La investigación desafortunada

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Se acercó el papel a la cara y estuvo mirándolo un largo rato.

-Sí –dijo.- Es sangre.

Su compañera se le puso al lado y se agachó. 

-Lo llevaremos al laboratorio y veremos quién es el dueño –su compañera se levantó y caminó a la habitación contigua.

Los White habían sido asesinados el día anterior, y Klaig y su compañera, Vivian, estaban encargados de la investigación. Una persona les había dicho que los White habían sido asesinados por una pata de mono, pero él no era supersticioso. Klaig siguió a Vivian, cruzando el pasillo.

-He acabado con las muestras aquí, y esta era la última habitación –Vivian sacudió una pequeña bolsita de plástico con la mano y se dio la vuelta. Sus ojos verdes miraron a Klaig.- ¿Qué te pasa, Klaig?

Klaig barría la habitación con la mirada, buscando algo.

-¿Te acuerdas de aquella pata de mono que nos mencionaron? –Vivian asintió.- Pues estaba pensando que quizás nos podría dar alguna pista, -ahora ella lo miraba con una mueca de burla en la cara.

-Estarás de broma. ¿En serio? ¿Una pata de mono? Pensaba que no creías en esas cosas, Klaig –él se encogió de hombros.

-No creo en ellas. Sólo quiero comprobar si lo que nos dijo el jefe es cierto.

Se acercaron a un armario y lo abrieron.

-¿Quieres probar que fueron asesinados por una pata de mono? –Klaig asintió.- Es estúpido hasta para ti. Es una pata de mono, no un arma ni dinero. Nadie mataría por ella –Vivian empezó a quejarse entre dientes sobre la idea. Klaig odiaba que hiciese eso.

Se acercó al armario y lo abrió. Dentro de él, y detrás de los abrigos viejos, los vestidos gastados y los polvorientos zapatos, yacía una pequeña cajita de madera.

-Klaig, para. Concéntrate en la investigación. Estoy segura de que la pata no tiene nada que ver con el crimen. Es sólo una pata, por Dios. Además, está dentro del armario. ¿No crees que si la persona que los mató la quisiera, la hubiera sacado de ahí?

Klaig no le prestaba ni la más mínima atención; la pata lo tenía asombrado. Además, Vivian siempre se ponía así cuando las cosas no funcionaban a su manera. Klaig abrió la caja con curiosidad y extrajo la pata. Le dio varias vueltas en la mano y la examinó con cuidado. De pronto, el puño se abrió y se levantaron tres dedos.

-Klaig, ¿me estas escuchando? –Vivian alzaba la voz mientras salía de la habitación golpeando sus pies contra el suelo para buscar pistas que pudiese haber pasado por alto en la planta baja.

-Dios, a veces desearía que no estuvieses aquí gritando de esa manera. Por una vez en tu vida podrías ser tú la damisela en aprietos –Klaig vio como el dedo anular de la pata bajaba.- ¿Qué demo… -Klaig oyó un sonido indescriptible en la planta baja.- ¡Vivian!

Echó a correr escaleras abajo buscándola y llamándola, pero allí donde dirigía la mirada no encontraba a Vivian.

-¿Acaso me ha dejado aquí tirado por una miserable pata de mono? ¡Acabará volviéndome loco!

Salió a la calle apresurado y tropezándose con todo. Cuando llegó a la calle, se detuvo en seco al ver la furgoneta negra de la policía aparcada en la puerta.

-¿Qué está haciendo aquí? ¿Cómo se ha ido, entonces?

La situación parecía no poder volverse más confusa. Klaig decidió subirse al coche y volver al Departamento de Policía. Una vez allí, tampoco vio a Vivian. Le preguntó al forense, pero él tampoco la había visto. Entonces, se paseó por todo el edificio preguntando por ella, sin conseguir respuesta. Nadie sabía dónde estaba Vivian.

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