Cazada (Parte 1)

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Llevaba corriendo una larga hora. El frío azotaba mis mejillas y las cortaba como pequeñas agujas. Con mi mochila en una mano, corría y corría pasando árboles de varios tamaños intentando huir de ella. La policía.

Me habían intentado detener tan solo por robar una mísera barra de pan y un poco de dinero. Estaba muerta de hambre y sabía que sino comía pronto me desmayaría o me moriría. Cuando me vieron robarla, uno de los guardias intentó detenerme pero salí corriendo y al hacerlo le tiré un andamio de construcción encima de él, su coche y su compañero. Ahora tenía a la comisaría entera detrás mía.

Había conseguido llegar al límite de la ciudad en un coche que había encontrado mal aparcado por la calle. Lo cogí y huí lo más rápido que pude. Para mi desgracia, tenía poca gasolina y los policías me habían seguido, así que tuve que aparcar de una manera brusca y huir corriendo del auto. No tardaron mucho en verlo y seguirme.

Oía a los perros ladrar en la oscuridad de la noche.  La poca nieve que quedaba del día anterior estaba blanca y perlada, reflejando los rayos lunares. La luna alta y llena iluminaba las zonas no bloqueadas de los árboles. Esquivaba, saltaba y me agachaba para no tropezarme con ninguno. Al ser pequeña y ágil me era sencillo, suponiendo que los agentes no lo fuesen y les costase más. Las voces se oían más lejanas pero eso no indicaba que dejasen de buscarme.

Estaba exhausta, sabía que tenía que parar y en cuanto lo hiciese no tardarían mucho en atraparme. Fue entonces cuando vi en la penumbra, en un pequeño claro del bosque, una pequeña casa de madera con humo saliendo de la chimenea. Las luces de dentro se veían encendidas a través de las ventanas, cuyas esquinas tenían un poco de escarcha de las bajas temperaturas del invierno. Los escalones llenos de nieve también se veían con una fina capa de hielo, al igual que las barandillas y el tejado entero.

No dudé en ir directa a ella. Corrí por el claro y subí a trompicones los escalones helados. Casi me caí al suelo de lo resbaladizos que estaban, pero tuve buen equilibrio. La ventana estaba escarchada y no se veía nada del interior. Llamo con fuerza una, dos y tres veces hasta que oigo unos pasos en el interior. Miré hacia atrás. Por suerte en el claro no había nieve, pero unos haces de luz de las linternas de los policías se veían asomar de la penumbra. Si alcanzaban el campo, estaría perdida.

La puerta crujió, y una figura alta y delgada apareció ante mí. Una chica muy alta se encontraba en el umbral, con una expresión indiferente, acababa de salir de la pequeña cabaña. Con un abrigo de plumas, vaqueros rotos y botas negras, miraba hacia delante buscando a la persona que le habría interrumpido de lo que sea que hubiese estado haciendo. El vaho le salía de la boca, y el calor emanaba de la casa.

Finalmente miró hacia abajo, para encontrase con una chica rubia de metro sesenta, con las mejillas rojas y labios morados hiperventilando. Me examinó y mostró una mirada curiosa.

—Por favor, déjeme entrar. Necesito ayuda porque me van a atrapar sino...

No terminé la frase porque ella me agarró de un hombro y me metió a la fuerza en su casa. Cerró la puerta de manera suave, para que la policía no oyese nada, y bajó la intensidad de algunas luces.

Los ruidos de perros y luces de linterna aparecieron por toda la estancia. Me agaché bajo una ventana, al igual que ella. Se llevó un dedo a los labios. Esperamos unos minutos hasta estar seguras de que se habían marchado. Después, la chica se levantó y volvió a subir las luces, y atizó un poco el fuego de la chimenea. Yo seguía en mi sitio, tiritando y agarrándome las piernas.

—Gra...gracias... No se que habría hecho si...— Estaba intentando disculparme a pesar del frío, pero ella levantó un dedo. Me callé.

—No te he ayudado porque estuvieses en peligro, sino porque se supone que yo tampoco debo estar aquí —todo esto dijo sin siquiera dirigirme una mirada. Había echado más leña al fuego, y ahora estaba limpiando un poco el suelo que había manchado de barro y nieve—. Ahora dime por qué huías de la poli, y por qué no debería entregarte para no tener problemas de los que preocuparme.

You are Toxic | One Shots AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora