Octubre de 2011
No podían creer lo que sus ojos veían. Después de cuatro largos años de esperar que volviera a visitar, de que llamara o simplemente de saber algo de ella, ahora por simple casualidad se topaban en la calle con una de las personas más importantes en sus vidas: Aleska.
Kayden como siempre, priorizando su alegría infantil antes que su mente corrió con todo lo que sus 10 años de edad podían dar al encuentro de su mejor amiga.
– ¡Aleska! –Kay corría tras la niña que parecía no escuchar su llamado–. Aleska, espera Aleska.
–Ale, ¿Sabes quién es?– Una de las chica que la acompañaba se giró para ver al niño de cabellera arena alcanzarlas.
–Por supuesto que me conoce. Soy Kayden James, su mejor amigo. –Kay inflo pecho y enderezo la espalda para ir junto al título que para él era de gran honor.
–No es posible niño– dijo la otra muchacha, una chiquilla de cabello rojo y pecas. –Ale va con nosotras a un colegio de señoritas. No tenemos amigos varones.
–Les digo que soy su mejor amigo. Aún más, soy su hermano de cuarto ¿Cierto Aleska?
Intento tomarle la mano a la niña pero esta se alejó y con una mirada entre asustada y culpable se giró a sus amigas.
–No lo conozco chicas. Mejor vamos, mamá me matara si llegamos tarde a la once.
Y así de simple, incluso antes que Anthony lograra llegar, antes que Kayden pudiera rebatir o incluso comprender lo que se había dicho, Aleksa Erickson se marchó.
Cuatro años sin verla. Miles de noches imaginando un reencuentro lleno de risas y lágrimas y ahora... ahora estaba solo parado en una vereda con la mano estirada y un nombre atorado entre los labios.
–Kay... Kay... ¡Kayden!
El sopor abandono su cuerpo y se giró para ver a Anthony a su lado ¿en qué momento había llegado?
–Kay llevo minutos hablándote, ¿Que paso? ¿Era Aleska?
–Si era– la voz sonaba apagada incluso a sus oídos. –Pero no pudimos hablar, iba apurada.
Anthony no le creía. Podía ver la mirada perdida en sus ojos azules. Podía sentir la confusión corriendo bajo la piel de su amigo.
Fuese lo que fuese que pasó en esos breves minutos, era todos menos una conversación apurada.
Tuvieron que pasar seis horas antes que Kay se metiera en la cama de Anthony y entre susurros y palabras entrecortadas le contara que había pasado.
Anthony estaba enojado. No, estaba furioso.
¿Qué le pasaba a Aleska? ¿Acaso no se daba cuenta de él daño que acaba de provocar?
Abrazando a su hermano mientras este lloraba, Anthony se dio cuenta cuan idealizado tenia Kayden el recuerdo de aquella muchacha.
¿Cuánto daño podía provocar un recuerdo?
Los días siguientes no fueron mejor. Kayden estaba decaído, la sonrisa apagada y los ojos perdidos en escenas que solo él podía ver.
No le habían contado a nadie, pero de alguna manera intuía que Elena sabía todo.
Ese fin de semana se encerraron en su habitación, los dos juntos, rindiendo homenaje a los recuerdos, al pasado, y a una amiga que recién ahora se habían dado cuenta que habían perdido.
El luto fue duro, y la sonrisa se demoró en regresar, pero poco a poco, con pequeños comentarios, diminutas travesuras y una porción de la tarta especial de chocolate de Elena, Kayden volvía a su yo normal.
Ninguno de los dos volvió a tocar el tema de Aleska por un largo tiempo.
Ambos creyendo que el silencio era parte del olvido.
Ambos ignorando que dentro del niño mayor se gestaba un germen de odio, auto desprecio y rencor que el aparente olvido de Aleska solo había aumentado.
Cuatro años después, parado bajo la lluvia, con el cuerpo temblando de rabia y de dolor, Anthony se preguntaría que tanto poder para evitar esa situación podría haber tenido Aleska si no los hubiese arrancado de su vida como una maldita plaga.
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Crónicas de una infancia desafortunada
أدب المراهقينAnthony Harper era un enigma. Un enigma envuelto en una mata de cabello negro y ojos plagados de tormentas. Acompañado de un oso. Ante una sociedad que olvida el valor de una vida e intenta ignorar todo lo que escape del concepto de vida feliz, Anth...