c u a t r o

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04

La clínica veterinaria de Ji Woo siempre había sido uno de los pocos rincones en los que sentía que podía llegar a ser mí misma y dónde podía intentar sincerarme con lo que realmente sentía. Había conocido a la pelirroja hacía ya bastantes años, durante la carrera, ciertos malos acontecimientos concluyeron en que nuestros caminos se juntaran y terminamos siendo un refuerzo para la otra, un hombro en el que ella podía apoyarse por su dolor y alguien con quién yo podía despistarme del estrés que suponía estudiar medicina. Fueron años de amistad muy raros los que tuvimos, algo estrambóticos, para nada comunes. Ninguna de las dos éramos personas corrientes, al fin y al cabo.

La clínica de Ji Woo se había mantenido intacta desde la última vez en la que puse los pies en su suelo. A ella le encantaba el orden, que las cosas siguieran su rumbo por defecto, la rutina. Era una chica tranquila en medio de una tormenta de caídas y así lo plasmó en su propio trabajo. Ji Woo era una muchacha muy desorientada cuando la conocí por primera vez, inexperta, asustadiza, pero sobre todo, curiosa. Cuando primero consiguió ahorrar lo suficiente como para poder alcanzar sus sueños y abrir su propio negocio, el lugar era un caos. No tenía a nadie más que a ella misma para poder gestionarlo todo, las citas, los tratamientos, las guardias... Hubo momentos en los que creí que iba a desistir y mandar a freír espárragos todo lo que había conseguido después de tanto esfuerzo. Pero conociéndola, renació de aquel caos como un fénix y con esfuerzo y perseverancia, terminó por fundar una de las clínicas de más prestigio para mascotas de toda la zona. Estaba sinceramente, muy orgullosa de que ella pudiera ser tan feliz.

Actualmente, la clínica era principalmente blanquecina. Tenía altos techos para evitar formar un espacio cerrado y tenebroso para las familias que traían a sus mascotas y para estas mismas. Las paredes eran completamente blancas y solo las acompañaban algunos pósteres sobre publicidad de medicamentos con fotos de familias demasiado felices como para estar anunciando un fármaco para las hemorroides. Los muebles eran azulados y de colores verdes. Ji Woo había intentado darle un toque vivaz a las estancias, pero no había conseguido salirse de los típicos esquemas de un hospital. No había una sola mancha en ninguna parte, ni humedades, ni ningún rasguño, ni máquinas estropeadas ni falta de vasos para el café, todo estaba perfectamente calculado.

Al entrar, rápidamente había saludado a la recepcionista y para mi propia suerte, Ji Woo se encontraba en el pasillo contiguo de la recepción, despidiéndose de un par de ancianas tranquilas. Cuando sus orbes negros cayeron en los míos tuve una ligera sensación de miedo a enfrentarme a todo el tiempo en el que no la había visitado, pero aquella angustia desapareció al verla esbozar una suave sonrisa que mostró sus dientes. Abrió sus brazos para estrecharme entre ellos como tantas veces había hecho.

—Rae Sang —Canturreó con su dulce y aguda voz— Hace muchísimo tiempo desde la última vez que te vi, que han pasado, ¿seis meses al menos? Cómo vuela el tiempo, joder.

No pude evitar sonreír por sus palabras. Ji Woo parecía una chica delicada, pero a veces podrías confundir su vocabulario por el de una camionera.

—¿Cómo has estado? —Pregunté, separándome de ella mientras ambas nos íbamos caminando hasta un despacho que había visto más veces de las que probablemente debería— ¿Tienes mucho trabajo? Si es así puedo volver más tarde, llamarte o quedar para un café...

—¿Tan desesperada estás para que nos veamos, Sang? —Rio, apoyando sus voluptuosas caderas contra la mesa de madera. Me observó cruzándose de brazos— ¿Qué es lo que te trae por aquí? De veras llegué a pensar que no íbamos a vernos más. Desapareciste de la faz de la Tierra.

—En realidad solo me preparaba mentalmente para lo que se me venía encima. Trabajar en el hospital no es nada fácil, nadie más que tú lo sabe... Tenía que acostumbrarme al ambiente, a la decadencia que reina entre aquellas paredes. Amo ser médica, pero al principio era muy difícil poder respirar sin tomar oxígeno. Sé que no hice bien en dejar de hablarte de repente y me disculpo, te he echado de menos y eres la primera que se me ha venido a la cabeza.

Femme ✥ Knj ⁑Where stories live. Discover now