1

478 51 3
                                    

La primera vez que lo vi fue en una noche lluviosa.

Estando en una ciudad nueva y tan grande, sin mis amigos ni mis usuales parejas de una noche, recorrí la tan llamada "Zona Rosa", aquella calle que durante el día servía como paseo recreativo para las familias y los jóvenes y que durante la noche era el punto clave del negocio más viejo del mundo.

Paseaba en mi auto, valorando si necesitaba de verdad desahogarme de esta forma cuando lo vi.

Entre todas las mujeres con vestidos de colores chillones y escotes desproporcionados, había un chico.

Llamaba la atención, más que cualquier otra persona en la acera, quizá por el hecho de que en lugar de buscar refugio de la fría lluvia se paraba bajo ella directamente.

Disminuí la velocidad al pasar a su lado, hasta que detuve el auto, sin apagar el motor.

Como hacía con cada cliente que mostrara un poco de interés se acercó y se recargó en la ventana abierta de mi coche.

—Hey guapo—

Sonrió y me sorprendió lo mucho que aquel simple gesto me gustó.

—¿Quieres divertirte un rato?—

—Sube—

Fue todo lo que pude decir.

No me importó que estuviera empapado, tenía que tenerlo cerca.

—¿Lo quieres aquí?—

Negué suavemente y comencé a alejarme de aquel lugar.

Lo miraba de reojo, pese a que llevaba un abrigo, que lucía demasiado delgado, tiritaba levemente.

Vestía una camisa delgada y traslucida en su mayoría, era como un velo al tacto, shorts de mezclilla que eran lo suficientemente largos para cubrir su culo, unas medias de red que favorecían sus lindas piernas pálidas y su abrigo verde militar, que era al menos tres tallas más grande de lo que necesitaba, resbalaba por sus hombros, dándole una apariencia más infantil e inocente.

Aparqué en el estacionamiento de un motel cercano y en cuanto cerré la puerta de la habitación él comenzó a desnudarse.

Era pequeño, su cuerpo era delgado y frágil, delicado, como la flama de una vela y me cautivaba de la misma manera que esa pequeña llama.

Extendió su ropa en uno de los muebles de la habitación, esperando quizá, que el tiempo conmigo le diera oportunidad de secarla lo suficiente.

Me senté en la cama luego de quitarme el abrigo y el se acercó, sin permitir que la sonrisa desapareciera de sus labios pese a que notaba como el frió lo hacía temblar.

Cuando estuvo cerca lo tomé de la cintura, sintiéndolo estremecerse, pero antes de que pudiera hacer algo más, me empujó levemente por los hombros.

—Mis servicios no son gratuitos, guapo—

Sonreí y tomé mi billetera mostrándosela.

Él quitó sus manos de mis hombros y me permitió continuar.

Su piel estaba helada, tenía cientos de marcas en su cuerpo, algunas rojas y recientes y otras moradas o verdosas, que indicaban que llevaban un tiempo.

Nunca había estado tan excitado por alguien más.

Besé sus labios color cereza, notando su sorpresa de inmediato, estaba seguro de que no acostumbraba esta clase de tratos por parte de sus clientes.

—...¿Como te llamas?—

Me miró a los ojos y por una vez lo vi titubear antes de responderme.

—...Jimin—

—Es un lindo nombre—

Sonreí y me entregué a su pasión.

Lo sentí bajo mi cuerpo, aferrándose con sus piernas a mi cadera mientras lo embestía con fuerza. Gemía a mi oído, con sus brazos alrededor de mi cuello cuando subía y bajaba sobre mí mientras yo me dedicaba a devorar sus pezones rosados hasta que se volvieron rojizos.

Terminé dos veces en su interior y una tercera en su boca experta.

Cuando no pude más y me dejé caer en la cama me di cuenta de que eran cerca de las 3 a.m.

Lo miré boca abajo y pensé que quizá me había excedido un poco, sin embargo, él se levantó y fue por su ropa.

—Quizá deberías darte un baño antes—

Sugerí, olvidando por completo que el estaba ahí por su trabajo, no porque le pareciera atractivo como la mayoría de mis citas.

—No le daré a un cliente la oportunidad de irse sin pagar—

Me sonrió una vez más, yo estaba tan idiotizado con su sonrisa que tardé en comprender que quería su pago.

Tomé mi cartera y saqué él efectivo que llevaba conmigo.

—Si te hace sentir más tranquilo llévalos contigo—

Tomó los 600 dólares que le ofrecía sin contarlos, los puso entre su ropa y entró al baño.

Luego 15 minutos salió entre una nube de vapor, con los ojos brillando y las mejillas sonrojadas.

—¡Hay agua caliente!—

Aquella frase me encogió el corazón y no pude evitar sentir pena al verlo emocionado por un poco de agua caliente en la regadera.

—Sí, es lo normal—

Le sonreí al ver que dejaba caer la bata blanca y comenzaba a vestirse.

De alguna manera, me parecía un poco perverso verlo en ese momento. Pese a lo que acabábamos de hacer, creí que ese momento ere muy íntimo, así que tan sólo me levanté y fui directo al baño.

Terminé la ducha en 10 minutos y cuando salí de la habitación él ya estaba vestido, sin su abrigo se veía incluso mas lindo.

Sólo entonces reparé en que era joven, más de lo que yo en ese entonces, era imposible que superara los 20.

Al parecer me había estado esperando y cuando salí se puso de pie entregándome el dinero de vuelta, diciendo que le había pagado casi el doble.

Insistí en que se lo quedara.

Tomó su abrigo delgado, supe que de esa prenda dependía si sufría de frío el resto de la noche. Sin pensarlo mucho le puse mi abrigo sobre los hombros.

—Te llevaré de vuelta—

Mientras volvía a vestirme lo escuché salir por la puerta.

Me di cuenta de que se había llevado mi billetera además del abrigo que le había dado, sin embargo se olvidó de la prenda verde militar y me apoderé de ella.

Olía a lluvia y a tabaco. Y a él.

—Jimin...—

Sonreí cuando subí a mi auto para volver a mi departamento.

Era un nombre que nunca iba a olvidar.

• One more • [YoonMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora