capítulo 3 Leo y Havy

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–¿Cómo lo supiste?

–¿Cómo supe qué, Aries?

–¿Cómo supiste en dónde estaba?- habían pasado dos días. Dos días en los que Aries lo único que hacía era mirar el suelo sin decir nada, Raúl se quedó con ella, entendía lo difícil que era asimilarlo– Cuando estábamos en el pasillo, de pronto apareciste.

–No sabía en dónde te encontrabas, sólo seguí el rastro de tu energía.

–¿Cómo se hace eso?– parecía molesta.

–Verás, cuando tu alma se desprende del cuerpo ya no forma parte sólo de la atmósfera terrestre, sino de todo lo que puede existir. Estar en el astral es como estar en un sueño, cuando quieres ir a un lugar, al que sea, lo único que debes hacer es pensar en él, y concentrarte. Pero si no sabes a qué lugar tienes que ir, debes pensar en l,a persona a la que quieres llegar, y de igual forma te encontrarás en donde sea que esté.

Estaban sentados frente a una enorme fuente, que por ratos dejaba de disparar agua. El hospital en el que se encontraban era enorme. Tenía un patio de espera, en donde las personas se quedaban charlando, o iban a comer a alguna de las cafeterías, que de igual forma se encontraban dentro del patio. Noviembre estaba por terminar, y junto con él se iría el agradable clima, para convertirse en un gélido invierno. Aries lo supo en cuanto vió que su aliento se convertía en una pequeña nube de humo.

–Espéra un momento– se puso de pie, y miró a Raúl, quien se encontraba ensimismado por el movimiento de los chorros de agua –¿Qué haces tú aquí? – después de muchas horas, el sentido común de la chica comenzaba de nuevo a funcionarle– ¿Y por qué no puedo regresar a mi cuerpo?

La miró, se quedó callado. Aries puso sus dedos en el tabique de la nariz, frustrada.

–¿A caso lo hiciste con intención, Raúl? La policía te está buscando.

_Sí, fue con intención, y no pueden encontrarme porque me fui en cuanto recuperé la visión– Aries enmudeció.

–No, tú no harías eso– miraba un punto fijo, en los zapatos de Raúl. Dió un pequeño paso hacia atrás– tú no me harías algo así.

–Lo siento Aries, pero ya no podíamos esperar más–se levantó y la tomó de los hombros– han pasado dos días. Por favor, necesito que aceptes esto, dejate ya de lamentos, te necesitamos.

–¿Necesitamos, quiénes?– quitó las manos de Raúl de sus hombros.

–Leo y Havy te necesitan.

–No sé quiénes son ellos, sólo déjame en paz. Por favor.

Aries titubeando, dió media vuelta y se encaminó hacia el hospital. Estaba molesta, pero sobre todo se sentía desdichada, Raúl había roto su promesa.

–Si los ayudas podrás volver a tu cuerpo- vociferó – es la única forma.

Entre ellos había ya una distancia considerable. Lo miró, pero no se acercó a él. Frunció el seño.

–¿Qué tengo que hacer?

No podía ver con claridad el rostro de Raúl, pero apostaba a que estaba sonriendo.






–¿ Alguien que pudiera persuadirla?

–No.

–¿Salía recurrentemente?

–No.

–¿Tenía amigos?

–No.

El semblante de la agente Cotter no había cambiado en los últimos veinte minutos, los cuales ocupó para hacer un breve interrogatorio a Elena. A esas alturas no sabía por qué se molestaba en seguir preguntando, todas las respuestas que daba eran siempre las mismas. NO.

Ecos nocturnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora