IX - Pesadillas

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2006

Estaba asustado, sabe que no debería tener miedo, los niños grandes no tienen miedo y él tiene casi cinco años. Casi la mitad de una década. Eso es ser grande. Pero no puede evitar estar asustado.

La puerta se abre violentamente dejando pasar la luz del pasillo en la pequeña habitación y por un segundo cree que su madre ha vuelto. Piensa por un instante que todo volverá a ser como antes.

Pero no. La ilusión se rompe de manera brusca cuando descubre quien está en la puerta, Se acurruca aún más en las frazadas que forman su fortaleza. Teddy está temblando entre sus brazos, aterrado de los gritos del hombre ahora parado en el umbral.

Cuando comienza a avanzar se da cuenta que es increíblemente alto y parece crecer con cada paso. Sus brazos también crecen, se arrastran por el suelo creando un leve sonido. Como el susurro que hace su frazada al arrastrarla por el piso.

Cuando termina de entrar al dormitorio le observa con dos enormes ojos negros. Ahoga un grito de terror puro al ver frente a él a Luciano en su distorsionada, alcohólica y demente presencia.

Intenta correr pero las frazadas se enredan en sus piernas y le tiran contra la cama. De manera repentina la fortaleza se ha convertido en una prisión. Las inmensas manos toman uno de sus tobillos y lo tiran dejando caer su cuerpo en el helado piso. Toma de manera poderosa uno de sus hombros, con dedos como garras que parecen atravesar la delgada tela de su polera y romper su piel.

Grita. Sabe que está gritando. Necesita ayuda. Desde que su madre se fue todo ha empeorado, ya no recuerda como es la sonrisa de su padre y aunque lo hiciera sabe que la figura frente a él solo desea hacerle daño. Tiene miedo.

No entiende porque ese hombre que en algún momento lo hizo dormir entre sus brazos ahora le grita. No comprende que pudo hacer mal para que su padre este tan enojado.

¿En que se equivocó?

– ¡Deja de llorar!–. La cachetada resuena en la habitación, rebotando en cada pared y volviendo con un eco siniestro a los oídos del pequeño.

Anthony intenta reprimir sus gritos, pero es difícil. Él le está sacudiendo y eso junto al reciente golpe le hace mareado. Teddy aun en sus brazos está muy asustado. Quiere a su mamá. ¿Dónde está su mamá? ¿Porque no está aquí protegiéndolo?

Su padre grita algo y comienza a arrastrarlo hacia el pasillo. Él no quiere. Sabe lo que viene y no quiere. Tiene tanto miedo de lo que va a pasar si su padre lo logra sacar de su habitación que su pequeño cuerpo colapsa. Siente la tibieza entre sus piernas antes de asumir lo que ha hecho. En menos de un segundo su pantalón de pijama ha quedado mojado por su orina.

Su padre se detiene y por un instante todo es calma, por un instante ruega que no se haya dado cuenta. Pero ese segundo pasa y antes que pueda reaccionar el toro embravecido le vuelve a atacar con todas sus fuerzas.

– ¡Mira lo que hiciste, maldito crio de porquería!

Lo arroja contra una pared como si no pesara nada. Como si fuera solo un estorbo, un pedazo de basura que es desechado con facilidad.

Se acerca agitado, con la respiración alterada y los puños listos para hacer daño.

Anthony tiene miedo. Teme al dolor, a los gritos. Teme al castigo que sabe que vendrá tarde o temprano.

La mano le agarra del cabello tirando de su cabeza hacia atrás. Su mirada se encuentra con los ojos enloquecidos del que alguna vez fue una de las personas más importantes en su vida.

–No eres más que un estorbo–. Las palabras susurradas con el aliento bañado de alcohol parecían golpearle más fuerte que los gritos. –Un desperdicio. Por eso tu mamá nos dejó. Se fue porque tú eres un error.

Crónicas de una infancia desafortunadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora