U N O

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 1 0 A Ñ O S

— Cariño no te alejes mucho, ¿vale? Virgo ha dicho que la cena estará lista en poco tiempo.

— ¡Vale mamá!— salgo de la enorme casa y el sol de las últimas horas del día me ciega.

Camino atravesando el jardín y adentrándome en el bosque que custodia mi casa, donde paso las tardes cada día acompañada del gato que encontré. Sigo el camino que marqué con cintas rosas en las ramas bajas de los árboles y llego a la cabaña que construí con palos y que refugia al gato.

— ¿Happy?— me asomo a la cabaña y no veo al pequeño gato dentro—. ¿Dónde estás, pequeño?

Oigo maullidos detrás mío y me giro, viéndole entre los brazos de un chico de pelo... ¿Rosa? Está acariciando al gato con una enorme sonrisa y puedo ver que le sobresale algo de la cabeza y de la espalda... ¿Son alas?

— ¡Deja a Happy en paz!— cojo una rama del suelo y la empuño cual espada hacia el chico, que se sorprende y abre los grandes ojos jade.

— Tranquila— deja a Happy en el suelo y alza las manos—. No te haré daño— lo miro con recelo a cierta distancia y él me mira fijamente—. Deja la rama en el suelo, soy inofensivo.

— Pero... ¡Tienes alas!

— Soy un dragón, pero no te haré nada. Acércate— no me muevo del sitio, me quedo estática hasta que él se acerca y lleva una de mis manos a su cabeza—. ¿Ves? Aún son redondos— no medía mucho más que yo y parecía agradable.

— ¿Por qué debería creerte?

— No lo sabrás si no lo intentas— su sonrisa estaba marcada con dos colmillos más largos de lo normal, realmente no desentonaban con su sonrisa.

Decidí creer en sus palabras y poco a poco fui conociéndolo y disfrutando de su presencia. Cada día desde entonces, me reúno con él una hora antes del anochecer sin faltar, ansiosa por ver a aquella criatura que se había convertido en mi más fiel aliado. Juntos, sentía que el mundo se desvanecía, que yo no era una niña rica que solo llevaba vestidos tal y como marcaba la etiqueta y que él no era un dragón que algún día podría hacerme daño. Solo éramos él y yo, dos niños de diez años que pasaban las tardes juntos, jugando a dragones y princesas y cuidando a Happy. Él nunca me habló de su familia y yo tampoco lo hice, éramos dos niños con ganas de divertirse y estar en un lugar que poco a poco pudimos llamar nuestro.

Meses después y tras el verano me reuní con él en el claro antes de la hora acordada, jugando con mi vestido y acariciando a Happy, estaba nerviosa. Mi padre había conseguido una plaza en la mejor escuela de señoritas del lugar y debía irme a la ciudad durante el curso para volver en verano, así hasta pasar los años que debía cursar allí; no sabía cómo decírselo.

— ¡Has llegado antes! Traigo comida para Happy— al ver mi expresión, la alegría que mostraba su cara se desvaneció—. ¿Qué sucede?

— Verás...— le expliqué mi situación y él la aceptó sin problemas, alegando que ya estaba acostumbrado a que la gente se marchase de su vida—. Pero volveré, pasaré el verano aquí contigo— le sonreí.

— Entonces te estaré esperando.

FIRE PRINCESS [nalu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora