Angela Sommer-Bodenburg
El pequeño vampiro y el enigma del ataúd
Murciélago de biblioteca
-¡Anton, está aquí la doctora D9sig!
Aquélla era la voz de la madre de Anton.
-Sss, sí -gruñó Anton.
Y entonces se abrió la puerta de la habitación y entró la médico de cabecera, seguida por la madre de Anton.
-¿Tienes la varicela? -preguntó dejando el maletín junto a su cama.
-Humm, eso parece -dijo Anton.
Para entonces tenía todo su cuerpo cubierto de manchas rojas. Algunas manchas -como describía la Enciclopedia de la Salud- ya habían formado pequeñas ampollas.
-Efectivamente, es varicela -confirmó la doctora D9sig después de examinarle-. Eso significa que no podrás ir al colegio hasta que no se te hayan secado y hayan formado costra todas las ampollitas.
-¿Y cuánto tiempo dura eso? -quiso saber la madre de Anton.
-Oh, puede durar diez días o más -contestó la doctora D9sig.
-¿Quééé, tantoooo? -exclamó Anton.
-Seguro que no te importa nada -opinó la doctora D9sig, guiñándole un ojo-. Quedarse tranquilamente en casa mientras todos los demás tienen que estudiar y que hacer exámenes...
¡Eso es el sueño de todo alumno!, ¿no?
-Bueno, sí... -dijo Anton estirando las palabras y mirando a su madre-. Sólo estaría la mitad de mal si no me aburriera tan horriblemente...
-¿Te aburres? -dijo la doctora D9sig, metiendo otra vez en su maletín el estetoscopio con el que había auscultado a Anton-. Pero si a ti te encanta leer, ¿no?
¡Aquélla era justo la palabra clave que Anton había estado esperando!
-Eso es cierto -dijo astutamente-.
Yo soy un auténtico..., ¿cómo se dice?..., un auténtico murciélago de biblioteca, pero por desgracia estoy bastante débil económicamente.
-¿Débil económicamente?
-¡Sí! ¡Es que mi madre no puede soportar mis libros favoritos y nunca me compraría uno!
-¿Te refieres a tus libros de vampiros? -preguntó la doctora D9sig.
A instancias de su madre, la doctora D9sig le había hecho una vez a Anton un análisis de sangre, y entonces, naturalmente, se había enterado de que él estaba interesadísimo en todo lo que tuviera alguna relación con los vampiros.
Anton asintió con la cabeza.
-Sí. Mi madre no los tocaría ni con pinzas.
-¿De verdad? -dijo la doctora D9sig sonriendo disimuladamente.
-¡Ahora estás exagerando! -replicó la madre de Anton-. Yo lo único que he intentado es atraerte hacia algo..., bueno, hacia una literatura más valiosa. ¡Pero si tanto te aburres -prosiguió-, cuando vaya a la ciudad te compraré un libro de "vampiros!"
-Pero que sea gordo, por favor -dijo Anton riéndose satisfecho para sus adentros.
Un veleta
Y en efecto: su madre le llevó un grueso volumen. En la cubierta, negra como el carbón, ponía: "La dama de la mirada de plata. Historias de vampiros para expertos".
Con grandes esperanzas Anton lo abrió por el índice. Su alegría aumentó todavía más cuando descubrió que aún no conocía -¡por increíble que parezca!- la mayoría de las historias.