La bufanda azul

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Bueno jejeje Hola, esta historia está situada después de Ciudad de almas perdidas la escribí hace unos meses pero no me animaba a publicarla (soy muy tímida xD) es mi primera historia sobre Alec por favor no sean tan duros criticando TwT gracias por leer :)

Alec Miraba a través de la ventana de su habitación, si tan sólo pudiera hablar con Magnus una vez más, pero el brujo no contestaba sus llamadas, había intentado dejar mensajes de voz pero nada parecía funcionar.
-Lo siento…- dejó escapar en un susurro, si tan sólo no hubiera liberado a Camille, si tan sólo no hubiera ido donde ella, si tan sólo no hubiera intentado encontrar la manera de quitarle la inmortalidad a Magnus, el seguiría a su lado.

Miró su celular con la esperanza de encontrar algún mensaje, pero no había nada, caminó lentamente mientras sentía su corazón comprimirse al tiempo que se dirigía al armario, con mucho cuidado tomó entre sus manos una cierta bufanda azul que había recibido por parte del brujo, la acercó a su nariz  aspirando profundamente, aún conservaba el particular aroma a sándalo que tanto le gustaba a Magnus, Alec cerró los ojos mientras los recuerdos recorrieron su mente, imágenes atravesaban su cabeza, recordó  la fiesta de presidente miau y su primer pensamiento hacia el extraño brujo que le pidió que lo llamara, recordó el día en el que casi muere de no ser porque Magnus le salvó la vida, recordó su primer beso en la puerta del departamento de Magnus, recordó su primera y desastrosa salida, una sonrisa nostálgica se formó en sus labios, soltó la bufanda cuando escuchó que alguien se aproximaba a la puerta, Jace entró de manera cautelosa mirando con curiosidad a su parabatai.

-Estamos preocupados no has ido a entrenar desde... bueno –el rubio dudó un momento- desde lo sucedido con Magnus-.

-Descuida bajaré enseguida- contestó el ojiazul. Jace asintió y salió de la habitación sin antes darle una última mirada a su parabatai.

Alec recogió la bufanda de nuevo y con cuidado la guardó en el armario donde la había encontrado, tomó su celular, le echó un último vistazo, “nada aún” susurró antes de salir de la habitación y cerrar la puerta tras de él. 

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