¿Y quién lo diría? Que terminaría acechado por aquello que yo tanto temía. Pero así fue, el Réquiem de nuestra composición favorita. Algún día soñamos con los viajes de nuestras vidas, con el hogar de nuestros mayores anhelos, pero de ello sólo quedaron las promesas.
Me recordabas como el capitán del barco que nos llevaba a través de esta travesía a la que llamábamos amor, aunque bien sabías que prefería no cargar con todo el timón, aún llevo en mi mente el hecho de que lo permitías y pocas veces intercedías para darme un simple descanso. A pesar de todo, hacía caso omiso a mi propio ser, que gritaba para que le escuchara, que soñaba con la dedicación que te demostraba día con día.
Alguna que otra vez era necesaria una taza de café, una jaula de sentimientos, una reconciliación caótica o un escape improvisado hacia la nada para que nuestras voluntades mediaran entre sí, como guerra en la que nunca llegas a nada pero igual sientes esa pasión por combatir. Asimismo, yo era el soldado que entregaba sus armas y mostraba su bandera blanca para rendirme ante el deseo de nuestra paz.
Aún después de tanto tiempo, puedo ver las cicatrices que dejaste por las noches que te tuve conmigo, pero no duelen, de ellas emanan más nostalgia que cualquier otra cosa. Nostalgia...¿existirá mejor palabra que describa cada una de tantas experiencias vividas? Recorrimos carreteras, navegamos por las aguas y por poco volamos por el mismo aire, bailamos al son de nuestro propio ritmo y caminamos por los valles de nuestros hermosos delirios.
Me sigue pareciendo increíble cuantas tardes te he pensado, cuantas mañanas te he soñado y cuantas noches te he añorado, a veces ni la monotonía de la vida evitaba que volvieras a mi en forma de canción o de cualquier otra minucia, aunque obviamente tú para mi, no fueras alguien tan común.
Sospecho que de alguna manera todo fue mi culpa y aunque lo nieguen, es natural en mi cargar con ella de todos modos por voluntad propia. Porque así soy yo, nunca he permitido que lleves las ataduras de tantos errores, aunque no me pertenecieran.
¿Y qué es de mi ahora? Pues soy aquella frenética guitarra que se escucha tan melodiosa en un arrebato sinfónico, pero que al mismo tiempo pierde su espíritu con cada acorde que suena. Supongo que si me escucharas comprenderías las notas que salen de mi interior explícitamente para tu persona.
Recuerdo todo mi esfuerzo y callaba para no ser algún presuntuoso más... mientras tú te jactabas de tanta madurez, yo la veía como aquel premio de segundo lugar que muy probablemente fuera bueno, pero sabíamos que no lo suficiente para aspirar a lo mejor. Y sé que te superé en ese aspecto a pesar de aquella diferencia de experiencias que tantas veces me habías obligado a ver.
¿Y todo para qué? Si al final esa misma carencia te susurraría al oído que ya ni la pena intentarlo valía, como si nada, siempre dejando como excusa bajo la alfombra aquellas infames palabras... junto a los buenos recuerdos que me atormentaban como fantasmas a las 3 de la madrugada... que por muy dañinos que fueran me hacían falta. ¿Qué más da? De todas formas ya no estabas.
En mi mente podía escuchar las palabras que clamaban tu regreso, el que prometiste con tanto esmero.
Pienso en que tu "no todo estaba tan lejos" me daba la esperanza que necesitaba, era la melodía a la que me aferraba para calmar mis miedos, pero nada llega a ser infinito y esa canción lo era todo... menos eso.
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Melodía De Una Soledad Lejana
Short StoryHasta la melodía más apasionante y caótica puede terminar.