21 DE JUNIO DE 2012.
ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA, California. San Francisco.
Las manos de Aria rozaron el pupitre con nervios, esperando con entusiasmo el sonido del timbre que indicaba el comienzo del verano. Estaba deseando volver a la playa, poder bañarse en el mar y jugar con sus hermanos en la arena.
Cuando el ansiado sonido sonó por todo el colegio Aria fue la primera en prepararse para la salida. Después de despedirse de su amiga Julia, corrió hacia la entrada del edificio para buscar la limusina del choffer, ya que su padre como de costumbre estaba de viaje. Pero no le importó en ese momento, comenzaba el verano.
Bajaba con cautela cada escalón, mirando hacia el grupo de niños que la observaban con gracia. Uno de ellos, en cuanto la pequeña de los Hamilton se descuidó, tiró el balón que sujetaba con chulería por el escalón, y por desgracia ella no puedo esquivarlo a tiempo.
Cayó con las piernas rozándole el cogote, como si estuviese haciendo una voltereta mal hecha, y sus brazos y rodillas ardían con cada arañazo. Cuando llegó al suelo su vista era nublada, no sabía si por la caída o por las lágrimas contenidas.
Miró a su alrededor, y nadie veía la cruel escena como ella la veía, sin una pizca de gracia. Todo el patio se reía de su dolorosa caída, mientras ella escondía la cara entre las rodillas sangrantes.
Deseaba llegar a casa sin levantarse, ya que con el mínimo movimiento el dolor era infernal para la pequeña y no fue hasta que todos dejaron de admirarla con humor que pudo levantar la mirada.
Todos habían callado de repente.
—¿De verdad, Mason?—Escuchó a su espalda mientras una sombra la oscureció de repente.—¿Ahora nos metemos con niñas pequeñas?—Le dio la espalda, mientras la gente se dispersó y el de la voz ronca se agachó hacia ella.—¿Cómo estás, enana? ¿Te hiciste daño?—Susurró mientras admiraba las heridas de sus rodillas y brazos. Rozó una de ellas con su dedo, y Aria retrocedió aterrada a pesar del dolor.—¿Y vosotros no tenéis nada mejor que hacer? ¡Dais pena!
—Fue solo una broma, Blake. Tranquilízate.—Exclamó el del balón con los brazos sobre el pecho.
El tal Blake cogió el balón, y se dio la vuelta para tirarlo con fuerza contra los brazos del chico.
—Sus rodillas no sangran de broma, capullo.—Dijo con determinación y sus ojos azules se clavaron en los de la pequeña.
Esos ojos le sonaban...
—Vamos, te llevaré a la enfermería.—La intentó coger por los brazos, y lo único que hizo fue levantarse sin su ayuda para quedarse mirando su imponente figura. Su cabello negro caía en mechones cortos hacia atrás, y su mandíbula se tensó cuando los otros chico seguían riéndose de la situación.
Los ojos de Aria seguían llorando, aunque ya estaba acostumbrada a que todos se riesen de ella. Se sentía impotente y frágil, furiosa porque tuvo que venir uno de los chicos mayores, de unos diecisiete años pensó ella, a defenderla.
Sin embargo agradeció lo que el chico había hecho por ella, y aunque le había llegado a poner nerviosa consiguió hablarle.
—Gra-Gracias.—Susurró Aria, con un hilo de voz tan bajito que casi no lo escuchó ni ella.
La respuesta del chico fue un asentimiento de cabeza, mientras la admiraba de arriba abajo como si se asegurase de que todo estaba bien.
Entonces, el chico desapareció a su espalda entremezclándose con la gente.
Una bocina sonó a lo lejos, y Aria supo entonces que debía salir de su estado pensativo para irse, por fin, a casa.
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GUARDAESPALDAS •¡YA A LA VENTA!• ©
عاطفية¡YA DISPONIBLE EN FÍSICO Y EN EBOOK! Publicación en Amazon, ya a la venta. La familia de los Hamilton esconde un gran secreto. Uno que Aria, la más joven del linaje, desconoce. La vida de la pequeña de diecisiete años había sido un completo mister...