39.

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Nervios, oscuridad, gritos.

Luces, cámaras y acción.

Dentro música.

Y fue entonces, cuando dejaron a sus sentimientos volar libres hacia los recuerdos y vivencias de unos meses atrás. Volar hacia los inicios, revivir su historia. Volver a ser ellos.

Octubre, calor. Cuando aún viajar a la luna no entraba dentro de sus planes, al menos hasta que en esa primera gala, ella, con su voz, su alegría y su inocencia lo transportó a otro mundo, a otro planeta, a otro satélite, girando completamente el suyo. Recordaba cómo había disfrutado, levantándose de su asiento y dejando a sus compañeros un poco confundidos ante su acción, de sus risas, de sus saltitos y de sus juegos, recordaba cómo había apretado los puños, hasta hacerse daño cunado la pusieron en duda y cómo corrió a abrazarla deseando que los profesores la salvaran. Ella tenía que entrar, no podían dejar a las puertas del programa a esa joven que cada vez que cantaba era como si jugase en el escenario. Ella era música y él sabía que también era su tentación. Le volvía tan loco que conseguía poner todo su mundo del revés.

Los abrazos en nada se quedaron cortos, ya no les sabían a nada. Escondidas cogidas de manos mientras estaban sentados en el banco mirando por la ventana, dedos fríos y temblorosos entrelazados buscando calor y besos tiernos en la frente deseosos de bajar a los labios. En los estómagos empezaron a revolotear mariposas con sed del otro que en nada se convertirían en pequeños terremotos que les alterarían sus días, nervios incontrolables y risas flojas y tontas. Noches en vela conociéndose y madrugadas de ojeras. Nada les importaba. Pero, ¿por qué? La respuesta, no les tardaría en llegar.

Y de repente, ya no podían inventarlo, fingirlo o esconderlo. Ella, que cuando le miraba a esos ojos negros, el brillo que veía la cegaba completamente, como estrellas radiantes en mitad de una noche oscura. Y él, que cuando ella le susurraba sus alegres pero perfectas palabras, dándole igual si eran cortas o breves sus frases, su corazón no hacía nada más que titiritar poniéndolo a cien por hora borrando toda cicatriz anterior abierta. Y para los dos, era como volver a hacerlo todo por primera vez.

Soñaban con vagar juntos por las desiertas y desconocidas calles, mostrarse mutuamente su ciudad, su casa, su cama y redescubrir juntos un nuevo mundo. Porqué eran su droga y por ellos se recorrerían el universo, ya fuera volando o a pie.

Bailar bajo la lluvia como en esa primera clase de bailes de salón donde, aunque hubieran sido los más torpes, fueron los que mayor provecho habían sacado. Sus manos encajaban perfectamente como dos imanes, diseñados para encontrarse y sus pies, se buscaban al destiempo del ritmo.

Se habían dejado llevar, endulzándose el día, el arte, la piel, la boca, el corazón. Se necesitaban, como un pájaro, el volar. Soñando juntos, apostando juntos por la realidad, ignorando los defectos y adorando las virtudes. Sus mentes viajeras se seguían, se sincronizaban a través de una mirada pícara, una sonrisa, que les hacía crear un nudo en sus cuerdas vocales, pero que desaparecía al escuchar al otro cantar. Estaban dispuestos a todo, a perseguirse hasta al fin del mundo si era necesario sólo para traerle la felicidad al otro. A viajar a otro planeta, acampar ahí y quedarse a admirar las estrellas.Se habían conquistado a su manera, cambiándose la vida, reteniéndose bajo un T'estimo y sintiéndose con música.

Porque juntos, bailaban entre pentagramas como si fuera la primera vez.

Eran esa persona especial. Esa persona que perdonaba con risas su desorden o que se calmaba a base de tiernos besos en el cuello. Esa persona que con su voz, te abrigaba y protegía aunque todo fuera mal, aunque todo les fuera a la contra. Eran casa, eran refugio. Porque a su lado, nada importaba, todo era perfecto si juntos creaban una nueva ciudad, su ciudad de estrellas, en su propia burbuja ajena a todo. Juraron hacerse sonreír en inviernos y abrazarse en verano aunque hiciese calor. Los pies fríos bajo las sabanas siempre les molestarían pero sus caricias los calentarían, sus corazón se alterarían y a besos se comerían. Prometieron no ser normales porqué sabían que lo suyo jamás sería normal.

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