Alguien tiene que sembrar

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Todo en la vida tiene un comienzo, así que voy a empezar por el mío, les hablaré de mi abuelita Etelvina (q .e .p .d .), una mujer con una fe inquebrantable a quien yo admiré precisamente por eso, y la sigo elogiando a pesar de haber fallecido hace más de 10 años . En mi adolescencia oraba por ella y le pedía que intercediera por mí ante el Dios que siempre me había descrito desde la infancia, porque consideraba que yo no era una persona a quien Él quisiera ayudar tanto como a ella, me sentía espiritualmente lejos, aunque ella siempre había hecho muchas cosas por el Altísimo y trataba de enseñarnos a todos en la familia, sin importar nuestra edad, los beneficios de seguir su palabra a través de la Biblia, como una lámpara que

alumbra nuestro camino . Mi abuela fue la menor de una familia con muchos hijos, se crió en una finca en Boyacá y ahí mismo vivió con mi abuelo, quien dejó de existir tres meses después de yo haber nacido; vivió sola muchos años porque mis tíos, e incluso mi mamá, se fueron de la región con el fin de buscar un futuro más próspero para cada uno, como lo hace cualquier hijo que sale de su hogar para encontrar una opción mejor, a veces sin saber que se lleva un pedazo del corazón de sus padres, y quiere regresar a casa cada vez que se pueda .

Además, mi abuela era quien unía a toda la familia, eso nunca ocurrió de nuevo después de morir . Mi mamá decía que ella, mi abuela y yo habíamos sido recortadas iguales porque las tres teníamos la misma estatura baja, apenas un par de centímetros más del metro y medio . Amén del parecido físico, mis allegados afirman que notan muchas similitudes entre nosotras tres, por ejemplo, en nuestras personalidades, la forma de caminar e incluso en la manera como organizamos nuestra vida .

Mi abuela solía regalarnos dulces a todos sus familiares cada día, como si fueran vitaminas para la felicidad, le agradaba vernos jugar, no permitía que alguien discutiera y cada mañana, después de bañarse muy temprano y mientras peinaba su cabellera totalmente blanca, a la orilla de su cama tenía conversaciones en oración; cada imagen en la pared de su habitación guardaba un significado especial, ella nos dejó un gran legado espiritual .

Sin embargo, me acostumbré a que ella orara por todos sus seres queridos, como si fuera la forma de tener todo bajo control, y no la aprecié; además, la inmadurez propia de mi corta edad no me permitió aprovechar su experiencia y sabiduría como me hubiera gustado, ella fue una mujer que con su fe sobrepasó muchas adversidades y fui testigo de milagros que solo admiten los creyentes . Y es que casi nunca entendemos el valor de alguien antes de perderlo .

A pesar de su avanzada edad, mi abuela siguió viviendo en su finca hasta sus últimos días, no abandonaba su casa porque sabía que si Dios estaba con ella, jamás estaría sola, se sentía acompañada, decía que nada malo le ocurriría, y puedo atestiguar que nada dañino le ocurrió, a pesar de tener que experimentar situaciones como la enfermedad o enfrentar a personas que quisieron aprovecharse de ella por ser una adulta mayor, sobrellevó a los amigos de lo ajeno, superó el miedo a los espantos y los ruidos inexplicables; no sé cómo lo hizo pero ella siempre sobrepasó todo eso, me hubiera


gustado conocerla y que me hubiera enseñado mucho más, pero infortunadamente falleció cuando yo tenía 12 años de edad, ese fue mi primer acercamiento con la muerte, uno de los momentos más dolorosos y confusos para mí, sentía el dolor de mi mamá, de mi familia y de mucha gente que la conocía, nunca llegué a imaginar que una persona tan sencilla y humilde pudiera llegar a ser tan querida por otras, supongo que así como ella amó a Dios, también amó a sus semejantes .

Después de eso creo que no ha habido un dolor más grande entre mis familiares, y espero que no lo haya, aunque vivimos con la muerte como posibilidad, así como nace gente, muere gente todos los días, estamos expuestos a ella, lo sabemos, pero incluso así, nunca estamos preparados . Perder a mi abuelita me dolió y mientras secaba mis lágrimas, junto a su tumba prometí ser la heredera de su vida ejemplar, amar la vida sencilla y los pequeños detalles, saber que ningún ser humano te ama más de lo que tú mismo te amas . Haces sin esperar mucho a cambio, trabajas para vivir pero no vives para trabajar porque sabes que si te quedas quieto corres el riesgo de morir en vida . Mi abuela seguía a su iglesia y le era fiel, siempre colaboró en cualquier evento porque cuando no lo hacía se sentía desprotegida, era su ley, era algo que no podía faltar en su agenda .

Abriendo tu corazón, acercándote con humildad, encontrándote y charlando con Él, dejándote abrazar para que luego te guíe, y así poder ver cómo la fe en Cristo convierte a personas comunes en héroes extraordinarios, que marcan un camino y cambian una historia, es el caso de las madres, quienes trabajan heroicamente mientras expli- can la tarea a sus hijos, organizan la casa o preparan la cena favorita, aunque nadie aplauda su labor, no deja de ser admirable lo que hacen.

Dios no tiene nietos ni biznietos, él solo tiene hijos, y aunque yo haya sido afortunada con la familia que tengo, sé que debo hacer mi parte.

Con su cabello blanco, su mano arrugada y algo temblorosa, tocó mi cabeza, y con su mirada, sin pronunciar palabra, me dijo: "Creo en ti...".

—Abuela, donde quiera que estés, nunca te olvidaré.

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Mente En Cielo Pies En TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora