Thiago considero que el apodo de Dios Gamer quedaba muy bien con Azan.
El torneo en realidad había sido un éxito, se la había pasado muy bien con sus amigos y los chicos que llego a conocer ahí. Y era sorprendente como de famoso era Azan. Había chicas en el torneo que no dejaban de verlo y pedirle que se sacara fotos con ellas. Parecía una superestrellas. Y Thiago se sintió agradecido por caerle bien.
Era un oponente digno, al igual que Alex. Y jugar contra ellos era demasiado genial.
Por eso no pudo negarse cuando los chicos le invitaron una partida luego de que el torneo acabara.
Obviamente llego tarde a su casa, su madre le regaño y por tal razón se encontraba levantado, un domingo, a la seis de la mañana...limpiando el cuarto de su hermana.
No entendía porque, pero su madre tenía la fijación de siempre mantener el cuarto de su hermana limpio, a pesar de que ella se encontraba a kilómetros de distancia.
Se suponía que solo habría de limpiarlo cuando ella viniera de vacaciones, nada más. No todo los domingos.
Y seguro que a ella no le haría gracia saber que su hermanito menor- por un año- estaría en su guarida. Nunca le gusto que nadie más entrara en su habitación. Y Thiago la entendía, ese lugar era horrible, a él también le daría pena.
Todo rosado, con muchos peluches de felpas y muñecas Barbie acomodadas sobre un estante. Era tétrico.
Comenzó sacudiendo el polvo de todas las muñecas, seguido de los estantes. Barrió un poco el lugar y guardo el polvo bajo la alfombra.
-¡Ma!-. Gritó desde la puerta-. ¡Ya termine!
-¿¡Has barrido de debajo de la cama!?
Dudó para responder.
-¡Sí!
-¡Alejandro si yo subo y veo que eso está sucio te meto tus coñazos!
Thiago no respondió y suspiro, sabía que lo haría. De mala gana metió la escoba bajo la cama y comenzó a barrer sin coordinación. Si quedaba sucio no era su culpa, no le gustaba cuando las camas eran bajas y la escoba no entraba bien.
Sintió que le daba un golpe a algo, lo que sea que fuera se escurrió de debajo de la cama. Y Thiago temió que quizás su hermana guardara un perro muerto de debajo de su cama. Ella tenía el historial.
Se asomó lentamente y dejo escapar todo el aire al ver que era una caja de zapatos. Se acercó a esta y sabiendo que no debía, la destapo.
Había cositas cursis. Pulseras, fotos de ella con sus amigos y cartas. Iba a devolver la caja a su sitio cuando algo capto su atención. Una sonrisa se formó en su rostro.
Mi Diario.
Oh Dios, vino buscando cobre y encontró oro.
No era el diario de su hermana, claro que no. Además ese no le importaba tanto.