CAPÍTULO 20

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Me senté frente a él, observando cómo cogía su laptop con delicadeza sobre una bandeja. Rodé los ojos ante su gesto excesivamente cuidadoso. Miré por la pequeña ventana. Aún no habíamos despegado, pero sentía cosquillas en el estómago. Traté de relajarme respirando profundamente una y otra vez, intentando apartar mis nervios. Decidí iniciar una conversación sobre trabajo con el señor Britt para distraerme.

- ¿Cuánto tiempo durará el vuelo, señor Britt? - pregunté, apartando mi mirada de la ventana. Él levantó la vista de su dispositivo tecnológico.

- Siete horas - respondió, y abrí los ojos sorprendida.

- ¿Tanto? - murmuré para mí misma. Él asintió y volvió a su tarea - Exactamente, ¿qué espera lograr en la reunión, señor? - continué, tomando mi Tablet, siempre a mano, para anotar lo que me dijera a continuación.

- Necesito determinar si me conviene realizar esta compra - explicó encogiéndose de hombros. - No he podido dormir bien y me cuesta concentrarme - añadió, pasándome su laptop.

Leí detenidamente el informe en la pantalla sobre la compra de un orfanato en las afueras de Florida. Me sorprendió la información, aunque el precio no parecía malo.

- ¿Va a dejar a estos niños sin hogar? - pregunté preocupada, sin apartar la vista del documento.

- No exactamente, señorita Dávila - respondió Britt con calma. - Cada año para Navidad, realizo alguna obra social, como comprar propiedades para evitar que las personas se queden sin hogar. Es una forma de ayudar - explicó con sinceridad.

Asentí, impresionada por su compromiso social.

- Estamos a punto de entrar en diciembre, así que debo apresurar la compra y la remodelación - concluyó.

- Es asombroso, señor, tiene un corazón tan bueno - le comenté mientras me observaba.

- No todos tienen un corazón tan bueno como usted, señorita Dávila - desvió la mirada.

Ja.

- Supongo que sí - murmuré. - ¿Quiere que valore esto? - pregunté mientras él asentía.

- Exactamente - dijo, masajeándose la sien. - Voy a dormir un poco, disculpe si la dejo sola por un par de horas.

- No se preocupe, parece agotado. Vaya a descansar, señor - asentí, viéndolo desaparecer por una pequeña puerta. En ese momento, una azafata muy guapa se acercó a mí.

- Señorita, estamos por despegar. Por favor, abróchese el cinturón de seguridad - me sonrió amablemente con su ajustado uniforme. - ¿Le gustaría algo?

- ¿Agua mineral? - respondí.

- ¿Con gas o sin gas? - me preguntó.

- Con gas, gracias - asentí. Ella se retiró con una sonrisa hacia donde mi jefe había ido hace un momento.

Me agarré fuertemente mientras el jet comenzaba a inclinarse. Respiré profundamente. ¿Les he dicho que le tengo miedo a las alturas? Sí, así es. Traté de controlar mi ansiedad, y luego de unos minutos la azafata regresó con mi botella de agua. Me indicó que podía desabrocharme el cinturón, lo cual agradecí. Siete horas se me harán una eternidad. Saqué mis audífonos y reproduje una de mis canciones favoritas del momento, También saqué mi libro para retomar por donde lo había dejado la última vez.

Comencé con la lectura.

- ¿Dónde vamos? - pregunté a Liam, quien estaba leyendo el periódico.

Sálvame: El cambio que hace el amor verdadero a alguien con corazon de HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora