I Saw Momma Kissing Santa Claus

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21 de diciembre.

Para nadie era un secreto que Tom era un imprudente al volante, un conductor descuidado que coleccionaba multas y flirteaba con descaro con las agentes de tránsito para evadir sus infracciones.
Tanto así que Bill —que por no poseer automóvil ni licencia había adoptado a su novio como chofer particular— solía incordiarlo por su forma temeraria de conducir.

Salvo esa tarde.

Ese lunes ni bien sonó el timbre indicando la hora de salida Bill jaló a Tom de su sudadera, lo arrastró por los pasillos de la secundaria hasta el estacionamiento y, una vez montados en "Zorra", lo apremió para llegar a casa en tiempo récord.

Considerando el poco entusiasmo mostrado por el moreno cuando fue el tiempo de colocar las decoraciones navideñas en su casa, Tom se había formado la impresión —errónea— de que en el corazoncito de su Mauschen habitaba un pequeño Grinch.

Por ello no comprendía de dónde había brotado ese repentino espíritu navideño que lo impelía a pisar el acelerador y pasarse cada semáforo en rojo —"¡Tomi, aprisa, debemos llegar a casa pronto para decorar el árbol!".

No fue sino luego de mucho insistir que Bill finalmente accedió a saciar su curiosidad.

—Es una tradición, Tomi. Desde que nuestros padres murieron Val siempre se las arregla para que pasemos las fiestas de fin de año juntos.  ¿Por qué crees que no hay árbol aun en casa? No podía hacerlo sin Val, es la costumbre.

~*~

Pero los planes de Bill se anduvieron torciendo un poquito, al llegar al penthouse se encontraron con un imponente árbol nevado erigiéndose en medio de la sala.

El moreno, que nunca fue muy bueno disimulando cuando algo le molestaba, no se cortó en arrojar su mochila al piso y arremeter contra su novio.

—¡Are you fucking kidding me! ¡Ni siquiera me esperaron!

Tom suspiró, el dolor de cabeza le estaba regresando.

Emprender una relación con Bill era una cosa, por otra parte tomársela en serio y proyectarse juntos implicaba una fuerte dosis de compromiso, coraje y astucia.

Durante el tiempo que llevaban juntos había tenido que lidiar con el mal caracter de su Mauschen y aprender diferentes trucos para apaciguarlo.

—Ehm... Bill, no es que hayan llegado demasiado lejos con la decoración, de todas manera. —le hizo ver, indicando con la cabeza las dos cajas con adornos ubicadas a los pies del árbol y, a un costado de este, la pareja de tórtolos, que se besaban como si pudieran cobrarse en una tarde todos los besos que no se dieron en meses.
Val jalaba a Nick por el cuello valiéndose de una guirnalda de acebo, las manos del veterinario no estaban a la vista, pero se adivinaban bajo la camisa del modelo.

Bill bufó, de brazos en jarras.

—¡¿ME ESTÁN JODIENDO?! ¡HAN TENIDO TODO EL DÍA PARA PONERSE AL CORRIENTE! ¡UN POCO DE SERIEDAD, POR FAVOR!

Que precisamente Bill se escandalizara por pillar a los adultos in fraganti hizo reír a Tom —muy bajito, tampoco era cosa de hacerlo enfadar más aun.

Al menos el alboroto sirvió para que los adultos se separaran. Nick carraspeó, desviando la mirada en ademán culpable, como un niño pillado con las manos en el galletero, solo que en lugar de chocolate sus labios estaban embarrados por el gloss de Val.

Val —que tenía las mejillas ruborizadas, pero no se veía en absoluto avergonzado —se reponía del intenso faje apoyado contra el hombro de su pareja, Tom envidió su sonrisa de satisfacción, aunque no estaba dispuesto a pasar meses alejado de Bill para experimentar una bienvenida como aquella.

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