Conociendo a la Princesa

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Hace mucho, mucho tiempo, en una tierra lejana que hoy solo se recuerda por los mitos y el folclore, había una niña, nuestra protagonista. Su nombre era Alejandra, sin apellido, porque donde ella vivía no existían los apellidos; quizás se pregunten: como podían diferenciar a una Alejandra de otra Alejandra? Pues sencillo: había titulos. Por ejemplo los títulos de realeza como: Sir, Lord, Caballero; y también títulos que eran otorgados por profesiones o logros en la vida: pescador, maestro de establos, carpintero, matadragones, martillo de enemigos, sombranocturna, etc. Así pues, podías llamarte solo David, pero para el mundo eras Sir David Rompecraneos.
Si en tu vida no habías logrado ser nadie ni hacer nada relevante tenias que nombrar a tu padre como si este fuera tu apellido. Por ejemplo: David hijo de Davo. Mientras más títulos y logros tenías más impresionante eras al presentarte ante otros.

Así que quien hoy nos compete se llamaba, como ya dije, Alejandra, la Princesa Alejandra Brillonorte, hija del Rey Luis II.
La Princesa al momento de nuestra historia tenía nueve años. Era baja para su edad, no era flaca ni gorda, más bien robusta. Su piel era morena pero no muy oscura, lo que sí era oscuro era su cabello, tan negro que podía verse a kilómetros entre la nieve. Tenía dos enormes dientes de conejo, aunque más adelante se harían más pequeños (o bien crecerían los otros). Pero lo más llamativo de ella eran sus ojos. Si los veías rápido quizás parecían grises, pero estaban adornados por un centro celeste, y ese contraste entre su piel morena y sus ojos tan claros fueron los que le dieron al nacer el título de Brillonorte.

Como toda princesa que se respete Alejandra vivía en un castillo. No uno cualquiera, este era el Castillo de los Mil Años. El castillo más antiguo de toda esta tierra. Y si piensas que tenía mil años te equivocas, ese nombre se lo ganó por haber estado en ruinas por ese periodo de tiempo antes que los antepasados de Alejandra lo reconstruyeran. Anteriormente había pertenecido a un elfo muy malvado llamado Malven, pero esa es otra historia. El castillo era de piedra gris y estaba decorado con lajas y tejas azul cobalto. En donde ella vivía siempre nevaba, hasta en verano. Y dentro del reino de su padre había muchas cosas interesantes, como montañas, lagos, bosques e incluso cementerios gigantes de guerras pasadas.
El frío es importante para nuestra historia, porque desde pequeña nuestra princesa quería salir a explorar el reino, pero su padre no se lo permitía por miedo a los largos días bajo la nieve. Así fue que creció en la seguridad del castillo, recibiendo todo el amor de sus padres y de sus súbditos (porque su familia era muy querida por el pueblo, eran gobernantes muy justos y atentos). Pero con el flamante deseo de vivir aventuras en el mundo exterior.

Un día la nieve dejaría de caer, y aquí amigos, empieza nuestra historia.

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⏰ Última actualización: Dec 21, 2018 ⏰

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