Entra a la habitación ajena sin antes llamar a la puerta, una mala costumbre que ha tomado desde hace un tiempo y la cual ha tratado de borrar sin mucho éxito. Cierra a sus espaldas con lentitud cuidadosa, aguzando el oído para percibir algún sonido que pueda provenir del baño, pero nada capta y, derrotado, mira toda la habitación, vacía si no fuera por su propia presencia.
Suspira, tristemente, y avanza tímidamente hasta la cama que yace al fondo del cuarto. Suavemente, se sienta en el colchón y observa lo bien ordenado que está todo. Posteriormente, se recuesta en la cama y por unos instantes se mantiene boca arriba, mirando el techo, para luego girar hasta darle la espalda a la puerta. Sus párpados caen y trata de alentar su respirar puesto que está al borde de una crisis nerviosa. Trata de poner su mente en blanco y busca relajar cada músculo de su cuerpo, no sabiendo si disfruta el silencio y la soledad del lugar o si la repudia.
Parece estar funcionando y sin darse cuenta termina completamente dormido.
...
Estos últimos días han estado más extenuantes y por ello es que ahora se siente totalmente cansado. Entre sus clases, el entrenamiento, las tutorías que le da a su kohai y los arreglos de sus inevitables planes, ha acabado muerto en cansancio.
Teniendo la exquisita idea de dormir en su cama durante largas horas, entra a su habitación y se mueve con lentitud por ésta, con la mirada gacha y siempre clavada en sus pies. Deja su mochila junto a la puerta de su armario y se dirige hacia su cómodo colchón, sin muchos ánimos.
Se deja caer como peso muerto y escucha un chillido de dolor y susto que proviene de la cama. Pronto se sienta y mira qué es lo que ha soltado aquel ruido, descubriendo que su mejor amigo yace hecho bolita contra la pared.
—Santo All Might, Tamaki, me has asustado— dice el rubio, riendo por la sorpresa y viendo que el aludido se sonroja por la vergüenza.
—Perdón...
—No pasa nada. ¿Te he hecho daño? — Tamaki se tranquiliza al oír que Togata no parece molesto por su presencia y solo niega con la cabeza—. Menos mal. Hazme espacio, ¿quieres?
—Sí, por supuesto.
Amajiki se pega más a la pared y el dueño de la cama puede recostarse a su lado, mirando hacia el techo y pensando en lo sensacional que es descansar.
—¿Qué pasa? — pregunta Mirio, realmente interesado.
El pelinegro abre la boca con intensiones de responder, pero muchos pensamientos se agolpan en su mente y reclaman salir todos al mismo tiempo, por lo que vuelve a unir los labios y un resoplido es expulsado de su nariz, molesto consigo por no ser capaz de expresar todo lo que le acongoja.
El rubio lo nota, lo sabe, y por ello espera pacientemente, ahuyentando sus ganas de dormir para estar ahí por Tamaki, quién parece necesitarlo.
El de alargadas orejas tiene un millón de cosas que desea decir; quisiera saber qué ha estado haciendo con Izuku, desearía decirle que lo ha estado extrañando por estas semanas que no se han visto más que en clases, contarle que teme ser reemplazado por el menor, etc.
—Estoy nervioso— logra proferir, usando una voz suave y bajita, acurrucandose contra la pared—. Quiero invitar a Kirishima al próximo Festival que habrá, pero no sé cómo hacerlo o si al menos querrá ir conmigo.
—¿Por qué no querría?— dice el rubio, tratando de ser, como siempre, el animador personal del contrario. Lo siguiente que dice le duele aún y se sorprende de que puede hablar sin ahogarse con su saliva—. Están saliendo después de todo.
—¿Tú crees? Pero, ¿qué le digo?
—Solo dile que escuchaste sobre el Festival y que te alegraría el ir juntos.
—¿Y si dice que no? ¿Qué tal que va con alguien más?
—Bueno, es algo que deberás entender. Si dice que irá con amigos es normal, sobre todo si ellos le dicen antes que tú. Pero no es algo que te deba preocupar mucho. No es el fin del mundo si recibes una negativa como respuesta.
—Uhm... Tienes razón... — se talla la cara con una mano y posteriormente esconde su rostro contra las mantas—. Soy patético por preocuparme por todo. Lo siento...
—¿Por qué te disculpas?— la voz de Mirio sale suave, lenta, como si le costara mucho el formular palabras completas; el cansancio le está pasando factura—. No estás haciendo nada malo. Y siempre he sabido que eres así.
—Pero es que siempre tienes que cargar conmigo. Cómo si no tuvieras suficiente con tus problemas.
—Tamaki... Si me molestara cuidar de ti desde hace tiempo que habría dejado de hacerlo...— el aludido nota lo pausada que se vuelve la respiración del rubio y por ello comienza a darse la vuelta para mirarle—. Además... Yo...
La frase queda a medias, pero el pelinegro supone que ha querido decir que él lo considera un amigo importante. O al menos eso se obliga a creer. Los ojos oscuros del tímido observan la brillante piel del contrario, notan el suave subir y bajar de su pecho al compás de su respirar calmado y letárgico. Observa que los claros ojos del rubio se encuentran ocultos tras sus párpados y sus largas pestañas pálidas. Sus labios finos y de claro color rosa se hallan entre abiertos, quizás porque se ha quedado dormido mientras han estado hablando. El hecho de que Mirio está exhausto y que por eso se ha dejado llevar por el sueño es un hecho que queda claro para Amajiki, que simplemente sonríe torcidamente por la pacífica cara del contrario.
Otra vez ha estado dependiendo mucho de Togata, ignorando sus necesidades. ¿Qué le costaba decirle que deseaba dormir? Él habría entendido y hablarían después. A fin de cuentas, lo importante es el bienestar de su mejor amigo.
Se endereza lo suficiente para quedar sentado y observa el panorama; no puede trepar encima del contrario para bajarse de la cama, sería de mal gusto e incómodo. Piensa, dándose cuenta de que ha comido res hace poco y no parece que vaya a ser de ayuda en un momento como éste. Profiere un sonido de nerviosismo y se rinde ante el problema.
—¿Mirio?— le llama, en tono bajo y reafirmando que éste se encuentra completamente dormido, mas lo vuelve a asegurar en cuanto le toca el brazo con un dedo—. ¿Me oyes?
Nada.
Extrae su móvil del interior de su bolsillo y, luego de buscar el contacto en la agenda, da inicio a una llamada.
—Hadō... ¿Podrías ayudarme con algo?
Luego de decirle la situación a la muchacha y de esperar varios minutos, ésta llega al cuarto. Así, los dos se hacen cargo del rubio pues a pesar de que individualmente son fuertes, Mirio es una persona grande y pesada, más ahora que es solo peso muerto. Le cambian el uniforme por su pijama y lo arropan como si fueran sus padres; Nejire sonríe enternecida a la par que peina los cabellos claros de Togata.
—Parece un niño— dice, procurando no hablar demasiado alto para no perturbar el descanso del rubio—. Mira que dormirse mientras habla.
—Ha estado muy ocupado— asegura Tamaki, terminando de colgar el uniforme de su mejor amigo en el interior del armario y mientras Hadō se gira a mirarlo—. No podemos culparlo.
—Supongo que no— concuerda ella, acercándose al muchacho y colgándose de su brazo con una sonrisa divertida una vez que él ha cerrado la puerta del clóset.
—¿Qué?
—Seríamos buenos padres— Nejire contiene una risita en cuanto ve que el muchacho se sonroja hasta el cuello—. Es broma. Salgamos de aquí y dejemos al bello durmiente.
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Sentimientos por la Luna
Fiksi PenggemarEl Sol estaba enamorado de la Luna, pero ella no sabía que brillaba por él.