Todo había comenzado con roces pequeños y ocasionales que de alguna forma dejaban un hormigueo en todo su cuerpo, esto escaló a sueños, pero no eran simples sueños, no, eran sueños húmedos, en algunos estaba él al mando y en otros era su novio quien lo dominaba.
Las consecuencias de esto es que cambio su forma de ver a Temo, sí, aún lo veía con ojos de amor, todavía era aquel joven con cara de querubín que lo alentaba a hacer cosas de las que jamás se creyó posible en nombre del amor, sin embargo ya esto no era todo, ahora notaba cosas diferentes en su novio, o tal vez estas siempre habían estado ahí, pero no fue hasta que la oleada tardía de hormonas lo golpeo que se dio cuenta de ellas.
Por ejemplo, las piernas de Temo si bien no eran kilométricas como las suyas eran de un aceptable largo y de un muy apetecible grosor, cuando iban a la alberca, se duchaban después de los entrenamientos o simplemente estaba en jeans no podía dejar de ver esas dos hermosas extensiones que se exhibían ante él, de la misma forma que no podía apartar la mirada de los hombros ahora más anchos de su novio o su lánguido y blanco pecho; sus labios rojos, hinchados y húmedos después de una caliente sesión de besos y la oscuridad que guardaban sus ojos después de esto acabaría con él algún día. No sabía que había ocurrido con Temo en ese año y medio que ya llevaban de novios, de lo único que estaba consciente es que de un momento a otro el menor se había vuelto tortuosamente obsceno ante sus ojos.
Es como si le hubieran cambiado a su querubín por un incubo sin que se diera cuenta.
Y él no era el único, Temo le correspondía en este sentido como en todos los otros, también notaba las miradas lascivas que le dirigía su novio cada que tenía la oportunidad, él fue quien inicio con los besos más profundos e incito a los roces; cuando Ari le pregunto desde cuando él se sentía de esa manera Temo le respondió plano y simple.
—Desde antes que fuéramos novios, Aristocles.
Él había quedado más que sorprendido con esa declaración, pues cuando Temo llego de Toluca este tenía 15 años y ahora ya tenían 17 y 18 años ¿esto significaba que Temo llevaba pasando esta tortura de querer, pero no poder tocar por alrededor de dos años? Era desconcertante pues su novio de alguna manera se había adelantado a él en este aspecto, por Dios, puede que él fuera el único adolescente tardío en este tema.
Siempre se había considerado alguien que era lento en asimilar ciertas cosas, ahora también era tardío en su relación porque no fue sino hasta hace meses que comenzó con los sueños húmedos, teniendo 17, cuando la gente normal los experimentaba por primera vez a los ¿qué? ¿12 años? La cosa era que él jamás fue consciente de muchas cosas, no hasta la llegada de Temo, siempre fue lento. Se demoro en darse cuenta que era realmente gay y haciendo una mirada al pasado, recordando como ciertas cosas tomaban sentido, por ejemplo, el cómo siempre se sintió más a gusto con los varones, la poca-nula atención que le dedicaba a las chicas aun por más bonitas que estas fueran y trataran de acercarse a él, Ari no les dedicaba más que un par de miradas para después pasarlas de largo.
Ahora comprendía por qué a veces se sintió extraño alrededor de Max y Bruno, y es que, aun inconscientemente y con todo el bochorno del mundo, se llegó a sentir atraído por ambos chicos que fueron sus amigos, disfrazando esto de simple camaradería.
Claro que todo había cambiado con Temo, este le hizo darse cuenta de cosas, aceptar otras y ahora descubrir nuevas en él como lo era el deseo, lo cual era perfectamente normal en un adolescente de su edad.
Había hablado con Temo y ambos llegaron a la conclusión de que ya era hora de que ambos perdieran la virginidad, estaban cómodos el uno con el otro, se amaban y el deseo era palpable, incluso Temo le conto que Diego desde Toluca los animaba para que dieran este paso, al mismo tiempo que no podía perder la oportunidad de hacer bromitas como el pendejo que era.
ESTÁS LEYENDO
Las estrellas están grabadas en tu piel [Aristemo]
FanfictionLos cuerpos cambiaban, las hormonas se alborotaban y la necesidad de poseer solo se hacía más grande con el paso del tiempo. Tal vez el firmamento era el mejor testigo de la unión carnal de dos almas.