Desde la primera vez que Yuri vio a Otabek entrar por la puerta de su habitación, supo que no le iba a caer bien. Aun cuando al principio, no estuvo seguro de qué causaba dicho efecto. Podían ser los lentes de sol caros que utilizaba, la maleta color oscuro, o la chaqueta de cuero que llevaba consigo. Todo era un conjunto rebosante de personalidad que haría que cualquiera se le quedara mirando. Ya fuese por la seguridad que demostraba sin haber dicho una palabra, o por la determinación silenciosa que llevaba al caminar de un sitio a otro.
Yuri había estado escuchando música acostado en la cama de su dormitorio. De la nada, un tipo había entrado. Y si eso confundió a Yuri, más le confundió que el tipo dejara una maleta dentro del lugar para luego irse.
Yuri frunció el ceño y se incorporó en la cama mientras se quitaba los audífonos. Por breves segundos, meditó las posibilidades de lo que podría estar pasando. Una broma por parte de las personas de su propia casa, era lo más probable. Adoraban hacerlo molestar, como una clase de hobbie personal que iba de generación en generación cada año. Yuri era el conejillo de indias de sus compañeros de dormitorio.
Mientras trataba de pensar en la situación y en las razones por las que un tipo desconocido entraría a su cuarto como si nada, lo vio regresar con otras dos maletas.
Desde allí, Yuri tenía más que en claro que le iba a caer mal, tan sencillo como eso era.
Lo peor de todo es que Yuri no tenía razones para odiarlo, no todavía. De todas formas, Yuri estaba seguro de que el tal Otabek pronto se las iba a dar. Y si el mismo Otabek no le daba razones para echarlo de la habitación, Yuri iba a hacer que se fuera, de una manera u otra. Nadie que se convirtiera en su compañero de cuarto iba a poder aguantarlo por todo un año escolar.
Los únicos que hubiesen podido eran Mila y Georgi, sus mejores amigos. Pero primero que todo, aun cuando estaban en el mismo año, Mila era una chica, convirtiéndola en inelegible a la hora de compartir habitación. Por otro lado, aunque Georgi sí era un chico, era un año mayor. En general, solían colocar a personas de la misma edad juntos.
Yuri no entendía. En los dormitorios del colegio solían organizarlos por religión o nacionalidad, y al ver al tipo al frente de él, era más que obvio que no tenían nada en común.
Así que impaciente como era, Yuri se plantó al frente de la oficina de la señora que les organizaba las habitaciones. Era una mujer algo vieja que usaba anteojos cuyo principal objetivo era encargarse del funcionamiento de las casas del internado cada año. Por su parte, Yuri había practicado en su mente el mini discurso que le iba a dar. Él estaba seguro de que Otabek no iba a durar más de una hora en su habitación.
—Hola —saludó ella de manera automática. Movía unos papeles, y con la otra mano navegaba en la computadora—. ¿En qué puedo...? —La señora levantó la mirada, y el tono amable con el cual había comenzado la frase se había desvanecido tan pronto como había llegado—. Yuri.
Él sonrió, para luego avanzar unos pasos. Estaba dispuesto a hacer lo que fuese necesario.
—Hola... —Yuri miró con disimulo el pedazo de plástico en la mesa que indicaba su nombre—. Señora... ¿Povlova? ¿Señorita? Bueno. Vengo a hacer un reclamo.
—¿De nuevo? —Ella lo ignoró, y continuó con su trabajo—. Déjame adivinar. Trataron de ponerte un compañero de cuarto.
Yuri suspiró.
—Sí —dijo, y se sentó al frente de ella—. El problema es que ahora no me lo pidieron. El tipo entró en mi cuarto y cuando le pregunté qué hacía, me dijo que esa era su habitación.
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Handsome Devil [OtaYuri]
FanfictionComo cualquier adolescente, Yuri Plisetsky odia compartir su habitación. Medias sucias tiradas por doquier, bolsas de frituras que él no se comió regadas en el piso y madrugadas sin poder dormir por los ronquidos de alguien más. Es por eso que desde...