Al borde del rito y la seducción

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Sin ánimo definido se dirigió al departamento donde días atrás pasó la noche, en contra de su voluntad, con una mujer estrafalaria y misteriosa. Desde que se levantó no dejó de visualizar las terroríficas situaciones que posiblemente vivirá en ese departamento cuyas paredes negras, libros de brujería, olores extraños y objetos tenebrosos azuzarían su miedo a lo desconocido. En todas las visitas de Rolando fue vetado de llevar cualquier objeto que registrara el rito de Yumi. Siempre que intentaba fotografiar ese lugar embrujado ella se enfurecía y con sus largas uñas negras rasguñaba la mano sudorosa de Rolando. Todas las veladas en el departamento, ella estuvo pendiente de Rolando como un ánima acosadora. Cada vez que iba a visitar a su amiga solía pensar murmurando y, para que los pasajeros no lo tilden como un loco de la calle, se aislaba. Cuando subió al micro, se sentó en la parte trasera evitando que los pasajeros sientan su angustia. «¿Qué locura se le ocurrirá a Yumi? La última vez que jugamos a la huija se flageló por no contactarse con sus padres», musitó provocando que una joven de esbelta figura, cabello rubio y lentes, ubicada a dos asientos de él, volteara a mirarlo como si fuera un bicho raro. Él siempre ha tolerado esas circunstancias, por ello, la mirada de la muchacha no le intimidó. Por el contrario, una satisfacción intensa despejó sus miedos originales al sentirse observado por una chica atractiva. Aquella mujer se parecía mucho a Yumi. La volvió a recordar con su peculiar ropa negra y extrañamente quería verla pronto, no obstante temía encontrase con ella en ese sitio siniestro. Por un instante anheló que el embotellamiento y la intensa garúa, que lo hacía temblar, desapareciera. Fue tan grande la ansiedad de ver a su amiga que decidió sentarse junto a la chica rubia para llenar su vacío. Quería compartir gratos momentos con Yumi pero no en su departamento profundamente embrujado. Caminó sin agarrarse del pasamano y un bache hizo que cayera de rodillas paralelo al asiento de ella. Contempló sus largas piernas trigueñas que contrastaban con la pequeña minifalda que lucía su encanto. Arrodillado y con la visión barriéndola de arriba hacia abajo y viceversa, generó que la chica se ruborice y los demás pasajeros lo miren con desprecio. Cuando se sentó a su costado temblando de nervios, pensó esta vez sin verbalizarlo: «Se pareces mucho a mi amiga. No será su hermana. Que yo sepa no tiene parientes de su generación». Ella lo miró de reojo con extrañeza; sin embargo, él evidenció interés. Cuando estuvo a punto de ensayar una de sus tácticas de seducción, Rolando se percató que ya estaba cerca del paradero, de pronto ella le pidió permiso. Él se paró dirigiéndose hacia la puerta trasera y sintió una respiración por atrás.

Los dos bajaron en la misma esquina donde se encontraba un hotel ostentoso. Caminaron por la misma vereda, permitiendo que Rolando observe su recorrido al haberse detenido a comprar un cigarro. Lo que duró el pitillo le sirvió para enterarse a donde iba. Para su sorpresa ella ingresó al edificio "Las Higueras", el mismo donde vivía Yumi. Un susto lo puso helado tentándolo a comprarse otro cigarro. «Si esa chica es pariente de Yumi estoy muerto», pensó como siempre lo solía hacer: murmurando sus pensamientos. Una abuelita lo escuchó mirándolo con pena. Ella lo había visto en varias ocasiones saliendo del edificio con pesadumbre. Decidió entrar a la bodega ubicada al frente del departamento de Yumi. Caviló con un pitillo apagado en la boca y una promesa retumbaba su mente: llegar a su departamento a las 8 de la noche en punto. Ya eran más de la hora pactada, mientras conversaba con el bodeguero sin aún tomar una decisión. Asustado sin saber que hacer miró el sexto piso que lucía oscuro, de pronto se iluminó. «Habrá entrado esa mujer al departamento de Yumi», pensó y el bodeguero dijo: «Perdón, no lo escuché». Cobró ánimo y se dirigió al edificio sin antes dejar un billete de diez soles en el mostrador. En recepción preguntó por la chica rubia que ingresó enterándose que ella fue al departamento de Yumi cuyo número era la edad de Cristo. Angustiado y con duda dejó su documento y entró. Buscó un árbol grande para esconderse. Ya detrás de una higuera vio la misma ventana iluminada que ahora cambiaba a una luz roja tenue. Asustado pensando lo peor, subió las escaleras y cuando se encontró frente a la puerta 33 escuchó la voz de la misma chica rubia. No se encontraban solas pues le hablaban a alguien más. «¿Será un hombre o una mujer?», murmuró. No tocó el timbre. Se marchó apresurado olvidando pedir su DNI al conserje. Momentos después, cuando pasaba por el hotel lujoso, una policía lo interceptó pidiéndole documentos. No los tenía. Se excusó diciendo que lo olvidó en el edificio "Las Higueras". Ella decidió acompañarlo y cuando llegaron, una ambulancia estaba estacionada en la puerta del edificio. Subían a ella una camilla con una mujer postrada. Casi sin aliento Rolando percibió mechones de cabello rubio ensangrentado.

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⏰ Last updated: Dec 10, 2018 ⏰

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