La travesura

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Era una mañana tranquila en la aldea de la hoja, el sol brillaba, los pájaros cantaban, los niños corrían y jugaban por las calles, todo parecía tranquilo

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Era una mañana tranquila en la aldea de la hoja, el sol brillaba, los pájaros cantaban, los niños corrían y jugaban por las calles, todo parecía tranquilo.

—¡¡Naruto!!

Se escuchó un aterrador grito proveniente de una pequeña casa situada en la aldea. Algunos aldeanos que paseaban por ahí escucharon aquel grito, algunos se preocuparon, otros se enojaron, y, unos pocos, se rieron, pues aquello ya era algo normal en las mañanas de aquella villa, sólo quedaba una pequeña incógnita ¿Qué había causado la furia del habanero sangriento?

—¡¡Lo siento!!— gritó un pequeño niño dentro de la casa, rogando la disculpa de la mayor.

—¡¡Un "lo siento" no arregla nada!!- gritó la mujer enfurecida-—¡¡Regresa aquí, mocoso!!

Cualquiera pensaría que aquella discusión era digna de un niño con su hermana mayor, pero no era así, ¿Quién creería que los que discutían eran un niño y su madre? Pero, bueno, así eran las cosas.

—¡¡Lo siento!!— seguía diciendo el pequeño rubio, deseando, desde lo más profundo de su alma, que su madre lo disculpe, lástima que no fue así.

—¡¡Regresa aquí, idiota!! ¡¡Te mataré!!

—¡¡Aaahh!!

Ambos corrían por toda la casa, el niño escapando de su madre y, bueno, la mujer persiguiendo al menor.

Ajeno a ello, un hombre se encontraba en una pequeña habitación dentro de la casa, tirado sobre la cama, durmiendo, como si todo aquel griterío no le afectara en lo más mínimo.

Fuera de la casa, las pocas personas que seguían oyendo aquello, pues la mayoría ya se había retirado imaginando lo ocurrido, estaban, únicamente, preguntándose ¿Qué haría el Cuarto?

El pequeño niño, en su intento de no ser atrapado por su madre, ingresó a la habitación que compartían sus padres, tratando, así, que su padre tranquilizara a aquella bestia que tenía por madre. Grande fue su sorpresa al ver que su padre aún dormía, cómodamente, en su cama. El niño, resignado y con miedo, decidió esconderse, miró por cada rincón de la habitación, buscando dónde esconderse.

— Naruto— Susurró la mujer, poniéndole los pelos de punta al rubio, pues ésta había usado una voz sádica al mencionar ese nombre.

El Uzumaki, desesperado, fue lo más rápido que pudo al armario, creyendo que, probablemente, ahí no lo encontraría.

— Naruto~, sé que estás aquí~— dijo la pelirroja con voz maniática que asustó de sobremanera al niño.

El pequeño escuchó unos pasos acercarse hacia donde él se encontraba, mientras éste, rogaba, con todas sus fuerzas mentalmente, que ella se estuviera dirigiendo a donde se encontraba su padre.

Los pasos de la mujer eran lentos, lo que sólo provocaba que el niño se muriera de miedo.

De repente, los pasos de la mujer se detuvieron en seco. El niño no comprendía qué pasaba ¿Por qué su madre se detuvo?, no encontraba ninguna explicación. Escuchó los pasos alejarse lentamente, hasta que, de un momento a otro, escuchó cómo su madre se sentaba en la cama.

—Ah —suspiró su madre, resignada—, ya qué, tú ganas, Naruto.

El pequeño suspiró aliviado, mentalmente claro, pues no se fiaba de aquello en lo absoluto, era imposible que su madre se rindiera tan fácilmente. Y tenía razón. La mujer se paró y empezó a caminar en dirección al armario. Muy lentamente, con la finalidad de espantar a su hijo, cosa que ya había logrado. Tomó el pomo de la puerta del armario y empezó a abrirlo lentamente, aumentando el miedo del menor a causa del suspenso.

—Mmhh —se escuchó desde la cama— ¿Kushina? ¿Qué pasa? —preguntó somnoliento el hombre rubio.

—¡Minato! —exclamó algo sorprendida la mujer.

—Escuché algunos gritos, ¿Está todo bien?

—Bueno sería mejor que lo veas por ti mismo.

—¿Ver qué? —preguntó dubitativo el hombre.

—Lo que tu hijo hizo —dijo recordando con enfado la causa por la cual casi mata a su hijo de un infarto.

—¿Qué fue lo que hizo está vez?

—Volvió a pintar los rostros Hokage.

—¿Y qué tiene eso de especial? Pareces muy enojada — dijo Minato, y, en efecto, la mujer estaba más que enojada.

—Lo sabrás cuando lo veas.

Y sin decir más la mujer lo guió hacia la sala, en donde le pidió que viera a través de la ventana. Y así lo hizo.

Minato asomó su cabeza a la ventana y observó directo a los rostros Hokage. Al instante palideció. Ya entendía el por qué su esposa estaba tan molesta.

Al lado de su rostro había un globo de diálogo en el cual decía cosas "obscenas" sobre Kushina.

Cerca de la casa pasaron unos aldeanos que al ver al Cuarto se echaron a reír, cosa que hizo sonrojar al rubio de la vergüenza.

Minato sintió como su esposa lo abrazaba por la espalda.

—Minato, es hora de que ir a trabajar —dijo la pelirroja alegremente—, no te preocupes por lo que hizo Naruto, ya lo castigaré.

—Ah —suspiró—, tienes razón debo ir a trabajar.

El rubio se dirigió a su habitación a paso normal e ingreso en ésta. Mientras tanto Naruto seguía en el armario, al escuchar los pasos se aterró, aunque estos no sonaban tan lentos como los anteriores. El Cuarto tomó el pomo de la puerta de éste, lo que hizo que el corazón de Naruto se acelerara a causa de la adrenalina que estaba sintiendo, sin embargo, y al contrario de lo que pensaba, la puerta fue abierta velozmente, haciendo que Minato se sorprendiera al ver a su hijo ahí, sin embargo, la sorpresa no duró mucho, pues imaginó que su hijo se estaba escondiendo de Kushina.

—Naruto podrías salir, necesito cambiarme para ir a trabajar —dijo con una amable sonrisa.

—S-sí —dijo Naruto sorprendido de ver a su padre y se retiró cerrando la puerta tras de sí.

—Espero que esto te sirva como lección, no me vuelvas a hacer enojar— dijo seria la pelirroja frunciendo el ceño.

—S-sí, mamá no lo volveré a hacer, lo prometo— dijo algo asustado el niño.

—Que bien.

—Que bien

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Nuestro secreto, nuestro pecado | KushiMikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora