Capítulo XXXII
En las horas del día, cuando las primeras luces del amanecer barrieron la agonía y la angustia de la noche, Alexander se permitió al fin entrar a la habitación en donde se encontraba Kate. Ella estaba tan inmóvil que por un instante su corazón se sobresaltó. Aún estaba tan pálida como la sabana sobre su pecho. Sus ojos estaban cerrados, sus pestañas gruesas y doradas contrastando con la blancura de sus mejillas.
Una emoción cruda oprimió su corazón, haciéndole sentir que ni siquiera podía respirar. Era como si viese a Kate sin vida. Como si el fantasma de la muerte se la hubiese llevado, alejándolo de ella, por su actitud egoísta. Era como si estuviese viéndola siendo preparada para su velorio. No, ella no podía estar muerta. No... Ella no podía estar muerta. Era lo que sentía en su interior.
_ Kate... No me dejes. No me dejes... Te amo... Te amo. Por eso me aleje, porque estar cerca de ti, me hacía verlo..._ dijo al arrodillarse a su lado, mientras sus lágrimas empezaban a bañar su rostro_. Por favor, escúchame... Te necesito. He sido un tonto al no ver que realmente te he amado, desde que entraste en mi corazón... Te amo, Kate... Me enamore de ti. Y he tenido miedo todo este tiempo.
_ Ale...xander._ su voz era tan débil que al principio Alexander pensó que había escuchado mal. Hasta que se percató de que ella empezaba a mover los parpados y abría los ojos, poco a poco.
_ Kate... Kate... ¡Dios, pensé que te perdía! Algo que no iba a poder soportar jamás._ dijo y se abrigó en sus brazos, apoyando su cabeza contra el pecho de ella, mientras sus lágrimas seguían inundando sus ojos_. He actuado como un tonto todo este tiempo... ¡Y mira lo que he conseguido! ¡Casi te pierdo por tonto!...
_ Ale...xander...
Los siguientes días que siguieron pasaron para Kate en una neblina. Por su debilidad, a veces, sólo se despertaba para alimentar a su hijo, algo que ella había pedido hacer, además de comer. Una semana pronto pasó antes de que se le permitiese ponerse de pie. Sus piernas parecían de gelatina, por lo que cuando intentó ponerse la primera vez de pie, se balanceó. Sin embargo, con la ayuda de dos sirvientas, mientras otras cambiaban las sábanas de su cama, al fin ella tomaba un merecido baño.
Luego, esperó a que le llevasen a su hijo para darle de comer. Rompiendo todas las paradigmas de aquella alta sociedad.
_ Eres un hermoso regalo de Dios._ le dijo dulcemente a su pequeño bebé.
_ Igual que su madre lo es en mi vida...
Kate miró hacia el umbral de la puerta y se encontró de pronto con Alexander. Lo vio entrar, acercarse a ellos y sentarse en la cama. La sirvienta que se encontraba aún allí salió, dejándolos solos.
_ ¿Cómo has amanecido?
_ Bien... Sintiéndome cada vez mejor.
_ No sabes cuanto me alegra saberlo..._dijo al rozar con ternura el rostro de Kate. Mirando con rabia aquella herida que le había hecho su primo lejano a ella en el cuello. Encontrándose de pronto, con el sonrojo de sus mejillas y viendo como ella también le contemplaba_. Luces hermosa junto a nuestro hijo... Siento tanto todo lo que has pasado por culpa mía. Nunca podré perdonarme a mi mismo. Mucho menos cuando comprendí lo que te hacia sentir mi indiferencia... Fui el causante de que hubiese querido marcharte a Bath para que nuestro hijo naciera en buenas condiciones, que mi ceguera no podía ofrecerte... Yo...
_ Ambos cometimos errores..._ murmuró, queriendo bajar la mirada, pero incapaz de apartarla de la de él_. Y sin embargo, soy consciente de que ofreciste tu vida a cambio cuando tu primo lejano quiso hacerme daño. Lo recuerdo y jamás podré olvidarlo.
Su mirada pareció hacerse más profunda. Muchas veces durante esa semana Kate había sentido su presencia, había oído el tono profundo de su voz. Muchas veces había sentido el roce débil de las puntas de sus dedos acariciando su frente, pues habría reconocido su contacto en cualquier lugar o circunstancia. Y casi podría jurar que había sentido sus labios calientes rozar brevemente los suyos.
Y otro recuerdo vago apareció en su mente.
_ Kate... No me dejes. No me dejes... Te amo... Te amo. Por eso me aleje, porque estar cerca de ti, me hacía verlo...
¿El realmente había dicho eso? ¿O eran fantasías tontas de un recuerdo que nunca había sucedido y lo había creído en su estado inconsciente?
En aquel instante lo que más deseaba era saberlo. Tener al menos el valor para preguntárselo, sin arruinar el momento.
Su mirada pronto recayó sobre su hijo, quien aún se alimentaba ávidamente. Alexander colocó su mano sobre la cabeza del bebé y luego por sus mejillas.
_ ¿Has pensado que nombre le pondremos?_ le preguntó Alexander, mirándola de nuevo a los ojos.
_ He pensado en ponerle el nombre de tu padre y el del mío... Edward Thomas Fitzgerald...
_ ¿Edward Thomas?_ se hizo el pensativo_. Suena interesante. Me parece bien...
_ ¿Qué sucede, Alexander?_ le preguntó al ver aquella tristeza en sus ojos.
_ Kate...Nunca quise hacerte daño. Me equivoque cuando me engañé a mi mismo...Por eso me aleje, porque había comprendido que lo que sentía por ti no era ningún compromiso. Sino amor... Tú habías derrumbado mis murallas... Sí, te amo... Te amo más de lo que pensé que podría volver a amar una vez más. Tú fuiste quien me enseñó a volver a sentirme vivo.
_ Eso quedo en el pasado...
_ No... Porque siempre me cuestionare si me merezco al menos tu perdón. Cada vez que vea tu cuello, recordare que por mis errores casi te pierdo._ tocó aquella cicatriz. Se sentía herido_. Debí ser un mejor esposo para ti. Cuidarte, como te lo prometí. Eres mi esposa... ¿Y mira a lo que te he llevado?
_ Alexander...
_ Cada vez que te miró, me cuestionó si al menos merezco una segunda oportunidad para remediar lo que hice. Una nueva oportunidad para empezar de nuevo y evitar lo que yo mismo me labré._ se refería a aquella relación que habría entre ellos a partir de ese momento. Él no quería una esposa que se expresara como una estatua de mármol, sino a una esposa que le amara y él amara también.
_ Alexander... La tienes.
_ ¿Me perdonas? ¿Crees que podrías volverme a amar?
_ Mi corazón siempre ha sido tuyo, Alexander... Sólo tuyo.
_ En tu carta decías tantas cosas... He vivido con el temor todo este tiempo de que sean ciertas desde ahora... De que ya no desees amarme.
_ Pensaba hacerlo, te lo juro...Pensaba obligarme a hacerlo. Pero sé que eres sincero. Y a pesar de todo, te sigo amando.
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Kate... El río que fluye dentro de ti
RomanceLady Kate Debbington se había resignado a ser una solterona el resto de su vida. Sin embargo, había tenido que acudir a un baile de sociedad en Londres, para complacer a su tía, quien no había perdido aún la esperanza sobre de que ella podía encontr...