La primera vez que la vi, sentí escalofríos, era bella pero tenía algo que hacía que desconfiara. A partir de ese día empecé a verla en varios lugares, la calle, los escaparates, las cafeterías, pero nunca me atrevía a decirle nada. Le tenía miedo, cada vez que la veía mis músculos se tensaban y solo quería huir. Un día decidí enfrentarme a ella cara a cara y conocerla mejor. Fui al espejo grande de la entrada y le miré.