción de Ed Sheeran. Portada hecha por mí. Recomiendo leerlo escuchando la canción (multimedia). Disfruten. :3 Obra registrada en Safe Creative bajo el código 1602236673530.