Parte Única

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Cuando Hyukjae dijo que se iría de vacaciones a Sudamérica creí que estaba loco. Claro que nunca iba a reconocer que mi principal problema fueran las ganas de ir con él y no poder hacerlo. Todos los días me había enviado fotos de distintos paisajes, agregando monigotes a su lado, para hacer de cuenta que estaba a su lado. El no se daba cuenta, pero con cada una de las imágenes mi corazón había martillado fuerte en mi pecho, odiando las distancias y agradeciendo que mi amigo no se olvidara de mi. Aunque el no olvidarse de mi fuera algo parcial porque de seguro había dormido con cada mujer que se le tirara en las discotecas aunque el me dijera lo contrario. No es que supiera que llevaba toda mi vida enamorado de él o me debiera algo, solo que en el fondo dolía saber que nunca sería su tipo. En fin, un drama que no iba a profundizar, y había prometido a Ryeowook que dejaría de suspirar como una plebeya esperando a que el príncipe deje su corona por mi.

Pasaron tres meses y tenía todo tipo de fotos, bailando en Caminito, tomando vino en distintas bodegas, descubriendo el paraíso del café. Llegó hasta Machu Pichu, repitiendo que volvería conmigo más adelante. Playas, selvas, glaciares y comida. Mi galería parecía salida un cuento de hadas, salvando las distancias entre mi realidad y la del chico sexy que me las enviaba. Yo solo observaba balances y una pila de libros que parecía acrecentarse, a pesar de hacer horas extra en la oficina. Trabajo que también me había conseguido mi amigo para permitirme pagar los estudios, una vez que mi hermano mayor partiera al servicio y dejara de mantenernos.

La vida había sido buena con Hyukjae. Tenía su primo millonario que lo arrastraba a todos lados con él, y además, gozaba de un cerebro sumamente brillante que lo había convertido en abogado en lo que canta un gallo. Yo apenas podía sobrevivir compartiendo el piso con mi hermano y todavía peleaba con las últimas asignaturas para conseguir mi licenciatura en administración de empresas.

Faltaban solo horas para que llegara a Corea y no podía estarme quieto. Noventa y seis días separados, con cada hora, minutos y segundos contados a la perfección. La primera vez que se tardaba tanto en volver de sus vacaciones. Siempre hacía escalas de dos o tres días en Seúl, íbamos a comer o al cine y después desaparecía otros veinte días. Lo extrañaba de a ratitos, ahora miraba el celular 24/7 para sentirlo cerca. Quizás había gritado emocionado al descubrir los primeros monigotes. O había llorado un poquito cuando le puso mi cara a la bailarina de tango que lo abrazaba en Buenos Aires.

Definitivamente, si la distancia suponía que iba a olvidarme de él, pues estaba logrando todo lo contrario. Me miré cada foto y volví a reírme de mis supuestas reacciones a lo que él estaba haciendo, porque de ser sincero, no se había equivocado en ninguna. Yo hubiera mirado con asco que no se bañara por cinco días, hubiera llorado en el Cristo de Rio o hubiera gritado del vértigo al ver lo alto que estaba en las Cataratas. Ni hablar de mis babas en las casas de café o como me hubiera tirado de cabeza a nadar con delfines. Miré el reloj. Cuarenta y siete minutos para que aterrizara en Incheon. Hice cuentas y las probabilidades de verlo hoy eran bajísimas. Me puse el pijama y cené un poco de ramén instantáneo. ¿Extrañarlo me había llevado a comer su comida favorita, sin él? Si. Pronto llegó su primer mensaje y salté de la emoción.

Llegué a casa, ¿le vas a unos mates conmigo mañana?

¿A unos qué?

¿Vienes a casa o no?

Cuenta con ello, descansa.

Ya no llores por las noches, Hyukkie volvió para quedarse ;)

Idiota. Ya duérmete.

Me amas. También te extrañe, Hae. Hasta mañana.

Tomamos Mate o... [One-shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora