Lost, In You [Hetalia] [UkFr]

10. The fearful love

Un recuerdo, últimamente no dejaba de recordar.

A veces, en realidad más de las que quisiera admitir, quiso regresar a aquel terrible momento donde la pobre mártir, esa dorada doncella de Orleans, y cambiar el curso de los eventos, También fueron más ocasiones de las que podía recordar, diciéndose que cuando llegara la paz lo haría, en que deseó decirle a Francia cuanto lamentaba ese hecho.

Siempre quiso decirle a su eterno compañero cuanto lamentaba y quería deshacerse de su dolor.

Fueron muchas veces en que estuvo a punto de volcar todos sus arrepentimientos con sinceridad en frente de Francia; pero sus miedos, y a veces la historia misma, los mantenían ocupados. Y nunca admitiría el terror que le supuso saber sobre la ejecución publica consecuencia de la revolución del galo, incluso escuchando que la misma nación fue decapitada. ¿Al final, una nación podía morir realmente?

Tardaron poco en confirmarlo, con la caída de Sacro Imperio, que les recordó la desaparición de otros grandes imperios.

Durante la segunda guerra mundial, cuando Alemania bombardeo su capital con un ataque aéreo donde se cobró principalmente vidas inocentes, y sintió como si le partieran el pecho en dos, recordó aquella pregunta que se hizo siglos atrás, ese cuestionamiento sobre la muerte que le hizo realmente temer.

Así que no fue extraño que cuando vio el estado de Francia en una de sus misiones intentando obtener información para la inteligencia, y buscar cualquier clave para el "proyecto enigma", vio la realidad, percibió tan real la muerte que estuvo a punto de cometer un acto que bien podría haberle costado su misión; deseó ir a encarar a Alemania, y regresar el daño que había hecho.

¿Quién podía culpar su actitud cuando se aseguró de dejarle claro su desprecio a Alemania en Yalta? Aunque fue mucho más sutil que Rusia, que se llevó a Prusia y Polonia sin dar pie a que pudieran defenderse. Recordaba claramente como buscó a Ludwig después de que este firmara la sentencia para ambos hermanos, incluyendo el golpe de gracia a Gilbert, y lo golpeó en el rostro con fuerza.

Sabía que eso no fue del todo correcto, no cuando Alemania estaba muerto en vida aceptando que recién había aprobado el papel que determinaba la lenta ejecución de Prusia—como tampoco fue justo el que le negaran a Francia asistir a ese encuentro—. Sin embargo en la mente de Arthur solo podía ver todo el daño cometido por la demencia de un hombre humano a cargo de una nación.

Pero tenía miedo, y ese miedo se convierto en ira cuando considero que la vida de Francia pudo llegar a su final.

Las emociones a veces eran sus propios enemigos.

Eran naciones, y hombres después de todo.

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¿Cómo debería proceder en ese momento? El silencio en el automóvil le estaba poniendo de nervios, y él tampoco era muy tímido como para estar cómodo sin decir nada. Francia miró con recelo al conductor considerando si esa era buena idea, o que tan disgustado estaba todavía con Inglaterra por su cruel comentario en esa cena.

Pero lo había decidido en el momento en que vio a Arthur esforzarse en ser sincero, ¿y preocupado por él? Francamente entre ellos solo existían verdades a medias, cosa que llevaba exasperándolo siglos. El que Matthew le convenciera de que estar acompañado sería bueno—dado que él no podría quedarse con él como otras temporadas—, no ayudó mucho.

Quizás se estaba arrepintiendo un poco, ya sentía que estaba extrañando París e Inglaterra lucía como alguien a punto de sufrir un episodio de ira, ¿o un ataque de nervios?, de lo tenso que se veía.

—Hay tráfico —comentó Francis cruzándose de brazos, y distrayendo su mirada con lo que pudiera ver por la ventana—. Quizás debí venir por mi cuenta, más temprano.

—No, yo...— ¿Por qué se estaba sonrojando por sólo querer decir un pensamiento tan simple?—, quise venir...quería pa...pasar por ti, así que no te quejes, Frog —Esperaba que ese pequeño desliz con ese viejo apodo no afectara el humor de Francis. Cuando este no respondió ni pareció molestarse, se sintió un poco más tranquilo.

—Bon, supongo que cuando pase la lluvia el tráfico no será problema —dijo Francis con su tono de voz normal. Arthur sonrió, esperando que el galo no lo viera.

Sí sus conversaciones y convivencia iban a ser así, la situación sería insoportable

—Listen, France —alzó su voz cuando se detuvieron en un semáforo—, sé que es un tema, personal, pero si quieres hablar de eso...escuchare lo que tengas que decir —Apretó el volante en sus manos; estaba ansioso de que respuesta le daría Francis, pero si quería cambiar, que ellos cambiaran, tenía que esforzarse.

Su respuesta fue escuchar una risa que comenzó suave y se volvió escandalosa conforme pasaron los segundos.

— ¡O-oye! ¡Sí te estas burlando...! —reclamó humillado, mirando directamente a Francia.

—Non, non —negó sonriendo—. Es que es tan extraño escucharte hablar así, Cher. Así que entre sentirme perturbado o reírme, opte por la opción más alegre.

—Bloody hell...—masculló molesto, poniendo atención otra vez a la luz roja en espera del cambio.

—Gracias Arthur, de verdad —agregó en voz baja mirando de reojo al británico que tenía su atención en el semáforo, sonrió al notarlo ofuscado—. Supongo que...tal vez estaría bueno hablar de eso, en un futuro.

La verdad es que poner en palabras esas imágenes que lo seguían en las noches era lo último que querría. El contar sobre el sufrimiento que vio, que vivió, los interrogatorios a los que a veces eran obligados a observar para asegurarse de mantenerlos obedientes y con el miedo impregnado en sus mentes, era cosas que no deseaba revivir fuera de sus pesadillas.

También estaban los hechos que recordaba de la posguerra, lo asustado que se sintió de dejar de ser independiente, que el también fuera un trofeo en el tratado de Yalta, o tal vez desaparecido como su viejo amigo, Gilbert. No quería parecer un cobarde con la cantidad de cosas que todavía calaban profundo en sus malos recuerdos; muchas naciones vivieron cosas similares, y peores que él.

Y en algunos casos, a veces recordaba esas constantes guerras entre ellos.