Parte única

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N/A ¡Hola! Nuevamente Cadiie reportándose con una historia Cherik. Gracias a la actividad de santa del grupo Team Cherik (esp) y los deseos de mi amiga secreta, nace esta historia romántica de un reencuentro de la vida. Espero lo disfruten, tanto como yo lo hice al escribir y enamorándome nuevamente de estos retoños. 

Disclaimer: Los personajes de X-men no me pertenecen.

Para Ailen Díaz.

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ESTÁBAMOS INMERSOS


 "Anoche soñé contigo

Y no estaba durmiendo,

Todo lo contrario, estaba bien despierto...

[...] Estábamos inmersos".

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El aroma a huevos fritos con alubias hizo vibrar su corazón en un segundo; Charles disfrutaba de esa hora del día en particular ya que, él creía, el desayuno era la mejor comida del día, sobre todo porque siempre y sin falta, él preparaba diligente los alimentos que él y su hijo, David, consumían juntos.

Revolvió un poco el contenido de la cacerola para evitar que se quemaran mientras servía en dos vasos un poco de jugo y vertía leche en un vaso. La tetera le hizo voltear su rostro y apagó el fuego; preparó un té de jazmín en su taza favorita y acomodó todo en el desayunador, viendo con amor toda la creación de la que un padre puede hacer por su hijo.

Tomó una fotografía que pronto subiría a su red social, pero en la brevedad, envió a Raven para presumirle lo que había logrado hacer y demostrarle que podía ser un padre responsable; dejó el celular sobre la mesa y se asomó por el pasillo de las escaleras.

—David, es hora del desayuno.

Charles regresó a la cocina para revisar el mensaje que, seguramente, había dado respuesta su hermana; abrió la notificación y sólo era la carita que tiene un poco de saliva fuera de su boca, como si saboreara el manjar que había preparado. Sonrió completamente orgulloso por eso, después de todo, él sólo quería ser el mejor padre para David.

Desde que su esposa falleció hace dos años, Raven se quedó completamente preocupada por la forma de vida que adoptaría junto a su hijo. Admitía que en un principio no fue nada amigable para ambos. David extrañaba las tostadas que hacía Moira para el almuerzo en la escuela, y él añoraba las noches que pasaban a la luz de las velas bebiendo una buena copa de vino tinto.

Tras meses de pasar por el duelo, lograron llegar a la resignación y con ello, se adaptaron a la rutina que tenían en ese entonces -con ligeras modificaciones a lo largo del tiempo-. Desayunaban juntos y Charles llevaba a su adorable hijo al colegio, de ahí él se iba a su trabajo como profesor de Genética en la Universidad pública; como salía entre cinco y seis de la tarde, Charles pasaba por su hijo a la residencia dónde vivía Raven con su esposo Hank y se quedaban a cenar con ellos y Charles ayudaba a su hijo a realizar los deberes de la escuela.

Era una dinámica a la que ambos se acoplaron, no había hueco para nadie en su pequeño mundo, sólo ellos dos y Ravank —como solía llamar a los padrinos de su pequeño hijo cuando no estaban presentes—.

Si, tenía una hermosa casa, con un hijo obediente y encantador de ocho años, una hermana espectacular y un cuñado que era más dulce que mil terrones de azúcar.

Volvió a sonreír, tal vez por agradecer a la vida lo que tenía; nada podía salir mal.

—Papá. —La delicada voz de su hijo proviniendo del marco de la puerta lo sacó de su trance—. Se están quemando las tostadas.

Estábamos inmersos [Cherik]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora