-¡Déjame sólo, no necesito a nadie!-.
Él mentía, sí necesitaba a alguien. Su nombre es Ethan, rondaba los 17 años de edad. La madurez aún no había hecho acto de presencia. Era un chaval alto y delgado, y su cobrizo pelo despeinado desentonaba con su imagen pálida y fría. Su vestimenta habitual era una camiseta de algún color oscuro, una sudadera con capucha, la cual solía llevar puesta, intentando así ocultar su llamativo cabello, llevaba unos vaqueros una o dos tallas mayor y unas roídas zapatillas que en su día debieron ser negras.
Ethan no era el típico chico de ciudad; no tenía teléfono móvil ni ordenador, tampoco le gustaba salir de fiesta o hacer deporte. Era un chico tranquilo, le encantaba pasar las tardes tumbado en la cama leyendo o dibujando. Sus padres estaban orgullosos de él, o eso quería creer Ethan. Ellos nunca tenían tiempo para hablar, siempre estaban trabajando o salían hasta altas horas de la madrugada y cómo no tenía hermanos pasaba muchas horas solo. Quizás eso hizo que Ethan se convirtiera en un chico arisco y solitario.
- En proceso -