Al día siguiente, desperté con cierta dificultad. Era todavía de madrugada y parecía que aún quedaba como una hora para que empezase a amanecer; sin embargo, los primeros resquicios de claridad comenzaron a hacerse notar en la oscuridad, atravesando sutilmente el cristal de la ventana de la habitación en la que nos encontrábamos.
Me removí un poco en la cama, tapándome algo más con las sábanas y girándome hacia el chico con el que había pasado la noche, pero para mi mala suerte, acabé despertándolo sin quererlo. El pelirrojo dejó escapar un pequeño gruñido y entreabrió un tanto los ojos. En cuanto me vio allí, a su lado en la cama, una leve sonrisa se asomó entre sus labios y no dudó un segundo en rodearme entre sus brazos, apegándome a él.
No sabía por qué, pero a pesar de estar tapados con las mantas, sentía el cuerpo completamente congelado, por lo que me fue imposible no agradecer aquel gesto del pelirrojo, sobre todo, al notar la cálida temperatura de su cuerpo. Al final, acabé acurrucándome entre sus brazos y enterrando el rostro en su pecho para poder entrar rápidamente en calor.
—¿Sabes... que tienes la nariz congelada? —la voz ronca y algo adormecida del ojigris se alzó en un suave susurro, provocando que a ambos se nos escapase una pequeña risa. Risa que hizo que empezase a notar el dolor de cabeza que tenía.
Castiel, en aquel momento, pareció darse cuenta de algo y, tras apartarme un poco momentáneamente para después acercar mi rostro al suyo y apartarme un tanto el flequillo con una de sus manos, acabó apoyando su frente contra la mía. Su ceño no tardó en fruncirse al terminar de comprobar su teoría.—Maldita sea, enana. Estás ardiendo.
—¿Ardiendo? Pero si acabas de decir que tengo la nariz congelada —contesté, algo bromista, pero en un pequeño hilillo de voz—. A ver si te aclaras.
—Definitivamente, eres tonta —me contestó, reprimiendo una pequeña risa, y comenzando a separarse de mí—. Será mejor que vaya a por alguna medicina antes de que te pongas peor.
Antes de que el chico tuviese siquiera la intención de levantarse, mis brazos volvieron a envolverlo por completo, acabando por atraerlo a mí nuevamente.
—...No —dije sin más.
—¿Cómo que "no"? —respondió y, a pesar de la oscuridad, pude notar cómo me miraba sin comprender a qué venía aquello.
En silencio, me removí algo torpemente, e hice que el chico volviese a rodearme con sus brazos para después utilizar su pecho como almohada, estrechándome una vez más contra su cuerpo y sintiendo cómo los ojos se me volvían cada vez más pesados.
—...Tengo frío —murmuré.
El pelirrojo se mantuvo inmóvil unos segundos, pero momentos después me apretó contra él con delicadeza y comenzó a frotar y a acariciar mi brazo izquierdo con una de sus manos, intentando que entrase en calor, a la vez que con la otra volvía a colocar bien las mantas sobre nuestros cuerpos desnudos.
—En serio... Eres de lo que no hay —susurró, para después posar sus labios sobre mi cabeza.
Y, allí, embelesada con sus suaves y tiernas caricias, recibiendo la calidez de su cuerpo y escuchando los latidos de su corazón, acabé quedándome nuevamente dormida.
* * *
Desperté por segunda vez a las 10 de la mañana. El sol ya se había manifestado del todo y la luz del día se asomaba por la ventana en toda su plenitud. Tenía los ojos pesados y aún sentía un leve dolor de cabeza, pero al menos se me había pasado el frío que tenía hacía ya unas horas.
ESTÁS LEYENDO
[CDM] Jugando con fuego (¿Castiel o Lysandro?) - PAUSADO
Fanfiction¿Cómo reaccionarías si por la mañana, tras haber pasado una noche de fiesta con tus amigas, te encontrases durmiendo en una casa que no conoces, abrazada a un tío y, lo peor de todo, ambos completamente desnudos? Pero sobre todo, ¿qué harías si ese...