Shin Woo lo dejo en la puerta de la casa. Desde hacía un rato llovía ligeramente así que apuro el paso para alcanzar la entrada con rapidez. Cruzó el vestíbulo y se fue desprendiendo de la chaqueta mientras subía por las escaleras. Entró al dormitorio y encendió la luz del cabecero de la cama para después dejarse caer sobre el colchón. Estaba algo borracho. Fácilmente se habría tomado seis cervezas y aunque aguantaba bien la bebida no haber cenado nada le estaba pasando factura. Cerró los ojos unos segundos pero inmediatamente se los frotó con las yemas de los dedos intentando espabilarse. No podía dormirse, quería esperar a Abbi. Necesitaba hablar con ella antes de irse a Italia. Sincerarse con Shin Woo no le había hecho sentirse mejor, pero al menos la carga sobre sus hombros pesaba un poco menos. Y pese a que su amigo le insistió en que lo mejor era dejar el pasado atrás, necesitaba aclararlo con ella para ver si esa carga desaparecía o se convertía en una fulminante losa. Giró la cabeza y pese a la poca luz vio sobre la mesa del escritorio un bulto, que parecía una caja de cartón. Supo enseguida lo que era y se acercó a verlo. El paquete estaba destrozado. Había sufrido múltiples golpes e incluso el cartón estaba raído por humedad. La parte superior estaba reforzada con cinta aislante que había sido reemplazada incontables ocasiones y repleta de pegatinas, lo que demostraba las vueltas por el mundo que debía haber dado. Iba a dejarlo estar para que lo abriera Abbi cuando llegara, pero recordó el motivo del envió. El anillo. Temió que en su largo viaje alguien lo hubiera perdido o robado. Abrió el último cajón donde recordaba guardaba unas tijeras y rajo la tapa. Había ropa, muchas prendas de invierno que Sara mando sin imaginar que llegaría en primavera. Todo estaba empaquetado con mucho esmero. Ente la ropa vio una caja de más pequeña precintada a conciencia. Rompió los bordes y sacó de dentro una pequeña cajita de joyería. Dentro estaba el anillo. No pudo evitarlo y la tristeza lo invadió al verlo. Semanas antes tenía pensado pedirle matrimonio a Abbi de nuevo, esta vez de manera real. Pero ahora no lo tenía nada claro. Con eso podría lograr que se fuera con él o conseguir el efecto contrario y que huyera despavorida. La caja se le resbaló de entre los dedos y se deslizó al fondo entre las ropas. Henry sacó dos chaquetas, que apartó sobre la silla, una sudadera roja con letras grises y un chaquetón de pelo. Metió la mano al fondo y la recupero. Echó un último vistazo a la pieza y cerró la caja para meterla en el bolsillo trasero de su pantalón. Volvió a meter la ropa hasta que llegó a la sudadera. Aquella prenda le resultaba vagamente familiar. La estiro ante sus ojos. Reconoció que era de era de una marca coreana muy conocida que solo hacía ropa deportiva de hombre. Por lo tanto no podía ser de Abbi y por la talla, tampoco le parecía que fuera suya. Se la puso por comprobar. Le quedaba corta de mangas y de cintura. Metió las manos en el bolsillo central para bajarla un poco y ajustarla, al hacerlo tocó un papel plegado que había dentro. Lo sacó y lo desplegó. Era una carta, bastante gastada, probablemente por las veces que fue leída. Comenzó a leerla y según avanzaba notaba como la sangre abandonaba su cara. Tuvo que sentarse para poder proseguir.
"Tú y yo, besándonos con las manos llenas de nieve" paso por esa línea varias veces, completamente destrozado. Preguntándose cuando había pasado eso.
"Así es, te quiero" No comprendía cómo fue que se besaron, pero ella no tenía ni idea de los sentimientos de él. A medida que avanzaba le costaba más asimilar toda aquella información. Saber que el motivo de aquellas vacaciones siempre fue Abbi, que Sang Jae estaba encaprichado con ella desde un año antes. Parte de su teoría se confirmaba pero aquello no hacía más que enredarlo todo. Sobre todo cuando llegó al final y leyó la parte que le concierne respecto al tratamiento del padre de Abbi. No podía creerlo. Esa carta era de la que ella le habló. Recordaba con exactitud el día que se reencontraron. Recordaba cómo le contó que Sang Jae le escribió para contarle la verdad que lo obligó a abandonarla. Pero jamás le reveló el resto de su contenido. Continúo y cuando llego al final el nudo de su garganta se hizo más grande.
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Recordé quien era.
RomanceAbbi había abandonado muchos caminos para estar con Henry, excepto uno. El único camino que la abandonó a ella antes de poder elegir. Y ahora, ocho años después, vuelve a cruzarse en su vida.