—Solo recogeré esto y nos vamos. —Dean mencionó bajo, levantando papeles regados que parecían ser periódicos y fotografías en una mesilla. Desde un rincón de la habitación Castiel lo observaba, a él y su alrededor. A pesar de haber permanecido callado la mayoría del tiempo que había estado con Dean, tenía muchísimas preguntas acerca de las personas, eran tantas sus dudas que su voz interior gritaba de angustia porque fueran respondidas, pero no era el momento, ni el lugar y tal vez Dean se enojaría por entrometerse en cosas de mortales, así que decidió callarse, por ahora. Volvió de su ensoñación en el mismo instante que veía a Dean bostezar como alguien que no había dormido en mucho, mucho tiempo, y si miraba más detalladamente, parecía bastante cansado, con bolsas debajo de los ojos, y éstos se veían enrojecidos.
— ¿Tengo algo en la cara? —Ahí Castiel se dio cuenta que lo había visto más de la cuenta, pero simplemente ignoró esa acción y respondió la pregunta que le habían hecho.
—Necesitas dormir. —Afirmó.
—Lo haré después, estoy bien. — ¡Mentira! Se moría por envolverse en esas sábanas viejas y polvorientas, caer inconsciente y por lo menos despertar en unas cuantas horas, pero había un pequeño problema andante con gabardina, y no dormiría hasta estar seguro, sin Castiel pisándole los talones, quería estar en guardia el tiempo que fuera posible.
—Me iré si te incomoda, te daré el tiempo necesario para que descanses, y luego volveré. —Suspiró, en ese momento parecía una idea excelente, lo pensó varios segundos y le dio una respuesta.
—Necesito cuatro horas, por lo menos. —Dijo dándole la espalda, levantando las sábanas y quitándose las botas con sus propios pies.
—Está bien, esperare afuera. —Dean iba a decirle que no era necesario, que podía rentar otro cuarto para que él también pudiera dormir, pero escuchó ese viento y supo que se había marchado, afirmando eso cuando giró y observó el lugar vacío.
—Tal vez no lo necesites. —Gruñó, envidiando que fuera así, porque sabía que sus pesadillas harían presencia como todas las veces anteriores, por simple lógica, si el no necesitará dormir, no tendría esos recuerdos y sueños tan tormentosos, y tal vez podría sentirse menos agobiado sin Sam a su lado.
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— ¿Alguien que esté escuchando? Por favor, debo comunicarme con mi superiora. —Así había estado por horas, tratando de que alguien respondiese su llamado, lo intentó con Uriel, Hester, Anna, incluso Inías y Zachariah, pero parecía que la señal se había cortado y él no podía ser escuchado, tenía que ser eso, tal vez alguna especie de interferencia entre el cielo y la tierra.
Sin embargo, en una oficina de miles en el cielo, caracterizada por ser muy poco visitada, o más bien no recordada, yacían un grupo de ángeles discutiendo un plan que ni el mismo dios creía capaz de sus hijos, uno que incluía la obediencia ciega y manipulada de un ángel distinto a todos sus hermanos, y un, ahora humano, completamente obstinado cuando se trataba de la salvación de lo que más quería.
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Sus ojos se abrían de a poco, sintió su cara adormecida y su mano derecha doblada, se fue estirando hasta escuchar que la espalda le crujía y terminó de abrir su vista, sintió una sensación extraña, una que le decía que estaba siendo observado y giro rápidamente al otro lado de la cama, apuntando con un arma que tenía bien escondida debajo de la almohada, entonces solo pudo girar los ojos con molestia.
— ¿Te gusta mirar a las personas mientras duermen? —Dijo molesto, bajando el arma con pesadez.
—Lo siento. —Castiel bajó la mirada apenado, estaba sentado en una orilla de la cama, con ambas piernas juntas y sus manos descansando en ellas. —Pasaron seis horas ya, no quise despertarte, te veías muy tranquilo. —Dean alzó las cejas incrédulo, vio su teléfono y confirmó lo que decía Castiel.
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El alma y la mente no van de la mano
Hayran KurguDean pierde a lo único que le quedaba en la vida, y es por ello que empieza su búsqueda para encontrar una forma de salvarlo. Sólo quería recuperar lo perdido. Castiel es enviado a una misión después de siglos de no haber pisado la tierra, el manda...