Jack suspiró hastiado, apenas era miércoles y el peso que sentía sobre sus hombros era demasiado, toda esa apatía y frustración le estaba atormentando mortalmente. Todo era tan injusto, sentía que su esfuerzo valía absolutamente nada.
Con sus veintinueve años, ejerciendo laboralmente en una compañía de ilustración y diseño bastante conocida, el esperaba que después de dos años de ser parte del grupo de trabajo, al fin tendría su tan esperada oportunidad.
Lamentablemente sus expectativas eran demasiadas, por ello se encontraba cabizbajo, sentado en la silla de su pequeña oficina.
No puede ser que una vez más rechazaron mi trabajo.
Ese era su principal pensamiento y era real, los bocetos estaban en la carpeta color azul eléctrico que reposaba sobre su escritorio y el sabor amargo del fracaso aún lo rodeaba.
- Olvídalo, Jack. - Se dijo a sí mismo, soltando un suspiro de rendición.
Debía dejar de lamentarse, no servía de nada, debía enfocarse a lo que realmente importante. Tenía que editar el nuevo trabajo que iba a publicarse, que por supuesto no era el suyo.
Con ese pensamiento en mente se dispuso a trabajar.
Ya habrá más oportunidades.
Pensó ilusamente mientras encendía la pantalla, dándole una última mirada a la carpeta donde se encontraban sus ideas y sueños.
-o-
Después de una larga y tediosa jornada laboral, Jack al fin podía entrar a su hogar, deseó tanto llegar a su apartamento durante todo el día que en cuanto puso un pie en este, se sintió un poco mejor. Se descalzó, se deshizo de la americana negra y caminó directamente a la cocina, donde encendió la cafetera y tomó el primer bote de fideos instantáneos que vio en la despensa.
Sus planes para ese viernes no eran los mismos que para sus colegas del trabajo, Jack rechazó la invitación a cenar con ellos, no tenía ganas de ser parte de un montón de gente ebria y alegre que celebraban la publicación de un nuevo cómic, por lo que prefirió volver a casa con el objetivo de siempre, hacer lo que más le gusta, dibujar e imaginar historias.
Sabía que podría ser un poco deprimente, pero no iba a dejar inconclusa la historia en la que estaba trabajando, no aún después del rechazo por parte de su jefe.
Si bien, independientemente de toda la frustración que se acumuló en él después de recibir un no, uno más a la lista, Jack no era el tipo de persona que se dejaba caer por eso. Era un rechazo, un fracaso, pero su ideología nunca decaía, quería por una vez en la vida que uno de sus trabajos fuera tomado en cuenta y si eso requería mayor esfuerzo, él lo haría.
Después de culminar su cena para nada sana fue hacia su habitación donde se cambió, dejó atrás la camisa y los pantalones para usar su ya habitual sudadera y los pantalones de deporte que le quedaban grandes, quería estar cómodo para su esperada rutina nocturna.
Había acoplado un espacio pequeño en la sala, la mesa de dibujo y la lámpara estaba cerca de la ventana con vista a la avenida, le gustó ese sitio desde siempre. Ahí podía concentrarse, muchas veces miraba hacia la ventana donde visualizaba los árboles que, dependiendo de la temporada, lucían frondosos o creaban caminos de hojas secas sobre las calles, al menos tenía su lugar favorito, ese donde había creado tantas historias.
Cogió la carpeta y suspiró, estando sentado ya en el banco volvió a pensar en qué demonios había hecho mal esta vez para que su jefe le negara de nuevo la publicación de su trabajo. Jack había presentado muchas propuestas de trabajos, historias ficticias de todo tipo, cómics de acción, misterio, incluso intentó con uno del género de fantasía y lo que obtuvo fue siempre una negativa.
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Es mejor así, cariño
RomanceJack es un ilustrador frustrado el cual diseña un cómic llamado Softcore. Pierde el sentido cuando se ve envuelto entre la realidad y los sueños, esos dónde el personaje principal de su cómic, Akemi, le lleva a la locura. ¿Pero qué pasa cuando la re...