Ahí está de nuevo ese sonido. Cada noche es igual o incluso peor que la anterior. Encima de mi almohada descansa un libro, el mejor de todos. Mis padres me lo leían cada noche antes de dormirme. Gritos otra vez. Cristales rompiéndose, me parece que ésta vez el jarrón de la sala no tuvo tanta suerte.
No quiero abrir los ojos pero la curiosidad me impulsa a hacerlo. "¡Voy a salir!" Exclamo en mi mente decidida. El contacto de mis pies desnudos con la humedad del piso no me detendrá. Giro el picaporte intentando no hacer ruido para bajar lentamente las escaleras.
Miro los cuadros que adornan las paredes devolviéndome la sonrisa de aquellos que guarda tras el cristal: un hombre y una mujer en el día de su boda riéndose. Mientras continúo mis pasos veo otras caras, otros recuerdos y una lágrima traicionera rueda por mi mejilla izquierda.
Decido detenerme 5 escalones antes de alcanzar el final de mi bajada furtiva. Desde ahí podía escuchar bien los gritos de mi padre, el llanto de mi madre, los objetos frágiles cayendo al piso luego de un brusco embate. Violencia, celos, oscuridad.
Mi padre…¿es un hombre lobo después de todo? Mi madre no puede competir contra eso. Debe aceptar que está en su naturaleza y convivir con ello. ¿Acaso así no es como está estipulado? Debemos aceptar las consecuencias de nuestros aptos aún siendo conscientes de la realidad de las personas.
Siento pasos, cada vez están más cerca de mi supuesto escondite. Pero no me puedo mover aunque lo intente, mis pies no responden. Me siento anclada al lugar en que estoy. Mi madre acaba de salir como una furia dispuesta a subir las escaleras seguida de cerca por mi padre, hasta que su mirada recae en mi. "Deberías estar en la cama" me dice con su dulce voz, más yo noto el deje de tristeza que arrastra consigo detrás de esa fachada, acompañada de un fino hilo rojo que cae de sus labios.
El lobo intenta alcanzar mi mano pero doy un paso hacia atrás sin apenas notarlo, fue un acto reflejo. Su mirada es de asombro. "Creo que ha visto todo" susurra mi mami.
Las sombras me acechan, vuelvo a sentir mis pies y me lanzo a correr hacia mi habitación. Sé que ellos me siguen pero mis manitas no son tan fuertes como para cerrar la puerta cuando entran.
Me cubro con la colcha por instinto abrazada a un conejo de peluche y mirando un libro, aquel que me acompaña cada noche. Ya sé que los lobos existen, mi padre es uno de ellos pero no es como dicen los cuentos, este es mucho más feroz y se está alimentando de mi mami.