Carta

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Querida Sirenita:

Hoy siento la necesidad de escribirte esta carta. A 32 años de conocer tu historia, mejor dicho, tu trágica historia, tengo varios cuestionamientos para hacerte, pero primero debería ponerte en situación.

A los 6 años recibí como regalo navideño una compilación de cuentos infantiles escritos por el señor Hans Christian Andersen. Dejame decirte que de infantiles tenían muy poco y que el Sr. Andersen poseía cero idea de pedagogía. Podría hablarte de El soldadito de plomo o de El patito feo, pero para ser franca el cuento que más recuerdo es el tuyo, porque es el que me hizo llorar a mares como nunca antes y el que destrozó mi corazón a la corta edad de 6 años. La idea de que terminaras convertida en espuma por un amor no correspondido, arruinó por completo mi infancia.

Durante años odié la palabra ESPUMA, pero creo que el golpe mayor fue no tener adonde depositar mi ira, y creeme que no es mi intención justificar tu idiotez o la de tu amado príncipe, pero debo decir que un idiota no es malo, es solo un idiota y yo no tenía villanos a quienes odiar. ¿A quién culpar de tu trágico final? ¿A un príncipe medio lelo obsesionado con otra mujer? ¿A una sirena estúpidamente enamorada? ¿Al mar? ¿Al cielo? Ya lo decía Luis Miguel en su famosa canción No culpes a la noche, no culpes a la playa, no culpes a la lluvia. Sabias palabras de Luismi, agradezco su magistral aporte a esta carta. Ni siquiera pude odiar a la bruja que lejos de mentirte, te advirtió sobre lo que iba a suceder. Te dijo, y cito literalmente Te va a doler, como si te rajasen con una cortante espada. Cada paso que des te parecerá que pisas un afilado cuchillo y que te estás desangrando, y si no conquistas el amor de tu príncipe, se partirá tu corazón y te convertirás en espuma flotante en el agua. Ahora bien, yo te pregunto, ¿qué te pasó, flaqui? ¿Cómo aceptaste semejante trato? ¿Comiste un cóctel de camarones en mal estado y tu mente estaba medio perdida? No comprendo tu lógica, lo digo de verdad. Sospecho que también hubo un poco del síndrome de la única y detergente, porque yo puedo tener mucha fe en mi persona, pero de ahí a jugarme la vida apostando a que voy a enamorar a un total desconocido así porque sí, te digo que es un pensamiento un tanto atrevido e iluso.

Volviendo a mí, tuve la desgracia de ver cómo solo un par de años después de mi encuentro con tu historia, ésta fuera tomada por la corporación Disney y se convirtiera en algo completamente distinto. Te puso un nombre de jabón en polvo, le agregó color y canciones pegadizas, le sacó las partes escabrosas y tristes y te dio un final feliz con un príncipe un poco más despierto. Boom, una hermosa versión cinematográfica infantil. Gente de mi generación y de las posteriores, vieron encantados esta historia donde el amor triunfa. Pero como suele sucederme, Disney llegó tarde a mi vida y el daño ya estaba hecho. Lo único que puedo pensar cuando la veo es ESPUMA, LENGUA CORTADA, CUCHILLOS EN LOS PIES.

Durante años quise vivir en la ignorancia y en el mundo Disney, pero fíjate que la vida da muchas vueltas y hoy con 32 años más en mi espalda y muy lejos de la mentalidad infantil de aquel entonces, quiero decirte que creo que me hiciste el mejor regalo navideño de toda mi vida. No sé cual era la moraleja que pretendía dejar el Sr. Andersen, pero yo aprendí a no depositar mis anhelos de felicidad en otro, yo soy artífice de mi propio destino y de mi propia felicidad. No creo en príncipes azules, ni de ningún otro color. Nunca me comí el cuento de la media naranja, yo soy una fruta entera (sea cual fuera) que tuvo la dicha de encontrar otra fruta que desea compartir los días conmigo. Quizás para vos no fue tan fácil, esto de ser medio mujer medio pez, ya te colocó en un lugar incómodo desde el inicio. Gracias a tu historia puedo decir que me convertí en la clase de mujer que si quiere la luna se la baja ella solita.

Donde quiera que estés, estimada espuma, te deseo una feliz navidad.

Con amor.

Cecilia

Obra: La sirenita. Cuento clásico del autor Hans Christian Andersen
Total de palabras: 746

Carta de navidadWhere stories live. Discover now