Secrètement

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Definitivamente con tantas veces que me prendía y me apagaba ya empezaba a veces, a menguar un poco mi amor por Gabriel. Sin embargo, un día que lo platicaba con una de mis amigas ella me sorprendió con lo que dijo. Pero se los contaré desde el principio.

Desde el incidente del baño, en la que me hizo un fabuloso cunnilingus, me hizo venir y me dejó ahí, sinceramente me la pasé el resto de la semana enfadada con el. Sin embargo continuaba haciéndolo cada que podía.

- Ya no puedo soportar que siga haciendo eso, Megan. El ha de creer que soy de palo o yo que sé.

- Niña, yo creo que sí te hace eso es para enamorarte locamente. Gabriel a veces es un poco extravagante.

- Lo de el son putadas.- Dije enfadada y tomando mi café con virulencia.

- El está enamorado de ti. Pero tu no te has dado cuenta.

¿Eso será posible?

Sonreí como no dando importancia a lo que ella decía, mas sin embargo, en mi corazón ocurría lo opuesto. Dicha revelación había encendido las alertas en mí.

No solo había resurgido el ya casi extinto amor que le tenía, sino que además, día a día me conquistaba de una manera que ni yo podía explicarme.

Más tarde ese día, llegue de la oficina, como acostumbraba, y dejé mis zapatillas en la entrada para que la chica de limpieza los llevara a mí habitación más tarde, y me puse mis suaves pantuflas, pues, según Gabriel, las zapatillas maltrataban su exquisito suelo encerado. Mientras me desataba suavemente las correas del tobillo de mis zapatillas, el se acercó y se agachó hasta mis pies, quitando mis zapatillas lentamente, como el gran duque a Cenicienta, y me coloco las pantuflas de felpa.

- Eres muy bella Nathalie, solo me gustaría de verdad, llegar a ser el hombre que tú te mereces.

- ¿Eso a qué sale Gabriel?

- A que quiero enamorarte por ser yo mismo, no por el deseo que puedas sentir hacia mi. Pero como he visto que tu deseo te sigue arrastrando, por eso es que no he llegado más lejos contigo, aunque ganas me sobran.

- Entiendeme, llevo mucho tiempo que no tengo intimidad, es normal que me prenda de una cuando tu me tocas.

- Sí, puede ser. Pero aun así Nathalie.

No pude decir nada más. Era evidente que el tenía razón y yo no.

Se fue directamente a la cocina para cenar en la mesa que usábamos para cenas discretas de dos personas. Según sabía, a Adrien le habían dado la cena hace algunas horas, de modo que ya estaba sola con Gabriel.

Cenamos un par de crepas de pechuga de pollo con queso y setas, vino tinto, de la mejor reserva de Italia, y de postre un pastel que según la pastelería, se llamaba "Chocoperro".

Mientras cenabamos, yo me comía a Gabriel con los ojos, pero no en el mal sentido, sino que, me la pasé mirándolo, sus gestos, su modo de mirar, incluso la manera que tenía de coger el tenedor. Lo estuve observando tanto que pude paladear su aroma oceánico/musgoso en mi lengua.

Después de terminar, me ofrecí a lavar los platos, y mientras lo hacía, el guardaba la comida.

Mientras yo terminaba de enjuagar y secar la tarja, el me abrazó desde atrás por la cintura, así solamente, abrazados, sin decir nada. Pero pude sentir en ese suave abrazo, el tenue amor que empezaba él a sentir por mi.

Pude sentir el calor de su cuerpo, el latir de su corazón, era como si yo fuera una varita mágica moldeada, mi cuerpo era de madera de palisandro, y lo que Gabriel me transmitía, secretamente, era mi núcleo, fibras de corazón de dragón. Con tal cosa, me sentía ya energizada, fuerte, como si todo pudiera vencerlo. De repente me sentí nuevamente a la cabeza.

Secretamente, el me había regresado a la Nathalie que había quedado extraviada en la calle de Saint Andrè. Y me gustaba.

Me deje abrazar un rato más, y entonces partió, silencioso como acostumbraba, pero ya no frío, sino más cálido, más sensible. Más completo. Y esa misma sensación había dejado en mi.

Por la noche, me dí mi acostumbrado baño de burbujas, al salir a vestirme, había una pequeña caja de regalo en la cama. Parecía de las cajas de las películas o de los dibujos animados, cuadrada, grande, con un enorme lazo color palo de rosa. Dentro contenía una hermosa pijama juvenil de la sirenita, pero de lujo, de las que usan las chicas ricas mimadas de Europa. Y un hermoso abanico de plumas de Marabú. Además de varias chocolatinas rellenas de crème bruleè, cereza, red velvet y demás sabores exóticos.

Su primer regalo como de novio de película, romántico, dulce, elegante y cautivador.

En serio lo amaba cada día más pero, cada día menos secreto.

Llegó un punto que la palabra "secretamente", estaba quedando ya en el mero olvido.

De assistant à épouse d'un millionnaireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora